28 de noviembre de 2010

El candidato enmascarado

Ayer tuve un sueño, que diría Luther King, la campaña electoral se había desatado y yo debía cubrir los eventos como reportero de a pie. El mundo onírico es ciertamente proclive a la movilidad funcional, y los columnistas asumimos otras tareas con relativa facilidad.

Me sorprendió ver que el partido de la gaviota era liderado en la City por un candidato enmascarado. Ante mi incauta pregunta me respondieron que no importaba quién era el cabeza de lista o que fuera el candidato impuesto desde las alturas, elegido por las bases soberanas o designado por las mentes pensantes de la calle Génova. Que lo decisivo era el partido y no la persona. Y además, había que ser modernos, y que los superhéroes también ocultaban su identidad cuando luchan contra los villanos. ¿O es que tú sabes quién es Spiderman, me entiendes?, concluían dando por zanjada la rueda de prensa.

La verdad es que en los sueños soy todavía más torpe de reflejos que en el mundo real, o el oficio de reportero me queda grande, y no supe qué decir. Debería haber preguntado si pensaban desvelar quién se ocultaba tras el disfraz después de las elecciones o si el próximo Alcalde trabajaría sin desvelo, por los intereses de la ciudad, desde el anonimato. Pero recibí instrucciones precisas de retornar a la columna y entonces me vi en la obligación de elucubrar alguna reflexión más o menos peregrina.

Y la pregunta que me hacía es a quién votamos en los comicios municipales, y si es decisivo o intrascendente el nombre del candidato. Está claro que en las generales ni siquiera nos preocupamos de quiénes van en la lista y en las autonómicas tenemos en la cabeza a Herrera o a López, pero las municipales son otra cosa. Aquí se torna esencial el nombre del posible Alcalde y del equipo que le rodea, y un error, un experimento o una obsesión pueden acarrear irreparables consecuencias. Y es así porque consideramos los Ayuntamientos como la Administración más cercana al ciudadano, un espacio donde el factor humano es tan esencial que olvidamos las siglas y ni siquiera leemos los programas. Cavilaba yo en esta línea de pensamiento cuando sonó el despertador. A la luz de la hermosa y fría mañana de León seguía enredado en mis dudas. No sabía si votar a Spiderman o a Batman.

26 de noviembre de 2010

Retorno a los apellidos

He recibido algunas matizaciones -léase críticas- por la columna que dediqué al baile de los apellidos. Incluso uno de los comentarios en mi blog –suarezdehoyos.blogspot.com- me corregía amablemente apuntando que la reforma supone el fin de una discriminación para la mujer. Quisiera precisar que no me parecería mal que el primer apellido, por ley, fuera el de la madre, pero lo que me resulta demencial es que en caso de discrepancia el criterio sea el alfabético. Y, francamente, sigo pensando que hay asuntos más importantes que deberían despertar la atención de nuestros gobernantes. Se diría que viven en un universo paralelo, con preocupaciones muy distintas a las del resto de los mortales.

Me preocupa que haya personas que piensen que la discriminación es un problema de orden de apellidos. En Estados Unidos la mujer adopta el del marido cuando se casa y, sin embargo, a nadie le sorprendió que, en 1999, Carly Fiorina llegara a la Presidencia del gigante HP y se convirtiera en una de los empresarios más poderosos del planeta. En España, la presencia de mujeres en los Consejos de Administración o al frente de empresas sigue siendo escasa, pero esto no se arregla con el sistema de cuotas: treinta por ciento para mujeres, diez para inmigrantes, cinco para personas con sobrepeso, y así sucesivamente. Se soluciona trabajando desde la base, donde residen los problemas.

Hay datos de los que es necesario partir. El primero, que la incorporación de la mujer al mercado de trabajo en España ha sido tan tardía como imparable, y en treinta años hemos pasado de dos millones de mujeres trabajando fuera del hogar a superar los ocho millones. Pero hay otro problema de base: la mujer, por exigencias sociales, por propia iniciativa o por una mezcla de los dos factores, suele anteponer el cuidado de la familia, no sólo a su promoción profesional, sino al simple hecho de desarrollar una actividad laboral.

Aquí es donde deben intervenir los poderes públicos, y existen actuaciones que estimo imprescindibles: racionalizar horarios, construir guarderías, potenciar el teletrabajo, etc. Porque hoy por hoy, salvo para los afortunados que, como yo, tenemos suegros activos y dispuestos, conciliar vida laboral y familiar sigue siendo una utopía.

15 de noviembre de 2010

El mercado de invierno

Esta semana el Partido Popular de León se reunía para lanzar los candidatos a distintos municipios de la provincia. Las elecciones están más cerca de lo que parecen, o de lo que muchos quisieran, y todos se aprestan a la batalla. Aunque sigue en el aire la gran incógnita y es el cabeza de lista de la City. Hace meses Cecilio Vallejo, para muchos uno de los mejores políticos que ha tenido la ciudad, parecía el candidato perfecto, alguien que reunía dos virtudes básicas: un proyecto de ciudad en la cabeza y un gran tirón en la calle. Pero quizás tuvo la ‘debilidad’ de querer elegir a su equipo. Y hay flaquezas que, desde la cúpula del Partido, al parecer no se perdonan.

En el PP un día cuentan que no hay prisa y otro que lo tienen decidido, pero que no quieren decirlo. Deben tener miedo de que otro partido les quite el candidato. También se comenta y rumorea que están haciendo encuestas telefónicas pero, como no me llaman, no me lo termino de creer. En realidad, barrunto que están esperando que se abra el mercado de invierno, como en el fútbol, para fichar esa estrella que les permita llegar a la Alcaldía.

Pero los fichajes de última hora, poco rodados, impulsados por la urgencia, el egoísmo o la soberbia, no suelen dar buenos resultados. Me viene a la memoria la historia de Julio César Romero, conocido como Romerito, un futbolista paraguayo que el Barcelona fichó en diciembre de 1988, en el primer año de la Era Cruyff. Al día siguiente de su llegada, el Profeta del Gol le hizo debutar en el Camp Nou, ante el Real Madrid y dejando en el banquillo a Gary Lineker, nuestro mejor artillero de la época. El partido terminó con empate a cero y una patética actuación de Romerito, que falló tres goles cantados ante Buyo. Seis meses y siete encuentros después, con un triste gol en su haber, Romerito hacía las maletas. A los merengues la risa les duró bastante tiempo.

Elegir un candidato es tarea de gran responsabilidad, y más irreversible que el fichaje de un futbolista. Mis detractores dirán que nada tiene que ver el fútbol con la política. No se engañen. Buceando en la red descubro que Romerito ha sido concejal por el Partido Colorado y, además de cantar como el de Ubrique, no descarta presentarse a la Presidencia de Paraguay.

8 de noviembre de 2010

El baile de los apellidos

Con frecuencia uno se queda pasmado ante las iniciativas absurdas –y por ende superfluas- que las Administraciones nos endosan cada cierto tiempo. Inquieta, además, la cantidad de funcionarios o políticos ociosos que vegetan en el Ministerio de Justicia, y que deben dedicar su tiempo –y el dinero de todos- a imaginar reformas legislativas a cual más peregrina. La última ocurrencia de estos iluminados versa sobre los apellidos, y básicamente consiste en que, si hay desacuerdo entre el padre y la madre, o si no nada declaran, los apellidos del hijo se colocarán alfabéticamente. El sistema vigente parece correcto: los padres señalan el orden pero, si nada dicen, el primer apellido es el del padre, aunque el hijo, al alcanzar la mayoría, puede alterar el orden. Pero al parecer se trata de construcciones jurídicas de épocas pasadas, según ha apostillado orgulloso y feliz el Ministro del ramo, autor de esta proeza jurídica.

Ciertamente, si los padres no son capaces de ponerse de acuerdo sobre el orden de los apellidos, puede ser tremenda la que se organice cuando tengan que elegir la tapicería del sofá. No auguro mucho futuro a ese matrimonio. Pero este cambio normativo producirá una verdadera revolución en las relaciones personales. A partir de ahora, cuando los enamorados mediten sobre el decisivo paso de unir sus vidas para siempre, no sólo se preguntarán sobre las afinidades, los gustos comunes, la familia política y todos los elementos colaterales del matrimonio. Tendrán que fijarse, además, en sus apellidos. Me imagino la escena: te amo desesperadamente, princesa mía, pero como te apellidas Álvarez y yo Cañón, no puedo comprometerme. Si lo hago, mis apellidos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia, que diría el replicante Roy Batty en Blade Runner.

Lo próximo que van a anular desde el Ministerio es el contrato de compraventa, otra construcción que procede del pasado, más o menos de las Doce Tablas del Derecho Romano. No obstante, algunos Ayuntamientos ya se han adelantado por la vía de los hechos, ya que compran y no pagan.

Algunos lectores pensarán que me he vuelto un ultraconservador y me he enrolado en el Tea Party. Pero no, mis motivos son otros. Me apellido Suárez, y por eso me discriminan.