23 de enero de 2011

Se llamaba Jordan Rice

Muchos de mis lectores conocen la conmovedora historia de Jordan Rice, el niño de 13 años al que las terribles inundaciones de Australia han convertido en un pequeño héroe. Resumo los dramáticos acontecimientos que han dado la vuelta al mundo. El coche en el que viajaba Jordan con su madre Donna y su hermano Blake, de 10 años, quedó atrapado por el fango. Cuando un vecino, Warren McErlean, acude en su ayuda y coge su mano, el niño le pide que saque primero a su familia. Salvaron a Blake, pero las palabras ‘por favor, saque primero a mi familia’ fueron las últimas que dijo Jordan antes de que el coche fuera arrastrado por la corriente y madre e hijo se convirtieran en dos víctimas más de la catástrofe de Australia.

Hay poco que decir y quizás el sentimiento de todos lo resumía el padre de Jordan: ‘sólo intento imaginar qué es lo que le pasó a Jordan por la cabeza aquellos momentos. Aunque estaba muerto de miedo, dio su vida por su hermano. Es nuestro pequeño héroe”. A todos se nos estremece el alma, se nos agrieta el corazón, cuando por Internet vemos las fotos de Jordan –sus ojos verdes, su rostro pecoso- o las de su hermano, arrasado por el llanto, en los funerales que se celebraron en Toowoomba. No cabe duda de que la Red es una inmensa puerta al conocimiento, pero también nos acerca al dolor, nos hace sentir la desolación de una familia aunque se encuentre a miles de kilómetros de distancia, en las antípodas de nuestras tranquilas existencias.

En las grandes tragedias, en los momentos más difíciles, puede surgir lo mejor de nosotros mismos. El 20 de agosto de 2008 el accidente del vuelo JK-5022 Spanair sacudía España y segaba la vida de 153 personas. Escribía yo entonces sobre la salmantina Amalia Filloy, que entregó su vida por la de su hija María e iluminó ese miércoles negro cuando le rogó al bombero Francisco Martínez que primero rescatara a su hija. Amalia y Jordan son los auténticos héroes de nuestro mundo, y su ejemplo y su sacrificio no deberían quedar nunca en el olvido.

Meditaba escribir esta semana sobre la agonía de la Cultural o sobre algunas de las pequeñas miserias que nos rodean. Pero necesitaba reconciliarme con el género humano, quería recordar a ese pequeño héroe que se llamaba Jordan Rice.

17 de enero de 2011

¿Quién es el candidato?

Al final, y tras un largo y laborioso proceso, la cúpula del Partido Popular, reunida en el Instituto Leonés de Cultura (me fascina la debilidad de estos chicos por las Bellas Artes) decidió designar a Emilio Gutiérrez como candidato a la Alcaldía de la City. Desde el Partido Popular confían en que la caída libre del PSOE y las negras tinieblas de la crisis que nunca termina les permitirán recuperar la Alcaldía con cualquier candidato. El argumento parece ciertamente aplastante aunque, con esta tesis, no entiendo por qué no han nominado a Manolo el del Bombo, personaje popular y cercano, o a Ashran el Nigromante, que queda como muy exótico. Pero son ellos los que deciden, y a mí ni siquiera me han hecho una encuesta telefónica. La cuestión es que ahora la palabra la tienen los electores, y éstos son muy raros y tienen la mala costumbre de votar a quien les da la gana. Cosas de la democracia.

Se nos quiere colar que se ha buscado un candidato con perfil de buen gestor, discreto, trabajador, con experiencia, un aire nuevo y todas esas cosas que se dicen en las ruedas de prensa. Pero a nadie se le escapa que se ha elegido a Emilio Gutiérrez, básicamente, porque es una persona cercana a la dirección del partido. Y ello en detrimento de otras posibilidades con más tirón electoral y garantías de éxito, como podían ser Cecilio Vallejo o Javier García Prieto. Personas que, por otra parte, despiertan simpatías (es decir, votos) incluso en sectores ideológicamente alejados del PP, esa extraña tierra de nadie donde se ganan las elecciones.

No niego que Emilio Gutiérrez pueda ser un buen Alcalde, entre otras cosas porque creo que nos hace falta gestión y eficiencia en la cosa pública y nos sobra demagogia y palabrería. Pero si tengo claro que no es la mejor opción y que, en el fondo, no deja de ser el candidato de Carrasco, a pesar de esa imagen de adhesión inquebrantable y unánime consenso que se quiere transmitir.

En mayo pueden suceder fenómenos curiosos. Quizás Javier Arenas conquiste la Junta de Andalucía, tras una eternidad de virreinato socialista y, al mismo tiempo, Francisco Fernández conserve la Alcaldía de León. Rajoy pensará que el mundo se ha vuelto loco y tomará medidas drásticas. Por ejemplo, fumarse un puro.

14 de enero de 2011

Cuento de Navidad

Casi todos recordamos ‘Cuento de Navidad’, la célebre narración de Charles Dickens, y a su protagonista, el avaro y misántropo Scrooge, siniestro personaje que no cree en la Navidad y ni siquiera la celebra. Pero aunque, al final de la novela, Mr. Scrooge se reconcilia con el espíritu navideño y con sus semejantes, algunas notas de su primitiva personalidad diríase que han persistido a través de los tiempos.

Y han llegado hasta el equipo de gobierno del Ayuntamiento de León, que no parece muy ilusionado con esto de las fiestas navideñas. Una hipótesis que barajo es que se han vuelto ahorradores –o avaros- como Scrooge, y han decidido no malgastar el dinero en celebraciones y eventos. Pero, como hay datos que desmienten esta suposición (el tranvía, el Palacio de Congresos, el sueldo de Abel Pardo y un largo etcétera), mis pesquisas caminan en otra dirección. No creen en la Navidad porque la consideran una celebración trasnochada y reaccionaria, poco acorde con la nueva moral que nos anuncia el Profeta de la Moncloa.

¿En qué baso mi tesis? Pues, sin ir más lejos, en las luces que adornan la ciudad, que lo mismo que anuncian la Navidad podrían ser el reclamo de una verbena o de un club de carretera, o en la Cabalgata de Reyes, asunto que requiere un breve apunte. En la Cabalgata subsisten algunos clásicos, como la payada del Belén -que decía mi abuela-, las ovejas o los propios Reyes, pero el resto es una mezcla de casi todo: zancudos, elefantes, dragones, bailarines en bicicleta, odaliscas, mineros, vehículos municipales, Bob Esponja, comparsas, etc. Hay sitio para todo, y uno no sabe si estamos en Reyes, en Carnaval o en las Fiestas de San Juan y San Pedro. En mi opinión, y más allá de las creencias de cada uno, la Navidad tiene sus señas de identidad, que deberían ser respetadas. Bastante tienen que soportar los Reyes con la competencia de Papá Noel para que, además, les organicen una Cabalgata-romería. Y hay que estudiar algo, queridos, que nos habéis colocado una vaca en lugar de un buey.

Por último, ¿dónde están los romanos, imprescindibles en toda Cabalgata de Epifanía que se precie? Preguntaré en el correspondiente Negociado del Ayuntamiento, aunque ya sé lo que me van a responder: paparruchas, que diría Scrooge.