26 de julio de 2007

Buenas noches y buena suerte

“Buenas noches y buena suerte” es el título de una hermosa, valiente y sincera película dirigida por George Clooney, nuestro inolvidable Dr. Ross de Urgencias. La cinta evoca unos hechos ocurridos en la América de los años 50, cuando el periodista Edgard R. Murrow se opuso, desde su programa de televisión en la CBS, a las tácticas y actuaciones del tristemente célebre senador Joseph McCarthy. El título alude a la frase con la que Murrow cerraba su programa, emitido de costa a costa, los martes por la noche en horario de máxima audiencia (el “prime time” de la época). La película es una mirada hasta cierto punto cariñosa pero nada complaciente al mundo de la televisión y nos habla de la integridad y del papel de los medios de comunicación en la sociedad de la época.

Enlazando con la película quisiera hacer una reflexión (nada sesuda ahora que por fin ha llegado el verano) sobre mi intención al escribir estas tribunas, ahora que se cierra la temporada. Mi ánimo al colaborar, dos veces al mes (y ésta ya hace la número 29) en “La Crónica” ha sido simplemente expresar algunas opiniones y poner sobre la mesa temas que considero de cierto calado y que deberían, pienso, ser objeto de análisis y de debate. Desde la España de las Autonomías a la protección de la familia y desde los “mecanismos de elección de nuestros candidatos” hasta el papel de nuestras Fuerzas Armadas en el mundo que nos ha tocado vivir.

Probablemente me he repetido bastante porque, aunque soy un chico tremendamente aplicado, reconozco que no soy nada original. Muchos temas han quedado aparcados, esperando mejor ocasión y un nuevo encuentro con todos ustedes. Soy consciente de que la incidencia de mis artículos es escasa por no decir absolutamente nula, pero sí me hubiera gustado despertar en algún lector un breve comentario, una pequeña reflexión o, por lo menos, un ligero desacuerdo o una crítica despiadada.

Hace algunas semanas el Catedrático Sosa Wagner escribía en estas misma páginas un brillante artículo, en el que –entre otras razonamientos bastante atinados- hablaba de que nuestro sistema democrático había sido secuestrado (creo que esas eran sus palabras) por los partidos políticos. No le faltaba razón. Hoy por hoy los partidos -o sus “aparatos”- han invadido todos los ámbitos, incluso los órganos teóricamente diseñados para controlar a la propia Administración. En esa ocupación incesante me pregunto qué espacio le queda a eso que pomposamente llamamos la sociedad civil. Más exactamente ¿existe la sociedad civil? Porque si la sociedad civil existe debe expresarse, analizar y debatir los temas a través de los medios, desde los tradicionales hasta los modernos inventos que pueblan Internet. Y desde esa “sociedad civil” llega mi pequeña aportación a través de estos artículos. Sin ninguna pretensión, sin representar a nadie (sólo a mí mismo) solo aspiro a trasladar al papel algunas cuestiones que, creo, nos afectan a todos.

No soy tan ingenuo para creer que los medios tengan que ser independientes y ni siquiera objetivos, y cualquier línea editorial es perfectamente legítima. Pero sí deben decir a sus lectores de qué lado están y separar la información, la opinión y el simple bulo. Un ejemplo: Hearst, el magnate que inspiró Ciudadano Kane, era un firme partidario de que declarar la guerra a España en 1.898. Alentaba su postura a través de sus periódicos y la “noticia” de que el Maine había sido volado por los españoles se debe a este sujeto (realmente fue un accidente). Incluso le ordenó a un fotógrafo que marchara inmediatamente a Cuba porque había estallado la guerra. El hombre le preguntó que dónde estaba la guerra y Hearst respondió “Usted ponga las fotografías, yo pondré la guerra”.

El mundo de la comunicación evoluciona deprisa y el incidente con “El Jueves” nos lo ha vuelto a demostrar, a la vez que reabre el eterno debate sobre la libertad de expresión y sus límites. Pero en los nuevos tiempos el papel de la Prensa (en sentido amplio) sigue siendo esencial, como expresión y cauce de la sociedad civil, como el ojo público que vigila a la Administración y, en definitiva, como una garantía de nuestras libertades.

Volvemos al principio. Gracias, entre otras razones, al gran trabajo periodístico de Murrow y su equipo en 1.954 McCarthy fue reprobado por el Senado y se disolvió su nefasto Comité . Pero, paradojas de la vida, el programa de Murrow fue apartado de los horarios preferentes de su cadena porque los anunciantes y los directivos entendieron que la televisión debería dedicarse, sobre todo, a entretener y distraer a los americanos. En fin, feliz verano y, hasta entonces, buenas noches y buena suerte.

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