28 de marzo de 2008

El momento del otro Alonso

En España, cuando se habla de Alonso, todo el mundo supone que nos referimos al piloto de Formula-1 que se ha coronado en dos ocasiones como Campeón del Mundo y lleva camino de convertirse en uno de los mejores de todos los tiempos y en una leyenda del mundo del motor. Y esto en un deporte exigente, competitivo, extremadamente duro y en el que es necesario, no sólo la destreza y la habilidad, sino también mantener la cabeza fría y los nervios de acero en los momentos decisivos. Claro está, siempre que el monoplaza, que es como llaman en el “circo” a lo que los mortales comunes conocemos como coches, ayude y no falle. Además, este año el asturiano está demostrando que, con medios limitados y con problemas técnicos, también puede hacerse un buen papel y luchar por estar entre los primeros.

Pero hay otro Alonso (de nombre José Antonio, magistrado de profesión y leonés para más señas) que se está convirtiendo, poco a poco y sin grandes alharacas, en una de las figuras centrales de la política española. Su reciente designación como Portavoz del Grupo Parlamentario Socialista así parece confirmarlo, aunque muchos puedan verlo como un cierto descenso, después de haber desempeñado dos carteras de las que podemos llamar “importantes”, como son Interior y Defensa. El ejercicio del poder tiene mucho que ver con el Presupuesto que se maneja y con la proyección pública del cargo y los dos Ministerios que ha ocupado el leonés reúnen sin duda estas condiciones.

Los leoneses deberíamos sentirnos contentos y orgullos de que uno de los nuestros alcance uno de los puestos claves en toda democracia parlamentaria. Al fin y al cabo en el Parlamento se expresa la soberanía nacional que, como dice la Constitución de forma un tanto poética, reside en el pueblo del que emanan los poderes del Estado. Nos encontramos ante una decisión personal de Zapatero que demuestra una vez más que es un hábil político que, con esa tenacidad implacable que esconde o disimula su sonrisa, siempre consigue lo que se propone y en este caso colocar en un lugar clave a una persona en la que tiene plena confianza. Supone además una gran novedad y un indudable acierto que el portavoz del Grupo Parlamentario no tenga el carnet del PSOE y pueda desempeñar su labor sin un seguimiento estricto de las consignas del partido y animado por un espíritu de consenso y colaboración con las restantes fuerzas políticas representadas en el Parlamento.
La mayoría de los analistas coinciden en que la gestión de Alonso en los dos Ministerios que ha ocupado ha sido callada pero eficaz, sin despertar grandes críticas y siendo uno de los ministros mejor valorados por los ciudadanos. Percibo no obstante –y es una opinión, como todas las mías, absolutamente personal y probablemente equivocada- que José Antonio Alonso no se ha sentido excesivamente cómodo en esos puestos, y que los ha aceptado y desempeñado por vocación de servicio y por lealtad personal al Presidente Zapatero. Aventuro que su aspiración personal era ser Ministro de Justicia, y no me cabe duda de que lo hubiera hecho bien. Por lo menos atesora un espíritu más dialogante y abierto que el tal Bermejo, que con su obstinación está haciendo todo lo posible por llevar la Justicia al colapso. Por eso debe reconocerse y valorarse la gestión de José Antonio Alonso en los Ministerios que ha desempeñado sin ser “vocacionales”, de la misma forma que despiertan el elogio y la admiración los esfuerzos del otro Alonso (es decir, Fernando) para intentar conseguir buenos resultados con las limitaciones mecánicas del R-28.

En sus primeras declaraciones Alonso se refería a que asumía su nuevo puesto “con mucho trabajo, diálogo y consenso”. Tiene ante sí el difícil reto de conseguir que el Parlamento sea un espacio de debate y de encuentro donde políticos de distintas opiniones trabajan por el bien común y el futuro de todos los españoles. Y, como el otro Alonso, necesitará también de su firme voluntad y de su buen juicio para lograr esos objetivos. Porque además de su perfil de político tranquilo estamos ante una persona que sabe tomar decisiones difíciles. Recordemos el permiso de conducir por puntos, una medida en su día polémica aprobada siendo Alonso Ministro de Interior y cuya eficacia se ha demostrado con un descenso constante de las víctimas mortales que cada año se cobran las carreteras españolas.

No quisiera terminar esta tribuna sin recordar a Pérez Chencho, uno de los columnistas más incisivos y brillantes que ha dado el periodismo leonés en los últimos años y cuya muerte nos sorprendía en el día de ayer. Para él mi admiración y para su familia mi solidaridad y mi cariño en estos difíciles momentos.

Paisaje después de la batalla



Pasaron las elecciones y atrás queda esa campaña interminable, espesa y crispada, enturbiada por el zarpazo terrorista que segó la vida de Isaías Carrasco, una víctima más en la locura de la sinrazón y la violencia. Ahora que la voluntad popular se ha expresado libremente, que hemos escuchado esa cosa tan bonita llamada el veredicto de las urnas, llega el momento de la reflexión. Y, como un simple columnista de provincias, quiero hacer mi aportación personal a los comentarios que surgen y que analizan el paisaje después de la batalla.

Comenzando por el principio, que es una forma de comenzar como otra cualquiera, una breve pincelada sobre una campaña electoral excesivamente tensa, con cierta pobreza de contenidos y, ante todo, terriblemente aburrida. Así, en los debates televisados los candidatos parecían dos estudiantes pugnando por demostrar quién se sabía mejor la lección. Demasiados datos, muchos gráficos estilo Barrio Sésamo pero pocas propuestas (a lo sumo, un poco de tómbola electoral) y escasa capacidad para ilusionar y seducir al electorado.

Lo primero algunas obviedades marca de la casa. Las encuestas son una ciencia inexacta y nadie debe fiarse de ellas más de lo estrictamente necesario. Y las elecciones las ha ganado el Partido Socialista, concretamente el candidato ZP, por mucho que en el Partido Popular insistan en que son el partido que más ha subido. Pueden aferrarse y argumentar que tienen cinco diputados más que en 2.004, que han sumado 400.000 votos y mejorado dos puntos. Pero, en definitiva, han perdido, lo miren como lo miren. La política se parece cada vez más al fútbol y el que saca más diputados es el que gana y se lleva los tres puntos.

Por eso la reacción más sincera me parece la de Elvira Fernández, la mujer de Rajoy, probablemente porque no se dedica a la política más que de manera “consorte” y no tiene que ocultar la decepción y la tristeza. Me asombra la ausencia absoluta de autocrítica en las huestes populares o que no se hagan determinadas preguntas. ¿Era Mariano Rajoy el candidato idóneo? ¿No debería haber sido elegido por los afiliados y no investido por el cuaderno azul de Jose Mari? ¿Qué hubiera pasado si hubiera incluido a Gallardón en las listas? ¿La gran esperanza blanca de la derecha económica -Pizarro- ha aportado algún voto o ha restado? Quizás los altos jerarcas del partido se planteen estos interrogantes en privado, pero el debate ya ha comenzado en la sociedad española y, sólo un ejemplo, el 70% de los internautas que “votan” en la página web de elmundo.es opinan que Rajoy debe dimitir.
Hay otras dos consecuencias importantes de estas elecciones, en la que coincidimos todos los analistas (voy a pasar de ser tribuno a analista, que queda mucho más técnico para el curriculum). Una es la debacle de Izquierda Unida, barrida por lo que Llamazares llamaba el tsunami bipartidista. Llamazares que en este caso sí ha demostrado ser un líder responsable y consecuente y ha asegurado que no se presentará a la reelección como coordinador general de Izquierda Unida. Y la segunda es la irrupción en el Parlamento de Unión Progreso y Democracia, el equipo revelación de la temporada, capitaneado por una valerosa Rosa Díez que ha conseguido más de 300.000 votos y un diputado. Conviene apuntillar, como ya se ha dicho, que el PNV, con 289 votos menos, obtiene 6 diputados. Es una de las injusticias manifiestas de un sistema electoral que requiere un amplio debate y una modificación. Precisamente la reforma de este sistema ha sido uno de los argumentos de UPyD, una formación que ha conseguido aglutinar un “voto disidente” (mayoritariamente de centro-izquierda, creo), a pesar de la marginación de la mayoría de los medios de comunicación y gracias a una campaña imaginativa en la que se han gastado, con seguridad, menos dinero que el Ministro de Justicia en funciones, Fernández Bermejo, en arreglar su piso oficial.

Y, ahora detengámonos brevemente en nuestra provincia, donde las elecciones del 9-M arrojan tres conclusiones bastante claras. La primera, la fortaleza del PSOE, que obtiene casi el 50% de los votos a pesar de esa campaña desatada acerca de los incumplimientos de Zapatero. La segunda, el retroceso del Partido Popular, que queda a más de 18.000 votos de los socialistas y donde no se adivinan síntomas de recuperación. Y la tercera, el desplome de la UPL, que –aunque digan que las generales no es su partido- no pueden ya ignorar que navegan sin rumbo hacia ninguna parte.

Y, para terminar, una pregunta dirigida al futuro Presidente. Ahora que los españoles le han renovado su confianza, ¿cuándo nos va a devolver esos 400 euros de los que hablaba en la campaña?