28 de diciembre de 2007

Nos vemos en el camino

Como todos los años ya estamos en Navidad. Y, como desde hace tiempo, la caprichosa Fortuna pasó por León en forma de sorteo de la Lotería sin detenerse apenas. Entonces surgen todas esas expresiones tan oportunas como poco sinceras y decimos que “no hay mejor lotería que el trabajo y la economía” o que “por lo menos tenemos salud, que es lo importante”. Resumiendo: “que el que no se consuela es porque no quiere”. Si seguimos divagando, nos percatamos de la intensa presencia del azar en nuestras vidas. Así, cuando la Lotería cae en esa Farmacia a la que siempre vamos pero a la que, por el mismo azar en forma de catarros infantiles, hace tiempo que no acudimos. Sigues haciendo conjeturas sobre el futuro que pudo ser y no fue, sobre lo que fue posible, o simplemente probable, pero que ya no sucederá jamás. En el fondo, todos somos conscientes de que, en muchas de nuestras grandes decisiones, (la carrera elegida, el trabajo del que vivimos, etc.) el azar ha estado mucho más presente de lo que de lo que nos gusta creer. Sobre el particular recomiendo leer esa magnífica obra de teatro de Edgar Neville titulada “La vida en un hilo”, que el mismo autor (otro gran olvidado de la cultura oficial) llevó a la pantalla y que plantea estos inquietantes y sugerentes interrogantes.

Pero, más que del azar y sus insospechados efectos, quiero hablar de la Navidad, que un año más ha vuelto para que nos reencontremos con todos los tópicos con los que, en realidad, nos sentimos tan a gusto. Ya estamos en Navidad y Papá Noel ya aterrizó con sus renos en el instante preciso para que los niños puedan disfrutar de sus regalos durante todas las vacaciones. Y ya tenemos la capital de la provincia iluminada –es un decir- con las luces navideñas, tan tristes y desvaídas que recuerdan un poco a la serie “Cuéntame”, como dice mi admirada Ángela Domínguez. Ya han llegado las cenas de empresa, las funciones en el Colegio, las veladas familiares, el mensaje de Su Majestad apelando a la unidad de todos los españoles, los recopilatorios, las felicitaciones, las grandes palabras y los mejores deseos.

En el fondo la Navidad sigue siendo la de toda la vida, ese momento del año que nos reconcilia con los rincones dorados de nuestra infancia, aunque algo haya cambiado o se haya adaptado, con mayor o menor fortuna, a las exigencias de los tiempos modernos. Ahora las felicitaciones ya no viajan por correo sino que circulan en forma de SMS, tan originales y sorprendentes –algunos- como lucrativos para las empresas de telefonía móvil, que facturaron por este concepto 1.655 millones en el año 2.006. La televisión ya no ordena ni condiciona nuestras vidas y nuestros momentos de ocio, probablemente para bien, y tenemos que rebuscar entre las películas de Disney y los videos familiares para volver a disfrutar de esa joya llamada “Qué Bello es vivir” y llorar un buen rato con James Stewart y nuestros viejos amigos de Bedford Falls. Aunque en algún momento quizás pensemos que esa maravilla dirigida por Frank Capra es sólo una película y que, en el mundo real, George Bailey hubiera aceptado la oferta de Mr. Potter y acabaría trabajando en su imperio inmobiliario y cerrando su vieja compañía de empréstitos.

La Navidad es época de buenos deseos para el año venidero: apuntarse al gimnasio, aprender inglés, estar más tiempo con los hijos y tantos otros que repetimos todos los años, convencidos de que esta vez nuestras intenciones se acercarán un poco más a la realidad. Quizás ésta sea una buena ocasión para que nuestros políticos expusieran también sus mejores propósitos para el año que comienza: ser sinceros con los electores, no derrochar el dinero de los contribuyentes, buscar el consenso antes que el enfrentamiento, trabajar pensando en el bien de todos los españoles y tantos más. Quizás sea pedir demasiado, pero es tiempo de Navidad, y los milagros pueden suceder más allá de los límites de Bedford Falls.

La Navidad es el momento para disfrutar de los nuestros y para valorar, alejados del ritmo acelerado de nuestra vida moderna, todo aquello que tenemos. Volviendo a “Qué bello es vivir” todos, aunque no nos demos cuenta, hacemos algo para que la existencia de aquéllos con los que convivimos sea un poquito mejor. Y, por eso, y como decía Clarence -el ángel de la película-, todas nuestras vidas son muy importantes y cuando alguien falta deja un vacío muy grande e imposible de llenar.

Para el próximo año 2.008, y para todos los sucesivos, les deseo prosperidad, salud y toda la suerte que se merecen. Felices Navidades para todos. Como canta el Sueño de Morfeo, el grupo favorito de mi hija Julia: “nos vemos en el camino, que queda por recorrer”.

12 de diciembre de 2007

El Titanic navega por el Bernesga

En 1.997 James Cameron llevaba a la gran pantalla la historia del R.M.S. Titanic, el mayor barco de pasajeros de su tiempo y, a la vez, símbolo del lujo y la prepotencia de una época. El buque, calificado como insumergible, chocó con un iceberg en su viaje inaugural, un 14 de abril de 1.912, y acabó su historia en las gélidas aguas del Atlántico Norte, llevándose con él la vida de más de 1.500 de sus 2.224 pasajeros. En la película, en mi particular opinión, brillaba más la enigmática y perturbadora belleza de Kate Winslet que todos los efectos visuales a los que el cine moderno nos tiene acostumbrados, pero sí quedaba reflejado el espíritu alegre, insolente y despreocupado de aquellos días.

Viene esta metáfora a cuento de la situación económica del Ayuntamiento de la capital y de su Plan de Salvación Económica. Un Plan de Salvación que hasta ahora sólo se ha traducido en una subida de impuestos y en la contratación externa de un estudio para saber qué hay que hacer (vale 168.000 euros el estudio, por cierto). Me asaltan las dudas. No me creo que no haya nadie en el Ayuntamiento, entre 2.000 trabajadores, que no sea capaz de encontrar soluciones. Otro apunte: si no saben cómo resolver la “crisis financiera” ¿para qué se presentan a las elecciones? Yo en mi casa, por ejemplo, no me ofrezco para arreglar persianas, porque me encuentro incapaz de tan singular tarea, aunque mi suegro haya intentado adiestrarme en esa técnica doméstica que a mí me parece cosa de magia.

Puedo comprender una subida de impuestos, pero siempre que vaya acompañada de medidas de ahorro y de la racionalización de ese gasto. Como decía José Borrel en sus brillantes tiempos de Secretario de Estado de Hacienda, la presión fiscal se justifica por la legitimidad del gasto y la política consiste en asignar recursos escasos a necesidades múltiples. En esa elección, fuera de oropeles y electoralismos, es donde reside, y se conoce, la auténtica talla de un político, que no deja de ser un administrador del dinero de los contribuyentes.

Y aquí tropezamos con uno de los problemas. El Ayuntamiento tiene que destinar sus recursos a aquello que sea más importante para los ciudadanos. Me puede parecer perfecto que se sufraguen cursos de Tai-chi o clases de leonés, pero siempre que queden cubiertas lo que podemos llamar las necesidades básicas de una ciudad moderna: servicios públicos, obras, tráfico, etc. Hay que marcar prioridades y no se puede vivir por encima de nuestras posibilidades, y esta regla es aplicable tanto a una familia como a un Ayuntamiento.

Un ejemplo: no discuto la gran apuesta o la envergadura de ese Titanic llamado Palacio de Congresos de la Azucarera. Pero pagar 5 millones de euros a Perrault por la redacción del proyecto cuando los proveedores del Ayuntamiento no pueden cobrar sus facturas me parece igual que comprarse el Amazona de Loewe (un bolso que es lo más según las expertas) cuando tienes problemas para llegar a fin de mes y te van a cortar la luz por impago. Y en el caso del Ayuntamiento de León, desgraciadamente, esto último no es una metáfora.

Y entramos en la otra gran cuestión, el exceso de plantilla. Decía hace algunas semanas que para hacer tortilla hay que romper los huevos. La frase no es mía, y se atribuye a Carlos Solchaga, Ministro de Industria en el primer gobierno de Felipe González y uno de los artífices de la reconversión industrial. Una reconversión dura, traumática, quizás injusta en ocasiones, que dejó a miles de personas en el paro, pero que permitió que España entrara en una época de crecimiento que ha llegado hasta nuestros días. Seamos claros: la reconversión de una empresa se hace para, recortando personal, asegurar la viabilidad de la misma y el empleo del resto de los trabajadores. Y un Ayuntamiento no es algo muy diferente. Existe la creencia de que el Ayuntamiento no puede quebrar, pero también se pensaba que el Titanic era insumergible.

Hay dos formas de asegurar el desastre: una es pedir lo imposible y otra es retrasar lo inevitable. Cuanto más se tarde en tomar las medidas que todos sabemos, tan necesarias como impopulares, más cerca estaremos de hundirnos. Y las soluciones pueden ser duras pero están ahí: recortar plantilla, reducir gastos, fijar prioridades, vender patrimonio. Incluso subiendo impuestos, pero no acepto que la única medida posible sea castigar el maltrecho bolsillo de los contribuyentes.

Esta claro que el Titanic navega por el Bernesga, con Francisco Fernández gritando “soy el rey del mundo” estilo Leonardo di Caprio mientras el Ayuntamiento se encamina a toda máquina hacia el desastre. Y esta vez, me temo, tampoco hay botes salvavidas para todos.

8 de diciembre de 2007

Enrique V

Este es el día de la fiesta de San Crispín" —dice el rey a sus tropas— "el que sobreviva a este día volverá sano y salvo a sus lares, se izará sobre las puntas de los pies cuando se mencione esta fecha, y se crecerá por encima de sí mismo ante el nombre de San Crispín. El que sobreviva a este día y llegue a la vejez, cada año, en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigos y les dirá: «Mañana es San Crispín». Entonces se subirá las mangas, y, al mostrar sus cicatrices, dirá: «He recibido estas heridas el día de San Crispín». Los ancianos olvidan; empero, el que lo haya olvidado todo, se acordará todavía con satisfacción de las proezas que llevó a cabo en aquel día. Y entonces nuestros nombres serán tan familiares como los nombres de sus parientes... serán resucitados por su recuerdo viviente y saludable con copas rebosantes. Esta historia la enseñará el buen hombre a su hijo, y desde este día hasta el fin del mundo la fiesta de San Crispín nunca llegará sin que a ella vaya asociado nuestro recuerdo, el recuerdo de nuestro pequeño ejército, de nuestro feliz pequeño ejército, de nuestro bando de hermanos; porque el que vierte hoy su sangre conmigo será mi hermano; por muy vil que sea, esta jornada ennoblecerá su condición y los caballeros que permanecen ahora en el lecho de Inglaterra se considerarán como malditos por no haberse hallado aquí, y tendrán su nobleza en bajo precio cuando escuchen hablar a uno de los que han combatido con nosotros el día de San Crispín".

27 de noviembre de 2007

La estadística de la muerte

Podría hablar de la visita de Rajoy a León, de esa subasta de rebajas tributarias o de la escalada de los tipos de interés. Coincidirán conmigo que el Partido Popular debería cambiar de Director de Comunicación porque lo de “Con Rajoy es posible llegar a fin de mes” me parece un lema electoral directamente lamentable. Entre otras cosas porque no sabemos si se refiere a que con el sueldo de Rajoy es posible llegar a fin de mes, cosa que ya suponíamos, o que repartirá parte de su salario entre todos nosotros, cosa que dudo. Veo más acertado al PSOE con sus campañas y ayer, el día de la proclamación de Zapatero a los sones de la canción de Tequila “que el tiempo no te cambie”, lo han vuelto a demostrar. Otra cosa es que la comunicación no deja de ser el marketing de la política, y más importante que el mensaje es la calidad del producto. Aunque esa es otra historia.

Pero existen cuestiones más importantes. Ayer, 25 de noviembre, era el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y este Día nos vuelve a recordar una dramática realidad: en lo que va de año han sido asesinadas 67 mujeres en España, y prosigue la vergonzosa estadística de años precedentes: 68 mujeres en el año 2.006, 62 en el 2.005….Y cada número es una vida segada, un futuro arrebatado. Uno de los últimos asesinatos, el de Svetlana, apuñalada por su antigua pareja cuatro días después de rechazarle ante las cámaras de televisión vuelve a plantear muchas cuestiones, como el papel de los medios o la eficacia de las instituciones. Pero no nos engañemos: aunque todos tengamos algo que hacer el gran responsable es el que mata. De la misma manera que, en la tragedia de Shakespeare, el gran culpable es Otelo, que estrangula a Desdémona, no Yago, que le hizo creer que su mujer le había sido infiel.

Algo se ha hecho en los últimos años para eliminar esta auténtica lacra social, pero las cifras siguen siendo estremecedoras. Sobre todo cuando pensamos que detrás de cada número existe una historia dramática de brutalidad, humillación y violencia. Cuando sabemos que cada dato esconde una tragedia, su víctima y su verdugo. Cuando imaginamos cuantos hijos (como el de Svetlana, de dos años) tendrán que vivir sin el cuidado y la sonrisa de una madre porque un desalmado decidió que era suya y que no podía ser de nadie más.

No estoy muy de acuerdo con la expresión “violencia de género”, aunque cómo lo llamemos es una cuestión absolutamente secundaria. No creo que tenga que ver con el género, sino con la obsesión que mueve al maltratador, que es imponer su voluntad a otra persona a través de la amenaza constante, de la violencia diaria, de la humillación y el desprecio como arma y estrategia. Se trata de una forma de terrorismo, que se desarrolla en el ámbito doméstico, que muchas veces se oculta como algo vergonzante porque la víctima piensa erróneamente que es tan culpable (o responsable) como el verdugo. Por ello lo esencial, lo primero, es partir de que nadie tiene derecho a decidir cómo tiene que ser la vida de otra persona, que el “no” siempre significa “no”, que no hay excusas ni circunstancias que justifiquen el maltrato o la humillación. Y que la Ley tiene que ser implacable con aquellos que no respetan la libertad, la integridad o la vida de sus semejantes.

Existe un problema y es que la violencia doméstica hasta ahora nunca se ha visto como lo que es: una vergüenza para todos, un crimen que hay que desterrar. Hasta hace poco los diarios se referían a estos dramáticos hechos como “crímenes pasionales” y el Código Penal considera una atenuante los estados pasionales. Incluso expresiones tan terribles como “la maté porque era mía” han estado instaladas en el inconsciente colectivo durante muchos siglos, y tenemos que luchar contra esa herencia.
Por eso creo que lo primero es que la sociedad vea el terrorismo doméstico como una lacra que hay que eliminar a toda costa y que nuestros gobernantes lo asuman como una prioridad política. En este sentido algo estamos avanzando y es necesario convertir esa conciencia social y esa voluntad política en medidas concretas y efectivas que consigan desterrar esa siniestra estadística de mujeres asesinadas. Al parecer sólo se denuncian el 10 por ciento de las agresiones, y este es el primer aspecto en el que hay que incidir. Que denunciar los malos tratos no tiene que avergonzar a quien los sufre, sino a quien los ejerce. Porque la maltratada tiene que encontrar, desde el primer momento, la comprensión y el apoyo de todos. Y medios de comunicación, policía, jueces y fiscales, la sociedad entera, debemos hacer algo para que esta estadística de la muerte deje de ser noticia.

18 de noviembre de 2007

Por qué no te callas y otros temas de actualidad

Debo comenzar reconociendo que éste no era el tema que tenía previsto para mi cita quincenal con mis lectores, pero no es menos cierto que la actualidad manda y a nadie se le escapa que esta Cumbre Hispanoamericana será recordada por la famosa frase de Su Majestad, dirigida a este moderno Tirano Banderas que es Hugo Chávez. Tenía dos cuestiones en la recámara que deberán esperar para mejor ocasión. La primera era mis impresiones sobre la sentencia del 11-M que, en mi opinión y por encima de otros aspectos, nos ha reconciliado a todos con el saludable funcionamiento del sistema judicial español. La sentencia nos recuerda un dato fundamental: los Tribunales se pronuncian sobre las consecuencias jurídicas de los hechos que el propio juzgador considera probados, y no se dedican a hacer elucubraciones teóricas sobre supuestas conspiraciones. Y un aviso para navegantes: lo que los ciudadanos queremos es que el Estado ponga todos los medios para que el 11-M no vuelva a repetirse y que todos los condenados cumplan las penas impuestas. Se lo debemos a las víctimas.

El segundo tema previsto era la situación económica del Ayuntamiento de León y su Plan de Salvación Económica. Me ha chocado que una de las primeras medidas de choque sea la subida del Impuesto de Bienes Inmuebles en un 26,4 por ciento. Los defensores de la medida argumentan que nuestra presión fiscal es inferior a la de otros municipios similares pero me temo que han comenzado por lo más fácil. Y aventuro que lo que se consigue subiendo el IBI es que los que trabajan en León se escapen a vivir a los municipios del Alfoz, con lo que la recaudación municipal se acabará resintiendo. Confío no obstante en que el Plan Marshall de Francisco Fernández no quede en una subida de impuestos y se analicen y resuelvan los grandes problemas: el exceso de plantilla, las prioridades en el gasto, el patrimonio del Ayuntamiento o los servicios impropios que León presta a los municipios del Alfoz. Otro aviso: no se puede hacer tortilla sin romper los huevos.

Pero como iba diciendo la actualidad no deja de imponer su jerarquía, y el “¿por qué no te callas?” ha sido la noticia más leída y comentada a nivel mundial en las últimas 48 horas. De hecho ya circulan montajes y chistes por la Red y la expresión del Rey acabará siendo el tono más utilizado en los teléfonos móviles.


Sobre el incidente en la Cumbre, y como decía Jack el Destripador, vayamos por partes. En primer lugar no negaré a Hugo Chávez el derecho a expresar sus opiniones sobre el que fuera nuestro Presidente del Gobierno (por cierto, cuánto le cuesta a Aznar abandonar la primera página de la escena política). Pero la libertad de expresión tiene su primer límite en la buena educación y las descalificaciones siempre retratan a quien las hace. Por otro lado, creo que Zapatero ha estado firme y a la altura de las circunstancias exigiendo respeto para quien fue elegido por los españoles para ser su Presidente (y en una auténtica democracia como la nuestra). Y no creo que la culpa de todo la tenga Zapatero y su política exterior, como sostiene el PP, porque desde los tiempos de Aznar tengo la sensación de que no tenemos una política exterior clara y nos dedicamos a ejercer un extraño papel en eso que llaman la comunidad internacional.

Comprendo y respaldo, y probablemente seremos muchos, la frase que nuestro Rey ha dirigido a Hugo Chávez. El problema de Hugo Chávez (como el de Fidel Castro) es que están tan acostumbrados a oírse a sí mismos que no escuchan a nadie. Personajes como Fidel, que se dedica a hacer discursos interminables sobre “Revolución o Muerte”, o como Hugo Chávez, que tiene incluso un programa en la televisión que se titula “Aló Presidente”, es que sólo conciben el monólogo y no soportan que nadie les diga nada. No sólo no comprenden la disidencia sino que la persiguen y se dedican a dar la lata durante horas y horas con esa retórica populista según la cual el culpable de todo es la “noche neoliberal” que quiere extenderse por América Latina. Aunque la democracia liberal que ellos detestan haya conseguido crear empleo, riqueza y bienestar no sólo en Europa sino también en algunos países de Hispanoamérica.

Lo que sucede es que, pasada la Cumbre Hispanoamericana, Hugo Chávez volverá a su República bananera y, bajo el pretexto de que fue elegido democráticamente (como Hitler), seguirá con sus pesados y vacíos discursos, empujando a su Nación hacia el desastre. Por eso está bien que por una vez, alguien le haya dicho que se calle. Aunque, sin querer enmendar a Su Majestad, yo le hubiera dicho: “¿Hugo, por qué no te callas… y escuchas?. Es probable que aprendas algo”.

31 de octubre de 2007

Más dura será la caída

“Más dura será la caída” es el título de una película dirigida en el año 1.956 por Mark Robson y que supuso la última interpretación del gran Humphrey Bogart (nuestro inolvidable Rick de Casablanca), quien al año siguiente nos abandonó para convertirse en un mito para varias generaciones. La película cuenta la historia de un veterano periodista que es contratado como agente de prensa (el antepasado de los modernos directores de comunicación) para que consiga hacer de un gigantesco y torpe boxeador un gran campeón del cuadrilátero.

La cinta nos habla de oficio del periodista y de la responsabilidad que va implícita en su trabajo, pero también nos advierte y enseña que, cuanto más rápido y fulgurante es el camino hacia la cima, más dura –y cruel- será la caída. Nos introduce en el ambiente del boxeo que tan bien ha sabido captar el cine americano (desde la obra maestra que fue “Cuerpo y Alma” hasta la reciente y emotiva “Cinderella Man”). Pero el espíritu –o el mensaje- de la cinta pueden trasladarse sin dificultad a cualquier deporte, o a otros escenarios de la vida donde asistimos cada día a vertiginosas ascensiones y a insospechados descensos, como puede ser el mundo de las finanzas (¿dónde está Javier de la Rosa?) o el ámbito político (¿qué fue de Rosa Conde?).

Vienen estas reflexiones al hilo de la muerte, la pasada semana, de Lourdes Arroyo, la mujer de Mario Conde, el brillante y hábil financiero que protagonizó una irresistible ascensión al olimpo de las finanzas y que se convirtió –para bien y para mal- en el símbolo de una época. Una mujer discreta y valiente que ha muerto a los 52 años (la Muerte es una dama traidora pero hay veces que llega tan pronto que hace que nos preguntemos el porqué de todo). Una mujer que, como relataba este diario el pasado domingo, nunca fue amante de los flashes que la perseguían al calor de la fulgurante ascensión de su marido pero tampoco los rehuyó cuando llegó la caída.

He de reconocer, aunque sea políticamente incorrecto, que tengo cierta simpatía por Conde. Lógicamente este artículo no va dirigido a analizar sus difíciles relaciones con los juzgados o sus estrategias financieras. Pero una cosa está clara: ni era tan grandioso cuando estaba en la cima y todos le adulaban ni tan perverso cuando, abandonado por casi todos, acabó en una celda de Alcalá-Meco. Siempre me cautivó el dominio de la escena que tenía Conde, su magnetismo personal y esa capacidad de adaptarse a las distintas situaciones manteniendo la dignidad y la presencia de ánimo. Y, con seguridad, en esa entereza ha tenido mucho que ver su mujer, Lourdes Arroyo.
Los españoles tenemos en la envidia uno de nuestras señas de identidad. Curiosamente es el único pecado en el que su autor – el envidioso- no obtiene placer ni satisfacción alguna (por lo menos el perezoso descansa), sino que sufre cuando ve que otros a su alrededor logran el éxito. Pensamos para nuestros adentros que “mira dónde ha llegado este y no vale para nada” y esperamos que cualquier falta, el mínimo error, o la rueda de la caprichosa fortuna, lo precipite al abismo de la derrota para pontificar en voz alta “ya lo decía yo”. Hay una expresión terrible en España, aquella de “hacer leña del árbol caído”, que refleja bastante bien este comportamiento tan típico y peculiar como la tortilla de patatas.

En ocasiones, sin embargo, los españoles sentimos algo de mala conciencia y revisando nuestra historia, reconocemos la valía y el compromiso de aquellos que han dedicado su tiempo y su energía a hacer que nuestra convivencia sea mejor. Es el caso de Adolfo Suárez, de quien ahora se recuerda su trayectoria y sus logros cuando él se ha olvidado de quién es. O de Felipe González, en el que Luis María Anson reconocía hace días al mejor estadista que ha tenido la democracia cuando hace años que se dedica –entre otras cosas- a diseñar piedras (Felipe, no Anson que es como Peñafiel y vive en la Televisión saltando de programa en programa).

Me gustaría extraer dos conclusiones, bastante obvias y nada originales. La primera, que no hay pérdida comparable a la de un ser querido. Ni cuando el poder nos abandona, ni cuando la fortuna nos es esquiva, y seguramente Mario Conde sufre esta certeza en estos momentos. Y la segunda que deberíamos ser conscientes de que nadie está en la cumbre para siempre. En la Antigua Roma, cuando un general entraba victorioso en la ciudad, entre el alborozo de la muchedumbre la voz de un esclavo le decía al oído al triunfador: “Recuerda que eres mortal”. Porque siempre llega el día, como decía Leopoldo Calvo Sotelo, en que ningún periodista te llama por teléfono. Y no es porque te hayas quedado sin cobertura.

15 de octubre de 2007

El día de todos los españoles



La casualidad ha querido que mi tribuna quincenal vea la luz en una fecha tan señalada como es el día 12 de octubre, elevada desde 1.978 a la categoría de Fiesta Nacional de España. En estos tiempos revueltos asistimos, desde diversos frentes, a un ataque que pretende socavar la esencia del sistema político que se abrió para todos con la Constitución del 78, y aquí podemos incluir el frenesí estatutario, las consultas populares del vulcaniano Ibarretxe o la quema de las imágenes de los Reyes de España.

Esta coincidencia cronológica me permite obviar los acontecimientos locales de los últimos días que merecerían sin duda mi atención. Así, la retirada de Joaquín Otero de la Secretaría General de la UPL, abandonando el timón de un barco que prosigue su firme rumbo hacia ninguna parte. O el traspaso del otrora candidato y antes Alcalde, Mario Amilivia, que abandona las canchas municipales para alcanzar los lujosos salones del Consejo Consultivo de Castilla y León.

El problema de unos individuos quemando fotos de Su Majestad no tiene nada que ver con la libertad de expresión sino con el respeto a unas instituciones que los españoles, al aprobar la Constitución en 1.978, refrendamos como propias. Me preocupa también que, si pudieran, los incendiarios quemarían no sólo al Rey, sino también a todos los que no pensamos como ellos. Tampoco creo que tenga que penarse con la cárcel (no van a ir de todas formas, aventuro) pero me agradaría verles fregando algún edificio público estilo Naomi Campbell.

No quiero entrar en una dialéctica Monarquía-República, aunque particularmente pienso que un sistema republicano parece exigir un componente presidencialista (el caso de Francia) si se quiere que ese Presidente sea algo más que una figura decorativa renovada cada 4 años (¿quién es el Presidente de Alemania?). Pero nadie niega que la Monarquía ha prestado un inestimable servicio a España y a la concordia entre los españoles y ha garantizado un largo período de estabilidad política y de prosperidad económica. Existe otra razón que quiero exponer: las naciones necesitamos algo que nos unifique, que nos de un concepto más amplio, que nos indique que somos algo más que polvo en el viento. Porque el Estado de los reinos de taifas que quiere evaporar la idea de España nos acabará convirtiendo en una simple comunidad de propietarios recelosos del vecino y preocupados sólo de sus pequeñas miserias.
No me parece mala idea la propuesta por Mariano Rajoy de convertir la Fiesta Nacional en el día del “orgullo de ser españoles”. Lo bueno de la democracia es que cualquiera, incluso Rajoy, puede tener una buena idea. Como eso que dicen de que en Estados Unidos cualquiera puede llegar a ser Presidente, y su actual mandatario es una buena prueba de ello. El concepto de Patria o Nación, o la Bandera y el Himno, no son patrimonio exclusivo de la derecha, aunque cierta derecha se haya apropiado de ellos en el pasado. Incluso, por tradición histórica, la izquierda siempre ha creído en una concepción jacobina de la Nación y ha perseguido un Estado fuerte y solidario, en la creencia de poder garantizar así los derechos y las oportunidades de todos.

Parece paradójico que, a pesar de tanta Ley de la Memoria Histórica, nos estamos olvidando de nuestra Constitución, que no deja de ser histórica aunque sea muy actual. Rebuscamos tanto en el pasado que no nos preocupamos del futuro. Insistimos tanto en nuestras diferencias, en nuestras peculiaridades, que nunca nos percatamos de todo aquello que nos une. Los símbolos no son simplemente parte del decorado y, cuando unos tipos queman fotos de Su Majestad, están atacando el fundamento de nuestra Nación. Frente a ese anhelo disgregador creo, y apuesto que no soy el único, que debemos caminar en la dirección contraria, aglutinar esfuerzos y aunar voluntades en ese proyecto común que, sin olvidar la Historia, nació un 6 de diciembre de 1.978 cuando los españoles aprobamos la Constitución. Una Constitución que, le pese a quien le pese, sólo la podemos cambiar todos los españoles y no los extraños caprichos de una secta de iluminados.

Cuentan las crónicas que hace 515 años, un 12 de octubre, un marinero español llamado Rodrigo de Triana gritó Tierra y descubrió América. Hay muchos empeñados en descubrir América todos los días y parece “poco moderno” oponerse a los delirios nacionalistas. Pues, hoy -el día de todos los españoles- coincido con Rajoy en que debemos sentir el orgullo de ser españoles. Con nuestras grandezas y nuestras miserias, con nuestro pasado –doloroso en ocasiones- y sobre todo con nuestro futuro. Porque como escribía Eduardo Marquina: “España y yo somos así, Señora”.

27 de septiembre de 2007

RIEN NE VA PLUS



Rien ne va plus es la frase que pronuncia el croupier, después del “Hagan juego, señores” anunciando que la bolita de marfil inicia su camino hacia el azar y que, a partir de esa momento, ya no se pueden hacer más apuestas. También creo, es el título de una película de Claude Chabrol que reconozco no haber visto porque últimamente, por razones digamos logísticas, ando más pendiente de otro tipo de cine y así el pasado domingo nos fuimos la familia a los Van Gogh disfrutar de Ratatoulle, la última, inteligente y deliciosa fábula producida por la Factoría Pixar.

Y cuál es la razón de este título, se preguntarán, acaso, mis asombrados lectores. Pues me gustaría hablar de esas medidas o anuncios-estrella, al parecer de gran calado político que, sospechosamente, siempre aparecen cuando los gobernantes sienten que se acerca el momento electoral y recuerdan que hay que someterse a eso tan bonito llamado el “veredicto de las urnas”. Entonces sienten la imperiosa necesidad de convencer a los posibles votantes de que ellos son los mejores. Lo que Sosa Wagner en su tribuna de ayer titulaba en acertada metáfora “la berrea del político”. Porque de la misma manera que, después del rien ne van plus, no se pueden hacer apuestas en la ruleta, el Gobierno (cualquier Gobierno) no debería, con las elecciones a la vista, tomar decisiones con el dinero de todos que parecen diseñadas para atrapar y engatusar al crédulo votante.

Se ha hablado mucho de ese gran Plan Zapatero-Chacón que pretende resolver el problema de la vivienda. Realmente la vivienda no tiene problemas, quien los tiene es el que no pueden acceder a ella o tiene serios quebraderos para convivir con la hipoteca. No quiero centrarme en las bondades o maldades de las medidas anunciadas (los famosos 210 euros al mes) ya que se han pronunciado sesudos análisis sobre la materia. Quizás, aventuro, sería más inteligente (pero menos llamativo) actuar sobre la oferta de potenciales viviendas en alquiler, teniendo presente que en España existen 3 millones de viviendas desocupadas sobre un parque total de unos 24 millones. Es decir, “convencer” al propietario de que ponga en el mercado los inmuebles, incluso aplicando la clásica política del palo y la zanahoria, es decir, seguridad jurídica para los alquilan y un cierto gravamen fiscal para los que no lo hacen. Porque subvencionando alquileres lo único que se hace es elevar la renta media, y para llegar a esa conclusión no hacer falta ser Paul Samuelson.

Porque la brillante idea de subvencionar alquileres a los jóvenes no requiere especiales conocimientos cabalísticos para que nuestros gobernantes hayan tardado tres años en llegar a ella. Quizás los mandatos electorales deberían extenderse más allá de los cuatro años porque entre que llegan, se enteran y tienen que irse se pasa la mitad de la legislatura. O quizás, de la misma forma que no se puede hacer propaganda en la jornada de reflexión, o se prohíben determinados “mensajes institucionales” en la campaña electoral, deberían limitarse esas “medidas mágicas e imaginativas” cuando el mandato agoniza. No me parece ético prometer y pagar unas cantidades con cargo a un Presupuesto que probablemente tengan que ejecutar otro Gobierno si así lo deciden los electores. Es como si yo fuera Presidente del Barça (cosa difícil pero no imposible) y me diera por fichar, en el último año de mandato, a José Mourinho (esto ya me parece no difícil sino imposible) y luego resulta que no gano las elecciones.

Es decir, el último presupuesto debería ser moderadamente restrictivo, aceptablemente austero y a ser posible consensuado entre los partidos políticos. En el fondo lo que propugno no es una idea descabellada, ya que, por ejemplo, es lo que se logró con el Pacto de Toledo respecto a las pensiones, que antes sólo se incrementaban de forma sensible cuando se acercaban esos idus de marzo que son las elecciones.

Otra cosa que me tiene perplejo es que existe un determinado grupo social, entre los que me incluyo, que parece que esquivamos subvenciones, y no por voluntad propia. Si tienes entre 40 y 65 años, ingresos digamos medios y eres español, no existes para la política social del gobierno. Y, como dijo el gran Shakespeare y rescató otro grande –Lubitsch- en To be or not to be: “Acaso no tenemos ojos, manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones, ¿no nos nutren los mismos alimentos? ¿no nos hieren las mismas armas? Si nos pincháis ¿no sangramos? Si nos cosquilleáis ¿no reímos? Si nos envenenáis ¿acaso no morimos? Y si nos ofendéis, ¿no nos vengaremos?” En definitiva que el Gobierno, cualquier Gobierno, gobierne para todos, y no se dedique a buscar yacimientos de voto.

14 de septiembre de 2007

Sin noticias de Madeleine

Probablemente este es uno de los artículos que me resulta más difícil y duro de escribir porque no es fácil saber a qué atenerse, ni siquiera es sencillo conocer, o por lo menos vislumbrar, donde está la verdad. La desaparición de la pequeña Madeleine McCann el pasado 3 de mayo, durante unas vacaciones con sus padres en el Algarve, ha llenado miles de páginas durante este verano, ha sacudido nuestra conciencias y nos ha llegado hasta lo más profundo del alma. Todos nos hemos puesto en el lugar de Gerry y Kate, todos hemos podido imaginar la zozobra, la angustia, la tristeza sin nombre (incluso el sentimiento de culpa) de esos padres y todos hemos rezado para que la niña se encontrara a salvo, fuera recuperada con vida y volviera al lado de su familia,

Pero el último giro del caso, que convierte a los padres de víctimas en supuestos responsables, abre otras muchas preguntas. ¿Qué sucede si realmente los padres dicen la verdad, y cómo serán “compensados” del agravio que supone haber sido declarados sospechosos de la muerte accidental de su hija?. Y en el caso contrario, si las hipótesis que maneja al parecer la policía portuguesa se confirmaran ¿cómo pueden unos padres fingir que su hija ha sido secuestrada, organizar una campaña, recaudar fondos, etc, sabiendo que nada de todo eso es verdad? Personalmente me parece impensable que unos padres puedan fingir tanto sufrimiento, pero las dudas sobre este asunto están ahí y sólo deseamos que el tiempo y la labor policial arrojen alguna certeza. Todos los que somos padres creemos que el mayor dolor imaginable es la pérdida de un hijo, y yo que tengo una hija de siete años que con dos meses fue operada del corazón he vivido ese abismo de angustia y desesperación. Pero, en realidad y estos días me he dado cuenta, es mayor el dolor cuando ni siquiera sabes si tu hijo está vivo.

Ciertamente hay tantos interrogantes que es difícil moverse en este desgraciado asunto. Muchos se preguntan cómo pueden unos padres irse a cenar y dejar a sus hijos de tres y dos años durmiendo en la habitación del hotel, aunque el restaurante esté a escasos metros. Todos los que somos padres nos convertimos en centinelas implacables, porque vemos peligros por todas partes y porque sólo nos sentimos seguros cuando contemplamos a nuestros hijos y cuando una sonrisa ilumina sus sueños. No lo sé. Probablemente se producen miles de situaciones semejantes y nunca pasa nada. Hasta que algo terrible sucede, y entonces es ya imposible volver atrás.

Otra reflexión que suscita este asunto es el papel de los medios y su responsabilidad social. La desaparición de Madeleine ha permitido comprobar que algunos casos tienen mucho más eco que otros. Pocos se acuerdan ya de Jeremi Vargas Suárez, que el 10 de marzo de 2.007 desapareció en Las Palmas, o de Josué Monge García, del que nada se sabe desde el 10 de abril de 2.006, o de Rosana Maroto, que fue vista por última vez en Valdepeñas en junio de 1.998, o de David Guerrero Guevara, más conocido como “el niño pintor”, que tenía 13 años cuando una tarde de abril del año 1.987 su familia perdió su pista cuando salió de su casa camino de una galería donde exponía un cuadro. Y de tantos otros que ya sólo existen para sus familiares, que se resisten – a pesar del tiempo y del silencio- a abandonar toda esperanza.

Las estadísticas son brutales: el 10% de las denuncias por desapariciones que se realizan cada año siguen vigentes 12 meses después. Nadie sabe si estas personas volverán algún día y sus familias tienen que convivir cada día con la angustia y la desesperación. Parece increíble, pero hay más de 2.000 españoles que un día abandonaron sus casas para no regresar jamás. Y cuando se trata de niños y jóvenes a los que parece que se ha tragado la tierra a todos se nos hiela el corazón. Cuando somos niños todos creemos que somos indestructibles y que nada nos hará daño. Según avanza el tiempo, y sobre todo cuando nos convertimos en padres, nuestra perspectiva cambia de forma radical. Entonces pensamos que los niños son de cristal, que son vulnerables, que están expuestos a miles de peligros y amenazas y que todo el cuidado, toda nuestra atención, todos los desvelos, pueden ser insuficientes. Que algún desalmado puede arrebatarnos lo que más queremos sin que siquiera tengamos el consuelo de llorar sobre la tumba de nuestro hijo.

No cabe duda que la desaparición de Madeleine ha permitido que esta tremenda realidad ocupe las primeras páginas de los medios y que todos seamos conscientes que algo tendremos que hacer. Por lo menos, y aquí vuelvo al papel de los medios, que nuestro olvido no haga desaparecer a todos esos niños en la nada más absoluta.

26 de julio de 2007

Buenas noches y buena suerte

“Buenas noches y buena suerte” es el título de una hermosa, valiente y sincera película dirigida por George Clooney, nuestro inolvidable Dr. Ross de Urgencias. La cinta evoca unos hechos ocurridos en la América de los años 50, cuando el periodista Edgard R. Murrow se opuso, desde su programa de televisión en la CBS, a las tácticas y actuaciones del tristemente célebre senador Joseph McCarthy. El título alude a la frase con la que Murrow cerraba su programa, emitido de costa a costa, los martes por la noche en horario de máxima audiencia (el “prime time” de la época). La película es una mirada hasta cierto punto cariñosa pero nada complaciente al mundo de la televisión y nos habla de la integridad y del papel de los medios de comunicación en la sociedad de la época.

Enlazando con la película quisiera hacer una reflexión (nada sesuda ahora que por fin ha llegado el verano) sobre mi intención al escribir estas tribunas, ahora que se cierra la temporada. Mi ánimo al colaborar, dos veces al mes (y ésta ya hace la número 29) en “La Crónica” ha sido simplemente expresar algunas opiniones y poner sobre la mesa temas que considero de cierto calado y que deberían, pienso, ser objeto de análisis y de debate. Desde la España de las Autonomías a la protección de la familia y desde los “mecanismos de elección de nuestros candidatos” hasta el papel de nuestras Fuerzas Armadas en el mundo que nos ha tocado vivir.

Probablemente me he repetido bastante porque, aunque soy un chico tremendamente aplicado, reconozco que no soy nada original. Muchos temas han quedado aparcados, esperando mejor ocasión y un nuevo encuentro con todos ustedes. Soy consciente de que la incidencia de mis artículos es escasa por no decir absolutamente nula, pero sí me hubiera gustado despertar en algún lector un breve comentario, una pequeña reflexión o, por lo menos, un ligero desacuerdo o una crítica despiadada.

Hace algunas semanas el Catedrático Sosa Wagner escribía en estas misma páginas un brillante artículo, en el que –entre otras razonamientos bastante atinados- hablaba de que nuestro sistema democrático había sido secuestrado (creo que esas eran sus palabras) por los partidos políticos. No le faltaba razón. Hoy por hoy los partidos -o sus “aparatos”- han invadido todos los ámbitos, incluso los órganos teóricamente diseñados para controlar a la propia Administración. En esa ocupación incesante me pregunto qué espacio le queda a eso que pomposamente llamamos la sociedad civil. Más exactamente ¿existe la sociedad civil? Porque si la sociedad civil existe debe expresarse, analizar y debatir los temas a través de los medios, desde los tradicionales hasta los modernos inventos que pueblan Internet. Y desde esa “sociedad civil” llega mi pequeña aportación a través de estos artículos. Sin ninguna pretensión, sin representar a nadie (sólo a mí mismo) solo aspiro a trasladar al papel algunas cuestiones que, creo, nos afectan a todos.

No soy tan ingenuo para creer que los medios tengan que ser independientes y ni siquiera objetivos, y cualquier línea editorial es perfectamente legítima. Pero sí deben decir a sus lectores de qué lado están y separar la información, la opinión y el simple bulo. Un ejemplo: Hearst, el magnate que inspiró Ciudadano Kane, era un firme partidario de que declarar la guerra a España en 1.898. Alentaba su postura a través de sus periódicos y la “noticia” de que el Maine había sido volado por los españoles se debe a este sujeto (realmente fue un accidente). Incluso le ordenó a un fotógrafo que marchara inmediatamente a Cuba porque había estallado la guerra. El hombre le preguntó que dónde estaba la guerra y Hearst respondió “Usted ponga las fotografías, yo pondré la guerra”.

El mundo de la comunicación evoluciona deprisa y el incidente con “El Jueves” nos lo ha vuelto a demostrar, a la vez que reabre el eterno debate sobre la libertad de expresión y sus límites. Pero en los nuevos tiempos el papel de la Prensa (en sentido amplio) sigue siendo esencial, como expresión y cauce de la sociedad civil, como el ojo público que vigila a la Administración y, en definitiva, como una garantía de nuestras libertades.

Volvemos al principio. Gracias, entre otras razones, al gran trabajo periodístico de Murrow y su equipo en 1.954 McCarthy fue reprobado por el Senado y se disolvió su nefasto Comité . Pero, paradojas de la vida, el programa de Murrow fue apartado de los horarios preferentes de su cadena porque los anunciantes y los directivos entendieron que la televisión debería dedicarse, sobre todo, a entretener y distraer a los americanos. En fin, feliz verano y, hasta entonces, buenas noches y buena suerte.

13 de julio de 2007

Estimado ZP, ¿y con mis hijos qué pasa?

Tengo que confesar que no he seguido ese acontecimiento que arrastra a las masas en pleno mes de julio y que se conoce como el Debate del Estado de la Nación. No entiendo por otra parte a que mente preclara o cráneo privilegiado se le ocurrió esa gran idea de “celebrarlo” en esta fecha, en el fragor de los calores estivales y con la gente pensando en otros asuntos más alegres (léase vacaciones) o en cuestiones ligeramente más siniestras (la presentación del Impuesto de Sociedades). Nunca le he visto excesivo sentido a ese “pugilato parlamentario” e imagino que con el tiempo dejara de llamarse Debate del Estado de la Nación y será conocido como “debate o intercambio de sensibilidades sobre el estado de las naciones, regiones y otros entes que constituyen aquello anteriormente conocido como España”. Porque Nación, para que nos vamos a engañar, cada vez va quedando menos.

Pero no quiero entrar en controversias territoriales, poco apropiadas para estas fechas, sino en el anuncio estrella del debate: los 2.500 euros que nuestro Zapatero dará a cada nuevo niño que nazca en España. Pero primera e importante precisión: el Presidente no regala nada, simplemente administra nuestro dinero (de unos más que de otros) y decide –como decisión política o como baza electoral- la concesión de esta ayuda. De la misma manera que los flamantes ediles del Ayuntamiento de León, los de dedicación exclusiva a 3.379 euros mes (por 14 pagas) y los “no-exclusivos” a 207 euros por Pleno (más Comisiones y Consejos nos sale realmente cara la hora de concejal) no cobran, les pagamos. Los políticos no dejan de ser unos asalariados nuestros, aunque no lo parezca, que gestionan –con mayor o menor pericia- nuestros dineros.

Me temo que existen dos problemas: El primero es que parece que los políticos en general (y ZP en particular) no tienen mucha idea de lo que cuesta tener, educar, alimentar, vestir y formar a los hijos. Porque si nuestro Presidente pensaba (y de buena fe, presumo) que un café valía 80 céntimos igual cree que un paquete de pañales cuesta 2 euros. Seamos realistas: los hijos son unas preciosas y pequeñas unidades de gasto desde que nacen (y antes) hasta que se independizan (si pueden), día que forzosamente ha de llegar pero se ignora cuando.


El segundo problema es que en España no se considera la protección de la familia como una prioridad política (tampoco a la educación, a la sanidad o a la justicia) ni se percibe como un grave problema la baja natalidad, que se sitúa en 1,37 hijos por mujer. Y eso a pesar de la inmigración, que es nuestro soporte demográfico y el gran motor de nuestra economía, no el ladrillo-.

Lo de los 2.500 euros por hijo, además de ligeramente raquítico (he hecho un cálculo rápido y con eso cubres a duras penas los pañales y la leche durante dos años, dos y medio a lo sumo) me parece injusto. ¿Y qué pasa con los hijos –los míos, por ejemplo-, que tuvieron la ocurrencia de nacer bajo la “Era Aznar”? ¿Acaso no gastan, no comen, se visten y se educan? Las ayudas, para que tengan sentido, deben ser para todos y prolongarse en el tiempo. Un dato esclarecedor ha salido a la luz estos días: una familia española necesitaría tener 13 hijos para poder acceder a las mismas prestaciones que una alemana con dos.

Para que quede claro que no solo critico voy a hacer una sugerencia: que el dinero que las familias españolas se gastan todos los años para que sus hijos estudien en el extranjero (unas semanas o todo el curso escolar) se considere gasto deducible en la declaración de la Renta. La propuesta no es descabellada aunque lo parezca. Si las aportaciones a los Planes de Pensiones reducen la base imponible del IRPF por qué no puede tener un trato similar la formación de nuestros hijos, que es el verdadero futuro de nuestro país. Me pregunto si llegará esta mi propuesta a los cuarteles generales de los partidos políticos, esas “colmenas burocráticas” (la expresión es de mi admirado Vargas Llosa) donde se alumbran los programas electorales y se diseñan las grandes líneas de la política nacional.

Probablemente los 2.500 euros de R. Zapatero –y el contraataque de Mariano Rajoy prometiendo menos impuestos y más ayudas a las familias- sean reclamos electorales. Es su naturaleza, como el escorpión de la fábula. Lo mismo que algunos jugadores de fútbol cuando se acercan al área ya piensan en tirarse, los políticos, cuando se aproximan las elecciones, empiezan a prometer como verdaderos posesos. Pero bienvenidos sean los anuncios y las promesas si se hacen la realidad y, sobre todo, si consiguen que los hijos estén, aunque sólo sea unos por unos días, en el centro del debate político.

26 de junio de 2007

FRANCISCO FERNÁNDEZ Y SU PARTIDO DECISIVO

Todo el mundo en León, incluso muchos de los que en su día se atrevieron a despreciarle, es consciente que Francisco Fernández ha obtenido un éxito sin precedentes en las pasadas elecciones municipales. El hecho de que el Partido Socialista sea la lista más votada, a un concejal tan solo de la deseada mayoría absoluta, abre una nueva época en la vida municipal de la capital leonesa, en la que, sinceramente, existen razones para un moderado optimismo, matizado –eso sí- con algunas reservas.

Y todos, en mayor o menor medida, también reconocemos que Francisco Fernández ha sido un buen candidato, un político cercano, accesible, que ha sabido conectar con una ciudad que, más allá de las ideologías, quería un cambio de estilo, una mirada más próxima, un planteamiento más cercano a los problemas reales de los ciudadanos. Pero ahora tiene que demostrar que es un buen político y, sobre todo, un gestor eficiente. Escrutados los votos, finalizadas las ceremonias, recibidas las felicitaciones –más o menos sinceras- hay que ponerse a trabajar. Comienza la temporada o, en un símil más cercano al Alcalde, comienza el partido de tenis. Sirve Francisco Fernández.

Ciertamente los primeros juegos de este interesante partido han estado marcados por cuestiones que van más allá de lo municipal, concretamente eso que se llama la cuestión leonesa y la reivindicación de la autonomía para León. En esta polémica que se ha abierto coincido en una cosa con los “autonomistas”: nada debe considerarse cerrado. Soy partidario de abrir un amplio debate sobre eso que pomposamente se llama la “estructura territorial del Estado”, pero un debate en el que pueda sopesarse incluso la posibilidad de intentar arreglar (o parchear) el desaguisado que supuso aquella “idea genial” del “café para todos” que ha acabado convirtiendo España en 17 reinos de taifas que no se ponen de acuerdo ni a la hora de decidir la letra del himno nacional. Y en este debate habría que saber qué terreno pisamos, y son inevitables algunas preguntas: ¿cuánto nos costaría la autonomía leonesa, con sus Consejerías, su Parlamento, su Consejo Consultivo, etc.? ¿León aporta a la Comunidad Autónoma más de lo que recibe, o es al revés? Y una de las preguntas del millón: ¿quién decide, solo los leoneses, todos los españoles, también los castellanos?

Dejando a un lado las cuestiones territoriales estamos ante un momento decisivo, que puede ser un punto de inflexión para que en León –en la capital y en toda su área de influencia- se empiece a creer en nuestro futuro y nos liberemos de una vez por todas de esa tristeza y este victimismo que se está convirtiendo en una seña de identidad de nuestro carácter. Y es una gran oportunidad, en lo personal y en lo político, para el Alcalde, que se encuentra ante la Final del Torneo de Wimbledom que todos los tenistas sueñan disputar en alguna ocasión.

Quisiera identificar las tres grandes prioridades que, en mi particular criterio, tiene el Ayuntamiento de León: la primera es sanear el Ayuntamiento, la segunda es empezar a pensar en términos de área metropolitana y la tercera es articular una política que favorezca la implantación de empresas y, por ello, la creación de empleo que evite que nuestros jóvenes tengan que abandonar León. Las tres cuestiones están muy relacionadas entre sí y me permitirán una reflexión sobre la primera prioridad: el gran problema en León –y en muchos sitios- es que, desde hace tiempo y parafraseando a Top Gun, el ego del alcalde extiende cheques que el bolsillo de los ciudadanos no puede pagar.

Creo que el punto fuerte del nuevo alcalde (aparte del apoyo de ZP y de los Presupuestos del Estado, y de su carácter accesible y dialogante) es que ha sabido analizar lo que León necesita y tiene un proyecto claro del León del futuro, una idea de ciudad. Y el flanco débil es que detecto un exceso de autocomplacencia, de creerse (más su equipo que él quizás) los Amos del Universo, poseedores de fórmulas mágicas que nos traerán desarrollo, riqueza y empleo. Porque la única receta eficaz, no nos engañemos, es el estudio sereno y riguroso de los problemas y la gestión eficiente y austera de los asuntos públicos.

Es decir se impone un trabajo duro desde el fondo de la pista, y no empeñarse en subidas alocadas a la red, no sea que nos cuelen un “passing-shot” que nos haga morder la pista. Aunque la integración del ferrocarril, el Palacio de Congresos y el desarrollo del Inteco son sin duda voleas ganadoras. Así que suerte, Sr. Alcalde, y sobre todo buen criterio. La confianza de los electores puede ser una gran responsabilidad pero éste es su partido decisivo. Y detecto buenas vibraciones en la cancha.

12 de junio de 2007

Yo soy Espartaco

Ya este fin de semana tenía claro que el tema de mi tribuna debía ir dirigido a los movimientos que, en el seno del Partido Popular, se han desarrollado en las últimas semanas de cara al “asalto” al Palacio de los Guzmanes, es decir, a la sede de la Diputación, que viene a ser como el rey sin corona de la provincia. Aunque el poder, y el presupuesto que es lo importante, se concentre en la sede de la Delegación Territorial, que funciona como los antiguos virreinatos de las Indias. Por cierto, una buena iniciativa la del Alcalde en funciones proponer que la Plaza que da frente a la Delegación Territorial se llame Plaza de España, un nombre que inexplicablemente faltaba en el callejero leonés. Parece que a Mario Amilivia le pasa como a Beckham, que empieza a jugar bien ahora que los electores han decidido “traspasarle”. Aunque yo me daría prisa en bautizarla no sea que llame Mañueco para decirnos que hay que llamarla Plaza de Villalar de los Comuneros o algún otro nombre que potencie y reafirme esa cosa tan etérea llamada “identidad castellano-leonesa”.

La iniciativa de Juan Martínez Majo, finalmente abortada desde la dirección regional del Partido, me ha hecho recordar la figura de Espartaco (el gladiador, no el torero). Espartaco era un esclavo tracio que hacia el año 73 antes de Cristo. encabezó una rebelión que sacudió los cimientos de la Roma republicana y cuya historia nos es muy cercana y familiar gracias a la grandiosa película dirigida por Stanley Kubrick en 1.960 con Kirk Douglas (y su inseparable hoyuelo) en el papel del esforzado gladiador. Todos sabemos que la revuelta fue sofocada y Espartaco muere crucificado en la Vía Apia, pero la rebelión hizo que muchos romanos se dieran cuenta de que el sistema esclavista necesitaba una urgente y profunda reforma para que Roma siguiera funcionando.

Quisiera precisar tres cosas. La primera, lógicamente, que no soy quien para decir cómo tiene que elegir a sus candidatos el Partido Popular, que es una cuestión que deben decidir sus militantes, que para eso pagan las cuotas. La segunda es que sigo sin explicarme porque se prescinde de Javier García-Prieto, que había demostrado una gestión impecable en la Diputación y había conseguido que la institución navegara en la senda correcta. Y la tercera que pienso, personalmente, que Juan Martínez Majo, podría haber sido un magnífico Presidente. Una persona que conoce la Casa, muy cercano a la vida municipal y que incluso había ganado las elecciones en Valencia de Don Juan por mayoría absoluta.



Pero, como hizo la rebelión de los gladiadores, el movimiento de Juan Martínez Majo ha puesto sobre la mesa una interesante cuestión, y es quién “elige” a los candidatos. Se me objetará que los candidatos los decide el Comité Electoral y que, para que el partido funcione es imprescindible que se respeten sus acuerdos. Pero no me parece descabellado que el Presidente de la Diputación sea propuesto por los concejales electos, o que por lo menos éstos puedan aportar su voz y su criterio. El Presidente no deja de ser una especie de primus inter pares entre los alcaldes y concejales de la provincia, y la Diputación tiene como principal tarea ayudar a los municipios, coordinar sus iniciativas y acometer proyectos que exceden del ámbito, y sobre todo del presupuesto, de los Ayuntamientos de la provincia. Lo que no acabo de ver claro es que el candidato lo decida Mañueco, y además por teléfono. Por lo menos debería haber mandado un correo electrónico, que queda mucho más tecnológico.

Llegado a este punto quiero recordar el pasaje más hermoso de Espartaco, la película. Cuando finalmente los esclavos son derrotados los romanos se encuentran con un problema, y es que no saben quién es Espartaco (los paparazzi no existían todavía). Entonces recurren a la estratagema clásica: si se identifica perdonarán la vida a todos los demás, en caso contrario todos morirán. Espartaco es el primero que se levanta y grita “Yo soy Espartaco” pero, uno por uno, todos los esclavos se levantan y dicen “Yo soy Espartaco”. Los romanos tienen que crucificar a todos, pero el gesto va más allá de la simple lealtad hacia su jefe y expresa claramente la solidaridad de todos los que participaron en la rebelión contra Roma y el poder establecido.

Me gustaría que, pasada la “rebelión” que ha sacudido el PP las últimas semanas se expresase algo parecido. Porque, en el fondo, todos somos Juan Martínez Majo, incluso los que podamos estar más lejos del Partido Popular. Quizás sea la única forma de que las cosas cambien, en todos los partidos y en la propia vida política. Y espero que, por lo menos esta vez, seamos un poco más civilizados y no crucifiquen a nadie.

26 de mayo de 2007

Elogio del Maestro

Hoy día 26 de mayo es día de reflexión, el día antes del día D, ese día que nos encanta decir, aunque suene cursi, que es “la gran fiesta de la democracia”. Por lo menos es la fecha en la que, una vez cada cuatro años, podemos expresarnos libremente y decidir con nuestro voto cómo queremos que sea nuestro futuro o, por lo menos, elegimos en quién confiar. Otra cosa bien distinta es como se utilice luego ese voto, pero ese día todos mandamos y todos decidimos. Y todos los votos cuentan lo mismo que es lo que hace, como decía Winston Churchill, que la democracia sea el peor sistema posible….si exceptuamos todos los demás.

Y ya que en este día lo elegante –y lo legalmente obligado- es no hablar de política, vamos a aprovechar para tratar asuntos importantes, como puede ser la educación. Preciso que esto es una frase porque pienso sinceramente que la política es un noble ejercicio de servicio público y una vocación que quizás mereciera algo más de reconocimiento social (la política, no todos los políticos, claro). Pero, en el tema que nos ocupa, pienso que las políticas educativas que hemos sufrido los españoles no pueden calificarse de excesivamente brillantes, por aplicar un generoso calificativo.

Algo no funciona bien en un país que quiere ser moderno, eficiente, competitivo y responsable cuando en apenas diez años hemos aplicado tres leyes distintas para regular la educación de nuestros hijos (la LOGSE, la LOCE y la LOE, la jungla de las siglas). No quiero entrar en valoraciones porque en un día como hoy un escribiente como yo no debe escorarse políticamente pero si considero indispensable que sobre determinadas cuestiones exista no sólo un acuerdo de los partidos políticos sino también un amplio consenso social, fruto del análisis sereno y del debate sosegado.

Percibo no obstante que en el tema de la enseñanza existen dos grandes problemas de partida. El primero son las competencias en materia de educación que tienen atribuidas la Comunidades Autónomas, cierto es que “dentro de un orden”. Creo que los tres pilares básicos del Estado social y democrático de Derecho del que habla la Constitución –la sanidad, la educación y la justicia- requieren una cierta “unidad de sistema” que garantice, entre otras cosas, que todos los ciudadanos tengan los mismos derechos, y particularmente, el mismo derecho a una educación de calidad, ajustada a las necesidades de los tiempos modernos. Me parece muy bien que se den clases, por ejemplo, sobre los reyes de Navarra o la gastronomía murciana, pero como actividades extraescolares en su caso. Hay una tendencia un tanto miope a estudiar y contemplar nuestras raíces, pensando que por ser nuestras –supuestamente, porque en realidad todos somos ciudadanos del mundo- son lo más importante. Al final acabamos creyendo que fue más trascendental para la Historia de la Humanidad aquello de Villalar de los Comuneros que el Descubrimiento de América o la Revolución Francesa, por poner un ejemplo.

Y el segundo problema, más alarmante en mi opinión, es que los políticos o los programadores, cuando se habla de educación, dan más importancia a eso llamado el currículo que al maestro. Se preocupan de diseñar los contenidos, cuentan las horas de cada materia, se enredan con eso que llaman los itinerarios formativos, olvidando que en la enseñanza lo único esencial y lo más valioso es la figura del profesor. Es decir, que el maestro se sienta reconocido, valorado, apoyado, que todos seamos conscientes de que su trabajo es fundamental para que los niños de hoy puedan ser, el día de mañana, ciudadanos libres, capaces y responsables.

Los profesores son una palanca imprescindible para el futuro y el progreso de una sociedad. El maestro es el que forma y moldea a nuestros hijos y quien, como un laborioso y paciente herrero, va forjando su pensamiento y templando su carácter, con energía y con delicadeza a la vez. En realidad, y aunque a los padres nos cueste reconocerlo, los profesores influyen más en nuestros hijos que nosotros mismos. Todavía recuerdo el primer día de colegio de Julia, mi hija mayor. Tenía dos años y era la primera vez que iba a estar con alguien que no era de la familia. Una profesora llegó, tomó su mano y la llevó hasta la clase. Julia ni siquiera echó la vista atrás para mirarnos, simplemente entró con naturalidad en otro universo, guiada por la mano firme, suave y segura de un maestro.
Me permito dar un consejo a todos los políticos, a todas las Administraciones, incluso a todas las familias: todo el tiempo, y todos los recursos, que se empleen en la educación y en la formación de nuestros hijos siempre serán pocos. Pero, que nadie se engañe, es la mejor elección.

12 de mayo de 2007

Qué verde era mi valle


Qué verde era mi valle es una de las grandes películas de, en mi opinión, el cineasta más grande que vieron los tiempos, John Martin Feeney, conocido en el siglo como John Ford. A pesar de ese título la película no trata ni de lo bonita que es la Naturaleza ni de los grandes espacios abiertos sino de la dura vida de una familia minera del Sur de Gales, los Norman, a través de la limpia e inocente mirada de un niño interpretado por Roddy Mc Dowall. La película es un hermoso canto a los valores familiares pero también un preciso retrato de las dificultades que sufre una comarca cuando las minas dejan de ser rentables. Y me ha venido a la memoria al leer estas últimas semanas las preocupantes noticias sobre la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP) y la grave situación desencadenada tras el cierre del Feixolín.

No conozco en profundidad los antecedentes y estoy plenamente convencido que si un Juzgado de lo Contencioso dicta la orden de paralización del Feixolín lo hace con base en sólidos fundamentos jurídicos y ponderando las circunstancias del caso. Sin embargo hay determinadas actuaciones que no entiendo. Por ejemplo, que el Ayuntamiento de Villablino imponga una multa tan abultada e irreal (170 millones de euros, porque eran euros y no pesetas) que es de cumplimiento absolutamente imposible o que no se haya podido encontrar una solución a este problema después de tantos años. O que se acuse a la empresa de chantajear a los trabajadores cuando decide despedir a 92 mineros. La Minero no es una ONG, que yo sepa, y si las minas se cierran los trabajadores se van a la calle. Así de crudo pero así de claro.

La crisis de Laciana me provoca una serie de reflexiones que van más allá de la actual coyuntura y reconozco que mis comentarios pueden ser políticamente incorrectos. La primera es el conflicto que existe siempre entre protección del medio ambiente y desarrollo económico o, en este caso, la supervivencia de una comarca que sigue viviendo del carbón. Todos queremos un desarrollo sostenible, un aire limpio y un cielo azul. Pero no nos engañemos, sin las explotaciones a cielo abierto es difícil que el carbón sea rentable. Así que despierta, Bambi, que el bosque se quema. Algo parecido ocurre con la Estación de San Glorio. Quizás el proyecto pueda tener un fuerte impacto ecológico pero sin él la Montaña Oriental de León se muere. Es muy fácil ser ecologista de salón cuando no se ve como, día a día, nuestros pueblos languidecen. Es necesario, y aquí las Administraciones tienen que ser responsables y realistas, marcar prioridades y, sinceramente, me preocupan más los puestos de trabajo que los osos.
La segunda idea es que las Administraciones Públicas parecen siempre más interesadas, y mejor dispuestas, en traer empresarios de fuera que en conservar a los que tenemos. A este paso los empresarios dinámicos y comprometidos con su tierra van a acabar siendo, en León, una especie en peligro de extinción, y no ciertamente protegida. Nos preocupamos de atraer empresas foráneas ofreciendo suelo, otorgando subvenciones, creando agencias, institutos y oficinas de desarrollo, etc. y me parece bien. Pero mientras nos dedicamos a poner trabas y obstáculos a nuestros empresarios de toda la vida, que se pasan años tramitando licencias, reclamando polígonos o pidiendo que se mejoren las infraestructuras.

Por último me gustaría comentar que en León parece que no hemos sabido reconocer el valor de la minería, su impacto social y económico en la provincia. Así, una de las claves de la fortaleza del sector inmobiliario en León, a nadie se le escapa, son los prejubilados de la minería. Y me atrevo a decir que desde la capital siempre hemos visto el mundo de la minería como algo lejano, extraño, hasta molesto, a diferencia de lo que ha sucedido tradicionalmente en Asturias. Quizás es que la Mina de La Camocha está a cinco kilómetros del casco urbano de Gijón, y esto acaba pesando en el imaginario colectivo o quizás es que, para que engañarnos, los capitalinos (de León) siempre hemos sido un poco estirados.

Ayer mismo Ángel Villalba, el candidato socialista a la Junta de Castilla y León, abría la campaña electoral presentando su apuesta por el carbón como una de las claves de su programa. Me parece la línea correcta, aunque coincidirán conmigo que es muy fácil prometer cuando se tiene ciertamente complicado llegar a gobernar los destinos de la Comunidad.

Me pregunto si hay futuro para las comarcas mineras. Y me temo que, a pesar de todos los millones del Plan Miner, si no existe una voluntad política clara de afrontar y solucionar los problemas, y volviendo al maestro Ford, qué verde, y que vacío, se va a quedar mi valle.

26 de abril de 2007

La política es cosa de todos



En estos tiempos electorales los “tribunos” (es decir, los que nos dedicamos a escribir tribunas) parecemos condenados a hablar de listas, programas y todas estas cuestiones que a mucha gente probablemente le resultarán aburridas y tediosas. Sin embargo las elecciones municipales son una buena ocasión para reconciliarse con la democracia, en el más puro sentido de la palabra, ya que no sólo acuden a las elecciones los partidos tradicionales, esos que ocupan los Parlamentos e invaden los medios de comunicación, sino otras formaciones, agrupaciones y pequeños grupos que deciden hacer política, o por lo menos, están dispuestos a ello.

Hay multitud de casos en el territorio nacional, muchos honestos y bienintencionados, algunos pintorescos, otros directamente estrafalarios, pero todos valiosos porque revitalizan nuestro sistema. Hoy quiero hablar de un caso concreto, la Agrupación de Electores Valverán, candidatura integrada por mujeres que se presenta en el municipio de Crémenes. Crémenes es uno de esos municipios olvidados de la Montaña Oriental Leonesa, con 787 habitantes y 14 pueblos y que ha sufrido en los últimos años no sólo la sangría de la despoblación sino también la ineficacia de sus gobernantes.

Me pregunto qué es lo que impulsa a un grupo de mujeres, sin ambiciones políticas, a lanzarse a esta empresa. Probablemente asistimos a un clima de descontento, a una sensación de abandono, que sienten los electores respecto de los partidos. Los ciudadanos no se sienten representados por los partidos políticos tradicionales y deciden dar un paso adelante e implicarse directamente en la gestión de los asuntos públicos, o por lo menos concurren a las elecciones para demostrar que existen otras formas de hacer política. La relativa sorpresa que, en las últimas elecciones catalanas, supuso la irrupción de Ciutadans en el Parlamento, con un discurso fresco y heterodoxo, quizás sin profundidades ideológicas, ha supuesto un aldabonazo en esta tendencia y un toque de atención para la clase política.

Estos movimientos ciudadanos no tienen nada que ver, afortunadamente, con aquellos proyectos “políticos” autodenominados independientes que surgieron hace años para defender intereses de dudosa calificación (de “recalificación” urbanística, más bien) y cuyo ejemplo más inquietante y duradero fue el GIL, aquel partido que llevaba el nombre de su fundador y cuyos efectos contemplamos todos los días en el devenir judicial de la Operación Malaya.

Es inevitable una reflexión: la política es algo demasiado importante para dejarla sólo en manos de los políticos. El ciudadano no es sólo un votante, que firma un cheque en blanco cada cuatro años y el espacio municipal es un buen lugar para que reivindiquemos la política como una tarea común, no como el coto cerrado de una secta de iluminados. Al fin y al cabo la palabra política procede del griego “polis”, que significa ciudad. No pretendo hacer una crítica del sistema de partidos pero sí llamar la atención de la desconexión que existe entre los políticos profesionales y el común de los ciudadanos, entre los comités electorales y los votantes, entre los contenidos de los programas y los problemas reales de la sociedad.

La Agrupación de Electores Valverán está integrada por mujeres y me resulta significativo este dato. Me atrevo a decir que las mujeres están más cerca de las cuestiones importantes: la educación, la sanidad, la atención de los mayores, etc., aunque esto no tiene nada que ver con la genética sino con la distribución tradicional de los papeles en nuestra sociedad. En concreto, el actual equipo de gobierno del Ayuntamiento de Crémenes dedica su tiempo a obsesionarse por los grandes proyectos, léase la Estación de San Glorio o el Canal de Aguas Bravas en el Río Esla. La Agrupación Valverán, por el contrario, en una carta que dirige a los electores, pone su acento en los problemas que sin duda preocupan a la gente: por ejemplo, los mayores o los 55 niños menores de 15 años que viven en el municipio. No reniegan de las grandes iniciativas pero insisten en que los Ayuntamientos tienen que preocuparse de solucionar los problemas cotidianos de la gente, atender sus demandas y contestar a sus peticiones.

Y no quiero terminar este artículo sin hacer mención de una de las propuestas de esta Agrupación: quitar las dietas por asistencia a plenos y las cestas de navidad y sustituirlo por una comida anual de todos los vecinos. Es decir, regresamos a la polis griega, al origen de la democracia. Pero con un gran avance: en Grecia no participaban las mujeres, los esclavos ni los “metecos” (los inmigrantes de entonces). Y ahora la política es cosa de todos.


11 de abril de 2007

EL EQUIPO A

Y parece que por fin, tras largas y tensas semanas de cavilaciones y negociaciones la famosa lista ha salido a la luz pública y ya tenemos aquí al Equipo A, es decir, a la candidatura encabezada por Mario Amilivia que se enfrentará el próximo día 27 de mayo, en democrático y deportivo –espero- encuentro, a los “hombres de Paco” (Fernández). No hay que olvidar que no están solos en esta Liga, en la que también buscan su lugar bajo el sol las dos facciones del leonesismo, equipos que no parecen tener opciones para el título (es decir, la Alcaldía de León) pero que animarán sin duda la pretemporada en la que entramos y, sobre todo, el post-partido.

La metáfora futbolera no es caprichosa ni frívola ya que, en el fondo, hacer una lista electoral debería ser como configurar la alineación de un equipo de fútbol. En teoría la premisa es clara: no se trata de que jueguen los que mejor me caen o los que me imponga el presidente de turno, sino los que mejor pueden rendir en cada momento. El entrenador, y el cabeza de lista, tienen que buscar y conseguir el difícil y necesario equilibrio entre experiencia y juventud, entre talento y esfuerzo, entre improvisación y estrategia. Por ello, sin acritud y con buen rollo, me permitiré dar un somero repaso a las alineaciones que presentan los cuatro equipos principales.

En primer lugar el equipo A, que defiende el título de Liga ya que, en definitiva, fue la lista más votada en las pasadas elecciones. Otra cosa es que el liderato que ostenta se debe a ese error arbitral que se llama transfuguismo. Una plantilla en la que sorprenden no sólo los fichajes sino también aquellos que renuevan contrato y, sobre todo, los que son traspasados. Respecto de las incorporaciones, se ha querido dar un perfil técnico pero se percibe un equipo algo gris y un poco triste (y eso que tienen un pasodoble). Una plantilla descompensada, con un esquema táctico demasiado rígido, pensando sólo en gobernar en solitario y no en otras posibilidades (estar en la oposición o pacto con la UPL). Se me objetará que siempre hay que pensar en la victoria pero los partidos dan muchas vueltas y ya dijo Juanito que 90 minutos en el Bernabeu son “molto longos”. Si a ello sumamos que entre los que se quedan ha pesado más su cercanía al Alcalde que el balance de la temporada que se cierra el Equipo A no despierta buenas vibraciones.


Lo que me causa estupor y, lo que es más grave, me parece una tremenda injusticia, son los jugadores de los que prescinde Amilivia. Me quiero centrar en tres nombres que han desplegado una buena gestión, han cuajado una magnífica temporada, reconocida incluso por los equipos rivales: Francisco Saurina, Alfonso Ordóñez y Javier García-Prieto. Este último desde la Diputación, a la que ha rescatado del desasosiego en que vivía y ha sabido encauzar en la senda adecuada. Un trabajo que merecía, pensamos muchos, la oportunidad de otro mandato. Me parece un lujo prescindir de estas tres personas, que consiguen aunar lo que los buenos jugadores: la efectividad de su trabajo y el apoyo de la afición. Un lujo que el PP no puede permitirse, aunque la situación no es nueva: hace algunos años dejaron escapar a otro galáctico como era Cecilio Vallejo.

Respecto a los hombres y mujeres de Paco, a pesar de que en ocasiones ellos se consideren el “Dream Team”, creo que especulan demasiado con el balón y les falta profundidad a la hora de llegar al área rival, es decir, a los problemas reales. Me explico: en su programa hablan por ejemplo de “Revitalizar el Consejo Municipal de las Mujeres y retomar desde este órgano políticas desde una perspectiva de género”. ¿Es eso realmente lo que necesitan los ciudadanos? No, lo que todos queremos es que se arreglen las calles, se adecenten los jardines y, en definitiva, que el Ayuntamiento funcione. No se trata de regatear al banderín del córner, que será muy bonito pero que no sirve para nada.

La UPL, por su parte, aspira a meterse en Champions, es decir, en el equipo de gobierno. Su candidatura es a priori la más compacta y equilibrada, un equipo correoso y que juega bien a la contra. Claro que gestionar y gobernar es algo más difícil que quejarse del centralismo de Valladolid, de la misma manera que es más sencillo jugar al patadón que intentar hilvanar una jugada.

Y el último equipo en liza, el PAL-UL, un equipo marcado por el individualismo de Rodríguez de Francisco, que lleva más de dos décadas jugando en la primera división de la política local aunque, eso sí, en diferentes equipos y demarcaciones. Parece que las encuestas no le auguran buenas perspectivas pero la política, como el fútbol, no es una ciencia exacta. Probablemente ni siquiera es una ciencia.

14 de marzo de 2007

DEBAJO DE LOS ADOQUINES NO ESTÁ LA PLAYA, MARIANO



En mayo de 1.968, una revuelta estudiantil sacudía los cimientos de la Europa nacida de las cenizas de la II Guerra Mundial y su esquema bien estructurado de “democracia liberal”. Aquel intento revolucionario cuestionaba, con más poesía que rigor, no sólo el modelo de sociedad y el funcionamiento de las instituciones democráticas, sino también el papel (o la praxis, que se decía) que debía desempeñar la izquierda europea.

En aquellos días se hicieron famosas dos frases que fueron acogidas como lemas de la revuelta estudiantil y que han pervivido cuando el movimiento se ha convertido en anécdota. La primera frase era aquella tan hermosa como contradictoria que decía “ser realistas…pedid lo imposible”. El otro lema nos anunciaba poéticamente que “debajo de los adoquines está la playa”. Con el tiempo todos supieron que debajo de los adoquines no había arena de la playa, (lo recordaba Ismael Serrano en una reciente canción) y que hasta Daniel Cohn-Bendit, uno de los grandes líderes del mayo francés, se acabaría reconvirtiendo en un feliz e imagino que bien retribuido eurodiputado.

La manifestación del pasado sábado en Madrid, impulsada y capitaneada por el Partido Popular, me provoca tres reflexiones previas. La primera es qué algo debemos estar haciendo mal en nuestro sistema cuando cientos de miles de personas se manifiestan contra la política de un gobierno democráticamente elegido. La segunda, que enlaza con la anterior, es si un partido, con una amplia representación parlamentaria, puede o debe recurrir a convocar una manifestación, menospreciando la actividad parlamentaria como el foro adecuado para la controversia política. Y la tercera es que, en un tiempo en el que podemos medir la edad del Universo, no seamos capaces de decidir si los manifestantes eran 342.000 (cuenta la Delegación del Gobierno) o 2.125.000 (según la Comunidad de Madrid). Todo es relativo, pero no tanto

Se me ocurren varias hipótesis para explicar este comportamiento del Partido Popular. La primera es una cierta “nostalgia del 68”: no se manifestaron cuando eran jóvenes y parece que ahora lo echan de menos. La segunda es que perciben que la derrota electoral del 14-M ha obedecido a la utilización que el PSOE hizo del descontento popular derivado de la crisis del Prestige o la guerra de Irak, y quieren utilizar la misma estrategia. Y la tercera, puestos a aventurar hipótesis, es que han recordado aquella famosa frase de su Presidente fundador de que “la calle es mía” y pretenden hacerla realidad.
Lo realmente preocupante es que la polémica acerca de la manifestación y la guerra de cifras nos aleje del tema central: que nuestro Código Penal y nuestro sistema penitenciario necesitan una urgente, profunda (y a ser posible consensuada) reforma. No olvidemos que el infame de Juana Chaos ha cumplido la pena que le fue impuesta por los asesinatos que cometió, y que la condena que tiene pendiente tiene su origen en dos artículos publicados en el diario Gara. Lo que es inadmisible es que alguien que es responsable de 25 muertes cumpla sólo 19 años de la pena impuesta, habiendo sido condenado a más de 2.500 años. Y en el colmo del absurdo que, –por ejemplo- por hacer un curso de “redacción y arte de escribir” se le perdonaran, en el año 2.001, 175 días.

Quisiera hacer una referencia al Auto del Magistrado José Luis Castro, que es quien en último término ha decidido la aplicación de la prisión atenuada a este sujeto, bien es cierto que a propuesta del Gobierno. El Auto -que pude descargarse, entre otros lugares, en la web del Consejo General de la Abogacía (http://www.cgae.es/)- es un ejemplo de rigor jurídico pero también de rectitud moral. Y en su resolución el Magistrado expone lo siguiente “no debe obviarse que el Estado de Derecho no puede renunciar a la aplicación de disposiciones legales que encuentren su fundamento en los principios de humanidad y en el respeto pleno a la derecho a la vida, incluso en aquellos que no respetaron la de otros; ello supone la auténtica grandeza del Estado de Derecho y sin duda una conquista de nuestra civilización”.

En estos días en que todos recordamos los terribles atentados del 11-M y continúa el juicio a sus presuntos autores deberíamos reflexionar sobre la finalidad de las penas. En mi opinión, el objetivo del Derecho Penal debe ser castigar al delincuente y proteger de forma eficaz a la sociedad. La reinserción del delincuente, y que me perdone el artículo 25 de nuestra Constitución, me parece algo secundario.

Sr. Presidente del Partido Popular, lo que procede es modificar el Código Penal, y no buscar la playa debajo de los adoquines. Es sólo una sugerencia.