28 de noviembre de 2008

El Mago

Zapatero es un Mago. Era una posibilidad que ya barruntaba yo desde hace tiempo pero los últimos acontecimientos me lo han confirmado plenamente. Cuando mi hermano Freddie y yo éramos pequeños nos imaginábamos lo genial que sería poder sacar de un bolsillo mágico, siempre que hiciera falta, billetes de 500 pesetas, aquellos azules de Zuloaga tan bonitos. Sabíamos que era imposible, pero la capacidad de Zapatero para sacar miles de millones de euros de no sé donde me ha convencido de nuestro error. Lo que hacía falta era tener superpoderes, de los que carecíamos. Por eso mi hermano acabó de maestro y yo de abogado, y Zapatero está viviendo en La Moncloa.

Digo esto porque la noticia del día (dejando aparte las aventuras de Aguirre Indiana Jones) es el quinto Plan de Zapatero de reactivación económica. Los planes de Zapatero son básicamente los mismos: saca dinero gracias a sus poderes y se lo da a quienes mejor han demostrado que no saben utilizarlo. Primero a los Bancos y ahora a los Ayuntamientos. Es un misterio de dónde obtiene los fondos pero mayor enigma quién le aconseja el destino final de toda esa pasta. Será el lado oscuro de la fuerza. Son los inconvenientes, Presidente, de ser un Caballero Jedi.

Si me parecía grotesco prestar dinero a los Bancos regalarlo a los Ayuntamientos ya me resulta demencial. Es como poner a Hitler a vigilar una sinagoga. Dicen que es para crear empleo haciendo obras públicas, rehabilitando edificios y mejorando el transporte. Entonces ¿para qué servía el IBI?

En el caso de León imagino que se quedarán con los dineros, los gastarán en ese juguete llamado Palacio de Congresos (o Fernández Convention Center) y dirán que ellos ya han creado empleo, que tienen dos mil tíos en el Ayuntamiento y que si contratan más corren el riesgo de que se levante una revuelta popular. Y cuando termine la construcción del Palacio tendremos más parados que antes.

Yo debo ser muy torpe pero no lo entiendo. No comprendo cómo el Gobierno se dedica simplemente a repartir el dinero (que vendrá de la Deuda Pública o de los impuestos, y algo de la chistera de ZP) en lugar de tomar medidas de una cierta profundidad. Por ejemplo, me parece esencial rebajar la presión fiscal para incentivar el consumo interno, que ha sido uno de los motores de nuestra economía y vive sus horas más bajas. O reducir las cotizaciones sociales, un verdadero impuesto sobre el trabajo que supone un lastre para las contrataciones. Pero ZP sigue con sus ocurrencias. Igual es que no es Mago, sino escapista, como Houdini.

Última reflexión y les dejo tranquilos. Por lo visto hay 8.000 millones de euros para crear 200.000 empleos. ¿A cuánto nos sale cada puesto de trabajo?

Todos contra la crisis

Esta semana la Diputación Provincial de León convocaba a los agentes sociales para anunciar un “Pacto Provincial por el Empleo”, una iniciativa que, con la que está cayendo, merece sin duda una buena acogida. Es cierto también que el mundo rural, en el que la Diputación tiene que desempeñar un papel vertebrador, presenta unas problemática muy específica y padece no sólo la amenaza del desempleo sino también el fantasma de la despoblación. Pero me permito sugerir que existe un cierto desenfoque institucional, ya que –en teoría- las políticas de empleo deben ser diseñadas y ejecutadas por la Administración Central o por las Comunidades Autónomas. Que los Ayuntamientos y las Diputaciones se preocupen del empleo queda muy bien en la Prensa y no dudo de sus buenas intenciones e incluso las presumo. Pero como ciudadano tengo la percepción de que cada uno hace la guerra por su cuenta y hacen falta recetas contra la crisis.

Llevamos unos cuantos meses inmersos en esta crisis que empezó siendo una desaceleración y puede acabar siendo una hecatombe. Todos los días los datos nos ponen frente a la cruda realidad pero se echan en falta soluciones. Hasta ahora los únicos contentos son los Bancos, que han conseguido que el Estado, con el dinero de los contribuyentes, les presten dinero para –qué bonito queda- reforzar el sistema financiero. La situación es curiosa: todos dicen que son solventes pero agradecen ese bello gesto del Gobierno.

Pero sí escasean las propuestas también se echa un falta un poco de autocrítica. Porque está claro que nos hemos equivocado y nuestro modelo económico no era tan brillante. Al parecer la culpa de todo la tiene un negro desempleado que vivía en Alabama y al que un buen día concedieron un crédito que estaba claro que no podía pagar. Circula un video en Internet que lo explica de forma muy gráfica y cuya visión me permito recomendar (http://www.invertired.com/quimu/videos/25/34).

Lo primero que tenemos que cambiar es nuestra actitud y asumir que en los próximos años, vamos a vivir peor. Y hace falta un compromiso entre todos, lo que Roosvelt, en los negros años de la Gran Depresión, bautizó como el New Deal, que podría traducirse como “nuevo contrato”. Pero me da la sensación de que, en España, los políticos se preocupan más de llenar titulares que de buscar soluciones. Y que nos gastaremos una pasta en pagar a consultores para que nos expliquen lo que ya sabíamos, que estamos muy mal.
Aunque quizás la solución la tiene el Ayuntamiento de León, que ha organizado unos cursos de Pandereta, Gaita y Castañuelas, a 50 euros para los empadronados. Es decir, como en el Titanic, pero con instrumentos musicales autóctonos.



El basurazo

Después del IBI, cuyo “segundo plazo” nos acaba de recordar que el Ayuntamiento de León también existe (por el estado de nuestras calles y jardines nadie lo diría) nos ha caído el basurazo. Es decir, la tasa que Gersul, el Consorcio Provincial para la Gestión de los Residuos, ha incrementado de forma desproporcionada, sembrando la alarma entre la ciudadanía y –sobre todo- entre las empresas. Con subidas superiores al 400 por ciento y recibos de más de 2.000 euros, quienes iban a acabar en la basura, dispuestas para el reciclaje, eran las propias empresas.

Parece, no obstante, que puede imponerse la cordura y ayer mismo la Cámara de Comercio y la FELE arrancaban de Gersul la promesa de paralizar el cobro de los recibos de este año y estudiar el tema. No sé si la promesa se hará realidad y el comentario malicioso puede ser que los políticos sólo aciertan cuando rectifican.

En todo caso, la Administración ha demostrado en este caso una buena disposición y cierta sensibilidad conscientes de que, con la que está cayendo, penalizar la actividad económica con otro gravamen es lanzarnos al oscuro precipicio de la miseria más absoluta. Esta tasa es manifiestamente injusta, y lo es por varios motivos. El primero porque, a la hora de fijar la cuantía, tiene en cuenta la superficie, no el residuo que potencialmente puede generarse. Y lo segundo por los coeficientes que aplica, que multiplican, por ejemplo, el importe por 3,5 cuando se trata de una actividad industrial. Lo curioso, además, es que lo que grava la tasa son las basuras urbanas, y deja fuera los residuos industriales.

Ya sé que el que contamina paga, que reciclar cuesta dinero y que somos los más ecologistas del mundo. Pero así es difícil que nuestra industria pueda competir con otros países, que tienen costes laborales mucho más bajos y cuya preocupación por el medio ambiente es igual a cero. Jugamos al fútbol, pero los jugadores del equipo contrario pueden coger el balón con la mano y prescinden de la regla del fuera de juego. O hacemos una decidida política de apoyo a la industria o nuestra población activa se dividirá, más temprano que tarde, en tres partes: funcionarios, consultores y parados.

En la teoría clásica la izquierda subía los impuestos para redistribuir la riqueza, aunque muchas veces se redistribuía más a unos que a otros. La derecha tradicional, en cambio, quería bajar la presión fiscal porque sus votantes –se suponía- eran los “más pudientes”. Pero hoy cualquier partido que llega al poder sube los tributos por la sencilla razón de que necesita presupuesto y mantener (y engrosar), su maquinaría administrativa. El problema es cuando ya no queden contribuyentes para pagar.

El tiempo de Obama

La ilusión se ha hecho realidad y Barack Obama es el nuevo Presidente de los Estados Unidos. Hay muchas cosas que hemos aprendido estos días de los americanos, pero me gustaría resaltar dos cuestiones. En primer lugar, el alto grado de participación (más de un 66%, superando la histórica participación que llevó a Kennedy a la Casa Blanca), en un país en el que rara vez se acercaban a las urnas la mitad de los electores. Aunque hay cosas que no me explico todavía, y una de ellas es como, en la nación que inventó el PC y es la vanguardia de la innovación, uno tiene que esperar tres o cuatro horas para votar.

Pero lo que más me ha emocionado, y siento una sana envidia, es la generosidad de los candidatos, tanto de McCain como de Obama. No sólo reconociendo la valía del que fuera su rival en la arena política, sino ofreciendo una leal colaboración. Tenemos que aprender una lección en España: no hay que presumir la absoluta maldad del adversario, y es posible que yo esté equivocado.

Aunque me fastidia coincidir con Pepiño Blanco, yo también adoro a Obama. Me entusiasma su estilo, su poder de convicción, su visión de lo que tiene que ser un país. Y, sobre todo, su capacidad de movilizar una Nación, de conmover al mundo entero con un viento de ilusión y esperanza, sintetizado en ese lema electoral que es Yes, we can.

Ahora todo el mundo quiere apropiarse del mensaje de Obama, e incluso se nos quiere hacer creer que es una versión afroamericana de nuestro Zapatero. Existe una gran diferencia, en mi opinión. Obama habla a la gente de lo que le preocupa (las guerras, las hipotecas, el empleo, etc.). Zapatero nos quiere convencer a todos de que lo que le entusiasma a él es lo que nos debe interesar a los españoles, desde la Memoria Histórica hasta la Educación para la Ciudadanía.

Todos podemos aprender. El hermoso discurso de Obama, en el Grant Park de Chicago, se dirige a todos nosotros y expresa con claridad como debe actuar un político. Pasadas las elecciones, debe gobernar para todos, sin caer en la mezquindad o en el ventajismo. Obama lo ha expresado con bellas palabras, y no me resisto a transcribir este párrafo de su discurso: “a aquellos estadounidenses cuyo respaldo me queda por ganar, puede que no haya obtenido vuestro voto esta noche, pero escucho vuestras voces. Necesito vuestra ayuda. Y seré también vuestro Presidente”.

Espero y confío en que el Sueño de Obama se haga realidad. Espero, pero ya no confío tanto, que nuestros políticos, desde la Moncloa hasta nuestras celebridades locales, hayan aprendido algo. No quiero ser excesivamente optimista, pero no era tan feliz con las noticias de la TV desde que Mandela recobró la libertad.




La Caja Grande

Hoy tocaría hablar de Barack Obama, que el próximo martes 4 de noviembre y si se cumplen los pronósticos, puede convertirse en el primer presidente afroamericano en la historia de los Estados Unidos. No es el dato que me interesa destacar, sino la ilusión y la esperanza que el candidato demócrata ha sabido transmitir. El “sí podemos” de Obama nos permite presagiar que llegan vientos de cambio, para Estados Unidos y para el mundo entero. En su último mensaje a los americanos, en los que aseguraba que escucharía a los ciudadanos y abriría las puertas del Gobierno, quiero ver no sólo una declaración de intenciones, sino una nueva forma de entender la política. Y la mejor noticia es que Bush volverá a Tejas, de donde nunca debería haber salido.

La semana ha sido pródiga en acontecimientos por estos lares. El Congreso regional del PP se cerraba con una lectura clara: Herrera crea su equipo, coloca a su gente en los puestos clave del partido e incluso me aventuro a decir que prepara su sucesión. Y en las provincias ya veremos, pero ya no me espero grandes cambios. En León la incógnita es si, con los actuales dirigentes, el PP será capaz de mantener la Diputación o de reconquistar la Alcaldía de la capital. Pero nadie quiere responder a esa pregunta. Es lo que los americanos, volviendo a ellos, llaman tener un elefante en la habitación. Un problema demasiado evidente para ignorarlo pero a la vez demasiado incómodo para hablar de él, e intentar resolverlo.

Pero la noticia-bomba de la semana es la creación de la Super-Caja Castilla y León, ese acuerdo histórico para integrar las Cajas en un mando único. La cuestión me suscita varios comentarios. El primero, que me parece estupendo –pero sorprendente- que PP y PSOE se hayan puesto de acuerdo en algo. El segundo es que a mí, cuando una cosa es tan pionera, me mosquea. Esta iniciativa no se le había ocurrido a nadie, y en el mundo de las finanzas está todo inventado desde hace tiempo. Debemos ser muy listos. La integración -que no fusión- es, desde mi punto de vista, lo más parecido a la cuadratura del círculo que he visto. Según este acuerdo, por ejemplo, se unirán las carteras industriales, se integrarán los sistemas informáticos y se gestionará conjuntamente la captación de capitales o la política de riesgos. Pero permanecerán todas las Cajas, con su red de sucursales, sus empleados (y Consejos, claro), su Obra Social, etc.

No tengo muy claro si la fusión o integración es necesaria, conveniente, adecuada o imprescindible. Quizás habría que preguntárselo a los impositores, que no dejan de ser, en definitiva, los propietarios de las Cajas. Tenemos otro elefante, y algo tendremos que hacer con él.


Somos los mejores

Esta semana se ha celebrado en León, por si ustedes no se habían enterado lo comento, el II Encuentro Nacional de la Industria de Seguridad en España (ENISE) organizado por el INTECO. Por cierto, algún día habrá que hablar de los problemas de visibilidad del INTECO, que es como la Santa Compaña de la mitología gallega: todo el mundo percibe que existe pero nadie lo ha visto. Pero a lo que vamos. En ese foro, y ante 425 delegados de empresas de seguridad informática, el Secretario de Estado de Telecomunicaciones, que atiende por el nombre de Francisco Ros, arengaba a la tropa con estas palabras: “No hay ningún país que esté haciendo mejor las cosas que como las estamos haciendo nosotros”. Hablaba, por ejemplo, de que España tiene más de 24 millones de internautas o que el 98 por ciento de la población tiene acceso a la banda ancha. Yo debo tener mala suerte, porque cuando en el verano arribo a hermosa localidad Valdoré, en la ribera del Esla, e intento conectarme la respuesta es que la ADSL ni está ni se la espera.

Lo que me intriga del alegato de Ros es si él, realmente, se lo cree o lo dice porque forma parte de su trabajo, de la misma manera que los abogados llevamos toga. Es la misma estrategia que ha utilizado ZP, negando la crisis hasta que la cola del paro ha llegado a La Moncloa. En los años 80 los socialistas querían transformar la realidad, con todo aquello que decía Felipe González de “queremos que España funcione” y esas cosas. Ahora han optado directamente por contar la realidad a su manera. El problema es que cualquier parecido entre la realidad que cuentan y la realidad real es pura coincidencia.

Para el Ayuntamiento de León tampoco existe la crisis, y nos vamos a gastar 70 millones de euros, como mínimo, en el Palacio de Congresos. El proyecto es muy bonito y muy cosmopolita, pero –seamos serios- no nos podemos permitir ese “edificio bioclimático”, como lo llama Perrault (el arquitecto, no el de los cuentos). Mientras, la ciudad está abandonada y maltrecha y los proveedores han abandonado toda esperanza de que el Ayuntamiento les pague. También vamos a hacer un tranvía, que costará otros 70 millones de euros, pero los va a pagar la adjudicataria. Esto no me lo creo, pero es que el otoño me vuelve escéptico. En lo que sí coincido con el Concejal de Urbanismo, ese sublime diseñador de la urbe del futuro, es que el tranvía marcará un antes y un después en León. Antes había una ciudad –o algo que se le parecía- y luego sólo quedarán deudas.
Lo que no acierto a comprender es porque no se deciden a hacer el Bernesga navegable, reivindicación secular de los leoneses. La verdad es que somos los mejores. Y más chulos que nadie.

Garzón cabalga de nuevo

Hace un mes ya había hablado en esta misma columna de Garzón y afirmo solemnemente que no me gusta repetirme, pero esta luminaria de la Magistratura, merced a sus dislates, parece que se ofrece. La semana ha sido pródiga en acontecimientos, entre los nubarrones económicos y el “coñazo” de Rajoy, pasando por asuntos más domésticos, como el incierto futuro de nuestra navegación aérea o la historia interminable de la fusión de las Cajas. Pero Garzón vuelve a sorprendernos a todos, que ya no sabemos si escandalizarnos o reírnos a mandíbula batiente.

La noticia que abría ayer este diario era ciertamente surrealista, cuando nos contaba que Garzón daba diez días al Registro Civil para que certificara si Franco había muerto. Lo surrealista realmente no era la noticia, sino el Auto, y parece que Garzón vive en un mundo paralelo, donde sólo habitan él y su vanidad porque no queda sitio para nada más.

La Guerra Civil, y la represión franquista que siguió a la sublevación, es uno de los episodios más dramáticos de nuestra Historia. Ya dije que me parece digno de respeto que las familias quieran saber dónde están enterrados sus muertos y que la sociedad española de nuestros días no puede hacer como si aquello nunca hubiera existido. Pero convertir una tragedia en un procedimiento judicial pilotado por un Magistrado deseoso de encontrar su lugar en la Historia me parece, por decirlo suavemente, un disparate. Y mientras, como reseñaba certeramente Santiago González en estas páginas, más de dos millones de casos tienen al borde del colapso a la justicia española, incluyendo algunos sumarios instruidos por este moderno Guerrero del Antifaz.

Donde Garzón ya rebasa los límites de lo tolerable y entra directamente en el delirio es cuando se permite extender una sombra de sospecha sobre todas las instituciones de la democracia, afirmando que “el silencio otorgado hasta la fecha no sólo ha otorgado de facto la extinción de la responsabilidad penal sino la impunidad”. Ciertamente uno no sabe si lee un Auto o una tesis, con notas a pie de página en las que el Juez incluso llega a citar una obra llamada “Cuento de Navidad. Es posible un mundo diferente”, de un tal Baltasar Garzón. Lo que lamento es no tener más datos sobre esta referencia clave de la literatura contemporánea.

Rajoy fue traicionado por los micrófonos cuando confesaba su opinión sobre el acto del doce de octubre. A mí, personalmente, me encantan los desfiles y “se me pone la gallina de piel”, que diría Cruyff, cada vez que escucho “La Muerte no es el Final”. Pero el que me parece un “coñazo” es Garzón. Un “coñazo” que, por cierto y esto es lo grave, pagamos todos los contribuyentes.



Zapatero al rescate

La semana que se cierra ha sido agitada en León, marcada por la crisis de Lagun Air, crisis que ha motivado un duro enfrentamiento político en el que, a fecha de hoy, quizás sea prematuro hablar de vencedores y vencidos. No obstante no comparto la estrategia del Alcalde de León, intentando convencer a la ciudadanía de que el problema es el odio africano que sienten hacia León las altas instancias de la Junta. Y no cabe duda de que Antonio Silván, a pesar de los malintencionados comentarios que se oyen, ha demostrado una vez más que es un excelente gestor. No lo comento porque sea de León ya que, como suele decirse, gato negro o gato blanco, lo que importa es que cace ratones.

Quizás sea pronto para analizar serenamente la cuestión y las consecuencias que se deriven, tanto respecto del futuro del Aeropuerto de León como del destino de los 150 trabajadores de la aerolínea. Hay algunas preguntas que deberían plantearse en el debate, y la principal es si los vuelos deben considerarse como un servicio público, financiado por los contribuyentes, o un negocio privado, y si puede ser rentable una aerolínea regional sin el apoyo de las Administraciones. La pregunta del millón es: Sr. Contribuyente, ¿considera usted oportuno que con sus impuestos sufraguemos una parte del precio del pasaje? Lo cierto es que los ciudadanos ya pagamos una porción del precio del billete de autobús, de las nóminas de los jugadores de la Cultural o del caché de los músicos que pasan por el Auditorio. Aquí reside la labor del político, y su responsabilidad, gestionar recursos escasos para atender necesidades múltiples. No vuelvo con el tema de las prioridades porque acabo siendo pesado.

Siguiendo con los números, entre el pánico que se adueña de las Bolsas y los negros augurios del FMI, Zapatero acude al rescate de la economía con su famoso Plan. Por una parte eleva a 100.000 euros la garantía de los depósitos y, por otra, destinará 30.000 o 50.000 millones de euros (total, da lo mismo) para adquirir activos “no tóxicos” y garantizar la financiación de empresas y ciudadanos. Ha dicho Solbes, además, que el Plan tendrá “coste cero” para los contribuyentes. Estoy desconcertado, a no ser que ZP haya leído esta semana a Harry Potter y vaya a crear el Ministerio de Magia.

Como quiero ser constructivo voy a echar una mano a nuestro Presidente. Le doy los datos de mi cuenta y le garantizo personalmente que la financiación llegará a mi familia. No sea que algún Banco diga que tiene que provisionar, se quede con la pasta y además me cargue una comisión. Por último, a mí, la verdad, me afecta bastante poco que me garanticen mis depósitos hasta 20.000 o hasta 100.000 euros.

Houston, tenemos un problema

Ayer viernes este diario nos regalaba un titular ciertamente demoledor: “El paro se tambalea en la Comunidad y deja en León 1.103 parados más”. Y los datos, a poco que uno repara en ellos, son todavía más demoledores: 95.000 parados más en España en el mes de septiembre, 6.000 más en la Comunidad. Se encoge el ánimo cuando uno piensa que, desde hace un año, cada día 1.600 personas engrosan las listas del paro en España. Y cada persona no es el frío número de una estadística, sino una familia, una historia, una hipoteca, un futuro ensombrecido por la lacra del desempleo.

Indudablemente, y como decían los del Apolo 13, “Houston, tenemos un problema”, un grave problema que es el desempleo. Y, en mi opinión, una causa directa, y es nuestra manifiesta debilidad industrial. Cuando yo era joven España era la décima potencia industrial y ahora hasta los tricornios de la Benemérita se fabrican en China.

Un avezado observador de la realidad leonesa me apuntaba sagazmente hace unos días que esta crisis durará mucho más de lo que algunos piensan, y que empezaremos a ver la luz cuando desarrollemos otro modelo económico. Hemos basado nuestro crecimiento en la construcción y en los servicios, y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria –y las turbulencias financieras- - han derrumbado el castillo de naipes en el que tan plácidamente vivíamos. Hasta que otro sector no tome el relevo se aproximan años difíciles y no sé hasta qué punto todos nuestros líderes son conscientes de la situación.

En Castilla y León, el Consejero Villanueva se reunía hace una semana con los Gerentes Provinciales del ECYL para impulsar un paquete de trece medidas extraordinarias en materia de empleo y formación. Sí parece que desde la Junta se ha tomado como una prioridad de primer orden (valga la redundancia) el tema del empleo, pero lo cierto es que su margen de maniobra es bastante limitado. Y esto porque muchos de los problemas derivan de la propia estructura de un mercado de trabajo, excesivamente rígido, donde sólo tiene competencias el Gobierno de España.

Deberíamos haber aprovechado los años de “vacas gordas”, como hizo José según nos cuenta el Antiguo Testamento, para llenar los graneros y ejecutar las necesarias reformas. Por ejemplo, haber utilizado la época de bonanza económica para reducir las cotizaciones sociales que soportan las empresas, un auténtico impuesto sobre el trabajo que supone un freno para la contratación de nuevos trabajadores. Una medida que ahora, con la que está cayendo y las largas colas en los Servicios Públicos de Empleo, se me antoja inviable.

Tenemos un serio problema, que es el paro. Y necesitamos más fábricas y menos pedagogía.

El otoño de los Congresos

El otoño ha llegado y parece que va a estar dominado por la Economía. Todavía no está claro si debemos hablar de crisis, de recesión o de eso que llaman turbulencias financieras. Pero hoy no toca hablar de Economía sino de política, y el curso que empieza se presume apasionante y se avecina un otoño lleno de Congresos. Una pena que el Palacio de la Azucarera –el Fernández Convention Center- no termine de arrancar, porque podíamos captar algún cliente aprovechando la coyuntura. Como diría Serrat llegamos siempre tarde donde nunca pasa nada.

La carrera la ha iniciado el PSOE de Castilla y León, que abre una nueva etapa bajo la dirección de Oscar López, pero quedan tres por lo menos. Dos se presumen pacíficos, el del PP regional, que coronará de nuevo a Herrera como Presidente del Partido, y el provincial del PSOE, con Pacofer postulándose como jefe supremo. El tercero, el del PP de León, sí presenta, a priori, un escenario más disputado, o al menos por ello suspiran muchos afiliados y votantes del partido. Quizás al final sea otro Congreso a la búlgara, pero coincidirán conmigo en que el PP se juega en ese Congreso su futuro político en la provincia. La UPL no sé si hará Congreso o simplemente organizará una partida de bolos (leoneses, of course) de solteros contra casados.

Se observa que la elección de Oscar López como Secretario regional ha desatado la euforia en las filas socialistas, que vislumbran la posibilidad de disputarle al PP uno de sus grandes bastiones electorales. Ciertamente, Ángel Villalba daba un aire triste y un poco anacoreta al partido, aquejado de una genética predisposición a cosechar derrota tras derrota. Y más cierto es que Herrera se ha convertido –poco a poco y sin grandes alharacas- en un líder solvente, que une a su capacidad de gestión unas grandes dotes de comunicador. Herrera sabe hacia donde debe caminar Castilla y León, y cuáles son las prioridades, y ese mensaje conecta con el electorado. O sea, que López lo tiene difícil, pero no le falta ilusión y empuje. Y hay dos incógnitas en el horizonte: cuánto tiempo estará Herrera y quien tomará su testigo.

La nueva ejecutiva regional del PSOE me suscita dos comentarios maliciosos. El primero es qué sentido tiene una Ejecutiva con 37 personas, sobre todo si se quiere ser medianamente ejecutivo. Y el segundo es el escaso peso político que León tiene en el seno de la misma. En lugar de esa tontería de la birregionalidad nos hubiera ido mejor tener una Vicesecretaría con mando en plaza, porque ese cuento de que Amparo Valcarce se erige como número dos del Partido no se lo cree nadie. Entre otras cosas porque es Secretaria de Estado y trabaja en Madrid.

La vueelta al cole

Llega septiembre y, como todos los años, empieza el Curso, tanto el escolar como el político. Atrás quedan –lejanos ya como si nunca hubieran existido- los felices días del verano y todos, niños y políticos, se preparan para afrontar los nuevos retos. Los niños están bastante mentalizados y me gustaría decir lo mismo de nuestros representantes, pero me alejaría ligeramente de la verdad.

Ya el otro día, en el Parlamento, asistimos al primer episodio de esta nueva etapa. Rajoy estuvo un poco en plan repelente niño Vicente, echando en cara al Presidente que no tenía hechos los deberes y riñéndole porque no había aprovechado el verano para estudiar. Y contemplando a ZP llegué a la conclusión de que le aburren soberanamente las Matemáticas, es decir, la economía, y ni siquiera se esfuerza en disimularlo. A Zapatero realmente lo que le gusta son las extraescolares: hacer un Ministerio de Igualdad, discurrir en torno a la Alianza de Civilizaciones y todas esas ocurrencias a las que nos tiene acostumbrados. Es hábil, ciertamente, y como te despistes te llega a convencer de que cualquier chorrada tiene una trascendencia cósmica. Me atrevo a decir que estamos todavía en clase de Lengua, discutiendo si estamos ante una crisis, una recesión o un momento bajo del ciclo. Lo que necesitan, me temo, es Conocimiento del Medio. Pero intensivo.

Dicen -sobre todo lo dicen los del PP, claro- que el debate económico del pasado miércoles lo ganó Rajoy, aunque yo tampoco vi que aportara muchas soluciones. Parece que Gobierno y Oposición, por una vez y sin que sirva de precedente, coinciden en una cosa: el remedio contra la crisis es esperar a que pase. Como decía el castizo, ya escampará.

En cuanto el Curso Escolar leía yo que en León aumentaban los alumnos en Infantil y en Primaria. Aunque, fijándose un poco, el dato es que en Educación Infantil hay 119 escolares más y Primaria crece la increíble cifra de 92 alumnos. Estamos que nos salimos. Ciertamente con lo difícil que se pone la vida y los generosos incentivos que las Administraciones dan a la familia (esto es una ironía) tener hijos más que una proeza es un milagro. Menos mal que los niños nos dan más alegrías que nuestros mandatarios.

Deseamos todos que tanto Zapatero como Rajoy hinquen los codos y miren la forma de superar esta difícil etapa. Incluso que estudien juntos, que escuchen todas las opiniones, porque lo que se trata es de buscar la salida y no de hacerse el listillo en el Parlamento. Decía Russel Crowe, en la hermosa película ambientada en la época de la Gran Depresión que es Cinderella Man, “Roosvelt nos sacará de ésta”. Pero no veo a Roosvelt por ningún sitio. Debe estar en Primaria.


Fusiones

El otro día estuvo por estos andurriales el Consejero Villanueva colocando la primera piedra (qué enrollado) de la ampliación de la planta de Vestas en Villadangos. Debe anotarse que el ejemplo de esta empresa danesa, como el de Syva -donde ayer viernes inauguraba Zapatero sus nuevas instalaciones-, demuestra que, con talento y trabajo, se puede avanzar, a pesar de nuestro victimismo y de esa ojeriza que, al criterio de sesudos analistas, nos tienen en Valladolid.

Entre otras cosas el Consejero dijo que las Cajas de Ahorro tienen que fusionarse para ser más competitivas en estos tiempos de incertidumbre económica y crisis financiera. Crisis que, en el fino análisis que hace el Presidente Zapatero, tiene su origen en los Estados Unidos y en eso de las subprime, que algo tienen que ver también con la muerte de Manolete y con la caída del Imperio Romano. A mí no me parece mal que las Cajas se fusionen para ganar competitividad, de la misma forma que pienso que deberían fusionarse las Consejerías –o incluso las Comunidades Autónomas- para ser más eficientes.

La fusión de las Cajas de la Comunidad es un tema recurrente que de vez en cuando se cuela en las páginas de los periódicos pero que nunca pasa de ahí. No creo que se trate de una cuestión de tamaño ni de que la prioridad de las Cajas sea la competitividad. Simplemente las Cajas deben ser eficientes para cumplir la finalidad que les marca la Ley: destinar sus excedentes a la realización de obras sociales y contribuir al desarrollo económico y social de su ámbito de actuación, especialmente en Castilla y León. Nada más, pero nada menos. Si eso se consigue con dos, cinco o siete Cajas no me parece una cuestión prioritaria.

Pero siempre que salta el tema de la fusión todos sabemos que, en la trastienda, existen otros intereses. Por una parte, los que están dentro no quieren que les menten la bicha, pues son conscientes de que todo proceso de fusión exige sacrificios y genera, como efecto directo, inevitables “recortes de personal”. Pero también late en el ambiente la percepción de que la Junta con la fusión busca un soporte financiero como instrumento de sus políticas. Es decir, le mola tener una especie de Instituto de Crédito Oficial. En León, además, siempre se cierne la sombra de que, con la fusión, la nueva Caja se instalaría a orillas del Pisuerga.

El problema del sistema financiero en España, en general, es que a veces se pasan y otras no llegan. Son como vendedores de paraguas, empeñados en colocarte el producto cuando hace un sol de justicia y en quitártelo cuando empieza el aguacero. Pero, quizás, tenemos lo que nos merecemos, aunque resulte más fácil echar la culpa a las subprime.

El Justiciero

El Juez Baltasar Garzón, que llevaba algún tiempo sin pasearse por los titulares de los periódicos (demasiado tiempo lejos de los focos parece que perjudica seriamente su salud) nos ha sorprendido a todos abriendo una investigación sobre los muertos y los desaparecidos en la Guerra Civil Española y en la represión de la dictadura franquista que siguió al final de la contienda.

El asunto tiene varias frentes y hurga en uno de los episodios más dolorosos y dramáticos de nuestra reciente Historia. Tuve en su día algunas dudas sobre la “oportunidad política” de la Ley de la Memoria Histórica abanderada por Zapatero. Siempre es necesario recordar la Historia pero no estoy muy convencido de que una norma jurídica dirigida a resucitar los fantasmas del pasado sea lo que necesita la España de hoy.

Conviene precisar, no obstante, que lo que en tiempos se denominó la Cruzada fue una sublevación militar contra un sistema legalmente constituido, encabezada por siniestros personajes que violaron el juramento de lealtad a la República que habían otorgado. Pero muertos y represaliados los hubo en los dos bandos, en muchas ocasiones por venganzas personales que nada tenían que ver con las ideas, y todos tenemos antepasados que fueron asesinados o que sufrieron la cárcel o el exilio. Y la idea que sostuvo y animó nuestra Transición –modélica por otra parte- fue la “reconciliación nacional” que permitiera cerrar las heridas abiertas por la Guerra Civil y por la represión de la dictadura de Franco. Ése era el compromiso, asumido por todos: olvidar el pasado para construir un futuro en el que todos los españoles pudiéramos vivir en paz.

Me parece natural, humano y respetable que las familias quieran saber donde están enterrados sus muertos y que puedan llorarles en paz. Quiero que mis hijos conozcan nuestro pasado y que vean, por ejemplo, esa hermosa y terrible película que es “Las Trece Rosas” sabiendo que esos hechos desgarradores sucedieron realmente en España. Pero lo que me parece excesivo es que el Juez Garzón, con el dinero de los contribuyentes, se dedique a abrir esta macroinvestigación y no soy capaz de vislumbrar cuál es el objeto. La justicia está para resolver los conflictos que puedan surgir entre nosotros, de la forma más correcta y equilibrada posible, no para enjuiciar la Historia. Quizás todo tenga que ver con la particular personalidad del Juez Garzón, y así mientras los jueces “de a pie” se dedican a administrar justicia, con escasez de medios y con su mejor criterio, él se cree investido de una misión divina dirigida a imponer la justicia universal de la qué él se cree el único depositario. Hay una diferencia entre Juez y un “Justiciero”.


Citius, altius, fortius

Mi primer recuerdo de unos Juegos se remonta a Munich 1972, Olimpiada tristemente célebre por la masacre perpetrada por el grupo palestino Septiembre Negro que acabó con la vida de once atletas israelíes. Desgraciadamente, el terrorismo sigue estando presente, más cercano y sanguinario que en los 70, pero mucho han cambiado las cosas en el olimpismo. Seguimos con el citius, altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte) pero se ha añadido el elemento comercial (más dinero) y mediático (tenía ganas ya de meter este palabro en una columna). Un dato: Mark Spitz, ganador de siete medallas de oro en Munich, se retiró ese mismo año porque en aquel tiempo no se podía vivir de la natación. Hoy, Michel Phelps, el Tiburón de Baltimore, que ha superado la gesta de Spitz al obtener ocho metales dorados, ingresa unos cuantos millones de euros al año.
A mí la verdad me encantan los Juegos. Entre otras cosas porque no sólo veo deportes que el resto del año ignoro, sino otros que ni siquiera recordaba que existían. Así cada cuatro años me hago la misma pregunta: ¿alguien conoce a alguien que practique la lucha grecorromana? Yo particularmente no, pero llegan los Juegos y me veo unos cuantos asaltos, que por cierto no sé si se llaman asaltos. Y aprovechas la ocasión para hablar de cuestiones técnicas, como la dificultad de los tirabuzones en el salto de trampolín o la perfecta definición de Maya Isinbayeva al ejecutar el salto con pértiga, con la misma naturalidad y soltura que comentas el culebrón de los huertos solares o las tempestades que se avecinan de cara al Congreso del PP.

No ha quedado claro cómo ha quedado España. Unos opinan que mal, lejos de Barcelona 92, cuando asombramos al mundo y sobre todo a nosotros mismos, y de las expectativas que algunos habían proclamado. Otros que somos el número catorce del medallero, y eso tiene mérito, aunque sin ir más lejos Italia haya conseguido el doble de medallas que nosotros. Lo cierto es que nos mantenemos en aquellos deportes en los que nos hemos especializado olímpicamente (piragüismo, ciclismo), hemos obtenido buenos resultados en deportes de equipo (hockey, balonmano y esa dulce medalla de plata frente a los chicos de la NBA) y hemos fracasado estrepitosamente en natación o en atletismo, el deporte rey de los Juegos.

Mención especial merece la natación sincronizada. Que en un deporte tan exigente, tan duro, hayamos conseguido colgarnos dos medallas de plata me parece simplemente admirable. Y mi admiración es mayor cuando veo lo que esas chicas hacen en la piscina y llego a la conclusión de que pertenecemos a especies diferentes. Yo es que, lo reconozco, no me sincronizo ni con mi sombra.

Primero rescate a mi hija

El accidente del vuelo JK-5022 de Spanair, que el 22 de agosto segó la vida de 153 personas, ha conmocionado a todo el país y ha llevado el dolor a las familias y amigos que lloran sin consuelo la pérdida de sus seres queridos. Detrás de cada víctima hay un drama personal, y esas historias han llenado las páginas de los diarios y los rincones de la Red en estos días. Y conmueve la historia de la salmantina Amalia Filloy, que entregó su vida para salvar la de su hija María. Al recordar los hechos que narraba el bombero Francisco Martínez se hace difícil retener las lágrimas.

Cuando Francisco Martínez entró en el avión siniestrado encontró entre los restos del aparato a Amalia y a su hija María, de 11 años. Al verle la mujer cogió a la niña y se la entregó pidiéndole que rescatara primero a su hija, según contaba Martínez. Este bombero rescataba también a dos niños (Jesús Alfredo y Roberto) que, junto con María, son los únicos menores que se salvaron del desastre.
Porque un hecho terrible que nos ha arañado a todos las entrañas es que el accidente de Barajas se ha llevado a familias enteras y –sobre todo- que 22 niños y bebés se cuentan entre las víctimas. Demoledora es la historia de la familia Núñez Rojo, de Calzada del Coto, que perdía a cuatro de sus miembros en la fatídica pista 36 del Aeropuerto de Barajas, entre ellos el pequeño Pedro Javier, de 3 meses de edad. Su minúsculo cadáver fue el último en ser rescatado por los bomberos entre los escombros, 24 horas después de la tragedia.

Todavía es pronto para conocer las verdaderas causas de la catástrofe y conviene recordar que el avión es el medio de transporte con menor índice de siniestralidad. Sin embargo cuando sucede un accidente las consecuencias son dramáticas. Nos hemos acostumbrado a convivir (sirva la expresión) con las muertes de la carretera (2.741 personas el año 2.007), con las víctimas de la violencia doméstica o de los accidentes laborales. Pero una catástrofe aérea, por su magnitud y su crudeza, siempre nos deja anonadados, llenos de impotencia y angustia. Por esto sorprende y escandaliza que la Federación de Fútbol insistiera en jugar la pachanga contra Dinamarca ese trágico miércoles o que el Comité Olímpico se negara a que la bandera española ondeara a media asta.

Dentro de unos días los nombres y las historias de las víctimas se caerán de los titulares y pasarán a ser sólo un número en una fría estadística. Sólo los recordarán sus allegados, que tendrán que aprender a vivir con el inmenso vacío que deja su ausencia. Pero quisiera que nunca olvidáramos a Amalia Filloy, que iluminó ese miércoles negro cuando le rogó al bombero: “Primero rescate a mi hija”.

El desconcierto

Hace algunas semanas la procuradora socialista, Inmaculada Larrauri, denunciaba el trato de favor que la Junta de Castilla y León otorgaba a la sanidad privada de la provincia. Los datos que la parlamentaria autonómica exponía eran contundentes: la Junta ha gastado durante 2.007 en conciertos con empresas privadas del sector sanitario en León 30 millones de euros, frente a los 26,3 invertidos en Valladolid. Como no me consta ninguna contestación o matización por parte de la Junta doy por buenas las cifras que aportaba Larrauri.

No entiendo como la Junta emplea más dinero en conciertos en León que en Valladolid, teniendo en cuenta que aquí nos despoblamos mientras crece la población en la ribera del Pisuerga. Tengo una explicación, si bien reconozco que es un tanto peregrina: los pucelanos, cuando vienen a León a robarnos alguna empresa, aprovechan para operarse de las cataratas o hacerse una laparoscopia. Seguro que hay algún otro motivo pero se escapa a mi raciocinio o a mi imaginación.

Lo del concierto sanitario, francamente, me desconcierta. Me parece genial que alguien monte un hospital para ganar dinero, de la misma forma que otros abren un supermercado. Pero me parece muy fuerte que una parte considerable de sus beneficios deriven de nuestros impuestos a través del concierto. Sobre todo cuando, teóricamente, se opta por un modelo de sanidad pública y, en León –por no ir más lejos- la Junta ha invertido más de 100 millones de euros en el Complejo Hospitalario. Es como si me gasto una pasta en comprarme un piso impresionante y luego me voy a dormir a un hotel. La única diferencia es que ni me compro el piso ni pago el hotel con el dinero de los contribuyentes.

Y lo del Complejo Hospitalario (lo de Complejo viene porque es como el Laberinto de Creta) es una obra que nos acompañará en el tiempo, como parte de nuestra historia sentimental. Cuando nació mi hija Julia –que cumplió 8 años el mes pasado- ya habían iniciado las obras, y nadie es capaz de predecir si concluirán algún día. Está quedando muy mono y supongo que muy operativo. Pero por experiencia más o menos directa quiero apuntillar que el funcionamiento de Urgencias por la noche sigue siendo manifiestamente mejorable. Como no estés a punto de morirte pueden tardar tres horas en atenderte y aquello sigue pareciendo un Consultorio del Tercer Mundo, donde se mezcla el llanto de los bebés y los gritos de los accidentados.
Aunque igual lo que hay que hacer es concertar también Urgencias. Y de paso lo de recaudar los impuestos se lo encargamos al Cobrador del Frac. Con esta perspectiva no me extraña que algunos funcionarios se hagan emprendedores. No sea que te concierten.

El tramitador

El que podemos llamar ya “Caso Lasarte” ha causado una gran conmoción en la vida política de León. Tras el riguroso trabajo de investigación llevado a cabo por este diario ha salido a la luz pública que Javier Lasarte era el administrador único de la empresa Galeno 1955, S.L., que en dos años ha tramitado (y obtenido, naturalmente) licencias para once plantas solares en las provincias de León y Valladolid.

La reacción de las altas instancias de la Junta ha sido rápida y Javier Lasarte presentaba la “dimisión” de su cargo de Secretario Territorial de la Delegación de la Junta de forma casi inmediata. El 4 de agosto el Bocyl publicaba su cese, a petición propia, agradeciéndole los servicios prestados (no dice a quién pero la literatura gubernamental es ciertamente fría y escueta).

No quiero entrar en si estos hechos pueden ser considerados delictivos o no, aunque cabria preguntarse si existe –además- algún tipo de responsabilidad por eso que los juristas llaman culpa in eligendo y culpa in vigilando, es decir, por la mala elección o la mala vigilancia. Me preocupa el aspecto moral de la cuestión (soy un antiguo, ya lo saben) y la pregunta del millón es si los políticos, o los funcionarios de alto nivel, pueden tener negocios (me suena como aquella pregunta de si los famosos tiene vida privada).

Pienso que no existiría problema si el negocio en cuestión fuera una mercería o una tienda de ropa (o una sex-shop, poniéndonos imaginativos). El tema es si la ocupación del político-funcionario es la tramitación y obtención de autorizaciones administrativas, autorizaciones que dependen (¡oh casualidad!) de una Administración en la que el tramitador ostenta un cargo relevante. Porque lo grave del asunto es que la función de Lasarte era conseguir las licencias que luego cedía a las empresas que explotarían esos “huertos solares” que ya forman parte de la campiña leonesa.

Aunque la verdad es que somos unos malpensados. Todo el mundo sabe lo difícil que es moverse por la jungla burocrática a la hora de conseguir, por ejemplo, iniciar una actividad empresarial en esta cosa novedosa de las energías renovables. Quizás lo que hacía Lasarte era gestionar de modo tan eficiente como altruista todo el papeleo para que los empresarios pudieran tener sus plantas solares operativas en breve plazo prestando, además, un gran servicio a la economía leonesa y a la conservación del planeta.
Lo curioso es que, dicen, una de las dos líneas de investigación que ha abierto la Junta (todo se sigue haciendo por duplicado, como debe ser) puede durar entre siete y ocho meses. Indudablemente, necesitan un supertramitador que investigue ágilmente lo que hizo el tramitador Lasarte.