28 de marzo de 2008

Paisaje después de la batalla



Pasaron las elecciones y atrás queda esa campaña interminable, espesa y crispada, enturbiada por el zarpazo terrorista que segó la vida de Isaías Carrasco, una víctima más en la locura de la sinrazón y la violencia. Ahora que la voluntad popular se ha expresado libremente, que hemos escuchado esa cosa tan bonita llamada el veredicto de las urnas, llega el momento de la reflexión. Y, como un simple columnista de provincias, quiero hacer mi aportación personal a los comentarios que surgen y que analizan el paisaje después de la batalla.

Comenzando por el principio, que es una forma de comenzar como otra cualquiera, una breve pincelada sobre una campaña electoral excesivamente tensa, con cierta pobreza de contenidos y, ante todo, terriblemente aburrida. Así, en los debates televisados los candidatos parecían dos estudiantes pugnando por demostrar quién se sabía mejor la lección. Demasiados datos, muchos gráficos estilo Barrio Sésamo pero pocas propuestas (a lo sumo, un poco de tómbola electoral) y escasa capacidad para ilusionar y seducir al electorado.

Lo primero algunas obviedades marca de la casa. Las encuestas son una ciencia inexacta y nadie debe fiarse de ellas más de lo estrictamente necesario. Y las elecciones las ha ganado el Partido Socialista, concretamente el candidato ZP, por mucho que en el Partido Popular insistan en que son el partido que más ha subido. Pueden aferrarse y argumentar que tienen cinco diputados más que en 2.004, que han sumado 400.000 votos y mejorado dos puntos. Pero, en definitiva, han perdido, lo miren como lo miren. La política se parece cada vez más al fútbol y el que saca más diputados es el que gana y se lleva los tres puntos.

Por eso la reacción más sincera me parece la de Elvira Fernández, la mujer de Rajoy, probablemente porque no se dedica a la política más que de manera “consorte” y no tiene que ocultar la decepción y la tristeza. Me asombra la ausencia absoluta de autocrítica en las huestes populares o que no se hagan determinadas preguntas. ¿Era Mariano Rajoy el candidato idóneo? ¿No debería haber sido elegido por los afiliados y no investido por el cuaderno azul de Jose Mari? ¿Qué hubiera pasado si hubiera incluido a Gallardón en las listas? ¿La gran esperanza blanca de la derecha económica -Pizarro- ha aportado algún voto o ha restado? Quizás los altos jerarcas del partido se planteen estos interrogantes en privado, pero el debate ya ha comenzado en la sociedad española y, sólo un ejemplo, el 70% de los internautas que “votan” en la página web de elmundo.es opinan que Rajoy debe dimitir.
Hay otras dos consecuencias importantes de estas elecciones, en la que coincidimos todos los analistas (voy a pasar de ser tribuno a analista, que queda mucho más técnico para el curriculum). Una es la debacle de Izquierda Unida, barrida por lo que Llamazares llamaba el tsunami bipartidista. Llamazares que en este caso sí ha demostrado ser un líder responsable y consecuente y ha asegurado que no se presentará a la reelección como coordinador general de Izquierda Unida. Y la segunda es la irrupción en el Parlamento de Unión Progreso y Democracia, el equipo revelación de la temporada, capitaneado por una valerosa Rosa Díez que ha conseguido más de 300.000 votos y un diputado. Conviene apuntillar, como ya se ha dicho, que el PNV, con 289 votos menos, obtiene 6 diputados. Es una de las injusticias manifiestas de un sistema electoral que requiere un amplio debate y una modificación. Precisamente la reforma de este sistema ha sido uno de los argumentos de UPyD, una formación que ha conseguido aglutinar un “voto disidente” (mayoritariamente de centro-izquierda, creo), a pesar de la marginación de la mayoría de los medios de comunicación y gracias a una campaña imaginativa en la que se han gastado, con seguridad, menos dinero que el Ministro de Justicia en funciones, Fernández Bermejo, en arreglar su piso oficial.

Y, ahora detengámonos brevemente en nuestra provincia, donde las elecciones del 9-M arrojan tres conclusiones bastante claras. La primera, la fortaleza del PSOE, que obtiene casi el 50% de los votos a pesar de esa campaña desatada acerca de los incumplimientos de Zapatero. La segunda, el retroceso del Partido Popular, que queda a más de 18.000 votos de los socialistas y donde no se adivinan síntomas de recuperación. Y la tercera, el desplome de la UPL, que –aunque digan que las generales no es su partido- no pueden ya ignorar que navegan sin rumbo hacia ninguna parte.

Y, para terminar, una pregunta dirigida al futuro Presidente. Ahora que los españoles le han renovado su confianza, ¿cuándo nos va a devolver esos 400 euros de los que hablaba en la campaña?

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