28 de abril de 2011

El valor del silencio

En algún momento de nuestra reciente historia, José María Aznar, otrora Presidente del Gobierno y, se dice, uno de los grandes ideólogos de la derecha europea, disertaba en una Universidad americana sobre cuestiones relevantes del nuevo orden mundial. Y Jose Mari, en ese inglés llano y directo al que nos tiene acostumbrados, además de cuestionar la solvencia de España como país –comentario un tanto ventajista, apunto- calificaba a Gadafi como amigo de Occidente, si bien consideraba que el dictador libio era un tanto extravagante.

Más allá del alcance exacto que puedan tener los comentarios de Aznar- uno no sabe si habla en su condición de avezado experto en geopolítica y estrategia, como referente intelectual de la derecha de Occidente o simplemente como conferenciante de pago- el columnista inquisitivo y perspicaz que se adivina detrás de mi anodina presencia se pregunta qué difícil es para algunos grandes prohombres de la política retornar al anonimato, confundirse entre la gente normal y disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Aquéllos que un día dirigieron nuestros destinos se sienten incómodos cuando regresan a la vida ordinaria. El mismo Felipe González suele sorprendernos periódicamente con algún comentario, emitido más allá del bien y del mal y alejado de lo políticamente correcto, que más que nada le sirve para recordar todo lo que fue. Pero en el caso de Aznar el asunto se está convirtiendo en una salvaje obsesión y creo que, en el fondo, se arrepiente de haberse ido porque piensa, como decía aquel de cuyo nombre no quiero acordarme, que no se nos puede dejar solos.

Como es dudoso que llegue a ser Presidente del Gobierno, aunque la vida puede dar muchas vueltas y no debo abandonar una mínima esperanza, me resulta difícil imaginar la situación del antiguo mandatario que, resignado al día triste en que los teléfonos dejan de sonar, necesita y busca una lúcida intervención que le devuelva a las primera plana de la actualidad. En este país hay demasiada gente que se sigue considerando imprescindible.

Pero el fututo puede ser más tremendo, si cabe. Con lo ocurrente que ha sido Zapatero como inquilino de la Moncloa es inquietante imaginar con qué comentarios nos sorprenderá una vez que abandone el poder.

19 de abril de 2011

Cosas veredes

‘Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras’. La frase, erróneamente atribuida a Don Quijote ya que no aparece en ningún pasaje de la obra de Cervantes, refiérese quizás a los acontecimientos extraordinarios que el fiel escudero presenciará en el futuro y que sin duda despertarán su perplejidad. Pues yo creo que me falta poco para escuchar a las piedras, porque este país, anteriormente conocido por España, y lo que pasa en él, no deja de sorprenderme. Y para mal.

Al parecer el Supremo, veloz y raudo cual esforzado Aquiles, ha decidido abrir juicio oral al Magistrado Garzón por las escuchas del Gürtel. Lo curioso es que todavía se desconoce en qué futuro próximo o remoto los imputados de la trama se sentarán en el banquillo, aunque imagino que será cuando los presuntos delitos hayan prescrito. No es que el superjuez me sea especialmente simpático, y siempre he pensado que su vanidad es más extensa que los sumarios que instruye, pero muchas, demasiadas piezas, chirrían en este enredo. Y a los inquisidores de turno, me temo, le tienen bastante sin cuidado las garantías procesales.

Más noticias que me asombran y desconciertan. Telefónica, la primera multinacional española, con unos beneficios de más de diez mil millones de euros el pasado ejercicio, ha decidido prescindir del veinte por ciento de su plantilla en España, más de cinco mil puestos de trabajo que se perderán. A pesar de las ingentes ganancias de la empresa, puede que parte del precio de los despidos (vía prestaciones de desempleo o prejubilaciones) las asumamos los contribuyentes. Paralelamente, la Compañía anuncia un plan especial para retribuir a sus directivos con más de cuatrocientos millones de euros. Olvidan estos Amos del Universo que el éxito y los beneficios de una empresa dependen más del trabajo diario, a pie de calle, de sus trabajadores, que de las decisiones estratégicas de sus bien pagados altos cargos.


Pero también hay noticias que sorprenden de forma favorable y consiguen que el día sea más luminoso. La Comisión de Patrimonio de la Junta de Castilla y León ha dictaminado que el trazado de la León-Valladolid debe respetar el yacimiento de Lancia. Y creo las piedras de Lancia sí podrían hablarnos, si nos molestáramos en escucharlas.

13 de abril de 2011

La extraña lista

Pensaba yo pergeñar un sesudo artículo sobre la despedida de Zapatero, disertando acerca del poder y sus vanidades. O abordar con mi certera pluma esa salvaje obsesión de pedir elecciones anticipadas que se apoderó del Partido Popular ya en los lejanos tiempos de Aznar y su famoso ‘váyase Señor González’. Pero la composición de la lista con la que el candidato Gutiérrez pretende alcanzar la Alcaldía de la capital me ha dejado tan noqueado y sorprendido que no me queda otra alternativa que referirme a ella.
La lista, así a primera vista, resulta un tanto extraña. Lo primero que llama la atención es que la mayoría de los candidatos no tienen experiencia política, si exceptuamos a dos o tres que quizás tienen demasiada. Ya se sabe que en León, como huimos de las medianías, o no llegamos o nos pasamos. Supongo que Emilio Gutiérrez ha querido dar un aire profesional y técnico a su candidatura, pero elegir ese camino quizá sea problemático. Es cierto que, a la hora de gestionar la cosa municipal, es oportuno tener algún conocimiento de la materia. Pero no lo es menos que, entre los casi dos mil trabajadores del Ayuntamiento, existirán técnicos altamente cualificados, y no parece muy sensato que aterrice el Concejal de turno dando su lección magistral. Y el recurso a la tecnocracia puede ser un burdo pretexto para ocultar la falta de proyecto político, de mensaje a la ciudadanía.
Hablando de proyecto, éste es el talón de Aquiles del candidato. Yo sólo le he escuchado que la ciudad está sucia y abandonada y obviedades semejantes. Pero ser Alcalde implica algo más, tener una idea, un concepto de lo que debe ser tu ciudad. Lo tenía Mario Amilivia, que erraba a la hora de gestionar, y lo encontramos en el Faraón Fernández, con su tranvía, sus rotondas y el dinosaurio ése de la Azucarera. Podrá parecer un proyecto ilusionante o descerebrado, pero no deja de ser una idea de lo que quiere que sea la ciudad.
Por último, percibo una cierta tristeza en la candidatura, o así parece desprenderse de las imágenes. No se sabía si estaban en una presentación electoral, en unos ejercicios espirituales o en un velatorio. Y no sé por qué. Pensándolo bien, a lo que más se parece la lista de Gutiérrez-Carrasco es al camarote de los Hermanos Marx.

7 de abril de 2011

Vértigo

Como Kim Novak en la fascinante y perturbadora película de Alfred Hitchcock. Así regresa el tranvía a la actualidad leonesa, de entre los muertos. Muchos pensábamos que esa pesadilla era ya algo del pasado y que el equipo de gobierno había recapacitado y puesto fin a su desvarío. Pero no. Una sentencia, que revoca la suspensión cautelar sin entrar en el fondo, devuelve el artefacto a la primera plana de los diarios. Y ya tenemos al Faraón Fernández y a Pacotranvías, el flamante e inefable Concejal de Urbanismo, a lomos de sendas retroexcavadoras dispuestos a arrasar la Plaza de Santo Domingo en nombre del progreso. Y los que no pensamos como ellos, y creemos que es inmoral despilfarrar dinero público en esa barbaridad, somos unos paletos y unos enemigos de la modernidad.

Algunos de los argumentos del Alcalde en su rueda de prensa rozan levemente lo absurdo. Afirma nuestro gobernante que León ha estado a punto de perder 71 millones de euros que el espléndido Gobierno de España destinaba a esta maravilla. Lo que me preocupa no es que lo diga sino que alguien, que aspira a gobernar nuestros destinos y pilotar un proyecto de ciudad, se crea una tontería semejante. Seamos serios: con el tranvía no ganamos 71 millones, ya que el bicho cuesta –creo recordar- unos 150, y lo que no aporte el Gobierno lo pagaremos los leoneses. Salvo que resulte que estos chicos en verdad sean unos visionarios, y el Ibertren sea una brillante inversión que nos reportará pingües beneficios a los leoneses de hoy y a las generaciones venideras.

Pero las matemáticas no deben ser lo suyo, me temo. Los cerebros grises que han alumbrado este invento calculan que lo usarán al año nueve millones de leoneses. Es decir, el doble que en Vitoria, que es el modelo a seguir pero que es una ciudad un poco distinta de León: tiene casi el doble de habitantes, un término municipal siete veces más extenso y es la capital de la Comunidad Autónoma.

No obstante doy las gracias al equipo de gobierno. Con el despropósito del tranvía me proporcionan suculento material para mis columnas. En justa reciprocidad, me permito darles un consejo: hagan más números y menos experimentos. Ya sabemos cómo acabó Kim Novak en ‘Vértigo’ por culpa de las extravagantes ocurrencias de James Stewart.