13 de julio de 2007

Estimado ZP, ¿y con mis hijos qué pasa?

Tengo que confesar que no he seguido ese acontecimiento que arrastra a las masas en pleno mes de julio y que se conoce como el Debate del Estado de la Nación. No entiendo por otra parte a que mente preclara o cráneo privilegiado se le ocurrió esa gran idea de “celebrarlo” en esta fecha, en el fragor de los calores estivales y con la gente pensando en otros asuntos más alegres (léase vacaciones) o en cuestiones ligeramente más siniestras (la presentación del Impuesto de Sociedades). Nunca le he visto excesivo sentido a ese “pugilato parlamentario” e imagino que con el tiempo dejara de llamarse Debate del Estado de la Nación y será conocido como “debate o intercambio de sensibilidades sobre el estado de las naciones, regiones y otros entes que constituyen aquello anteriormente conocido como España”. Porque Nación, para que nos vamos a engañar, cada vez va quedando menos.

Pero no quiero entrar en controversias territoriales, poco apropiadas para estas fechas, sino en el anuncio estrella del debate: los 2.500 euros que nuestro Zapatero dará a cada nuevo niño que nazca en España. Pero primera e importante precisión: el Presidente no regala nada, simplemente administra nuestro dinero (de unos más que de otros) y decide –como decisión política o como baza electoral- la concesión de esta ayuda. De la misma manera que los flamantes ediles del Ayuntamiento de León, los de dedicación exclusiva a 3.379 euros mes (por 14 pagas) y los “no-exclusivos” a 207 euros por Pleno (más Comisiones y Consejos nos sale realmente cara la hora de concejal) no cobran, les pagamos. Los políticos no dejan de ser unos asalariados nuestros, aunque no lo parezca, que gestionan –con mayor o menor pericia- nuestros dineros.

Me temo que existen dos problemas: El primero es que parece que los políticos en general (y ZP en particular) no tienen mucha idea de lo que cuesta tener, educar, alimentar, vestir y formar a los hijos. Porque si nuestro Presidente pensaba (y de buena fe, presumo) que un café valía 80 céntimos igual cree que un paquete de pañales cuesta 2 euros. Seamos realistas: los hijos son unas preciosas y pequeñas unidades de gasto desde que nacen (y antes) hasta que se independizan (si pueden), día que forzosamente ha de llegar pero se ignora cuando.


El segundo problema es que en España no se considera la protección de la familia como una prioridad política (tampoco a la educación, a la sanidad o a la justicia) ni se percibe como un grave problema la baja natalidad, que se sitúa en 1,37 hijos por mujer. Y eso a pesar de la inmigración, que es nuestro soporte demográfico y el gran motor de nuestra economía, no el ladrillo-.

Lo de los 2.500 euros por hijo, además de ligeramente raquítico (he hecho un cálculo rápido y con eso cubres a duras penas los pañales y la leche durante dos años, dos y medio a lo sumo) me parece injusto. ¿Y qué pasa con los hijos –los míos, por ejemplo-, que tuvieron la ocurrencia de nacer bajo la “Era Aznar”? ¿Acaso no gastan, no comen, se visten y se educan? Las ayudas, para que tengan sentido, deben ser para todos y prolongarse en el tiempo. Un dato esclarecedor ha salido a la luz estos días: una familia española necesitaría tener 13 hijos para poder acceder a las mismas prestaciones que una alemana con dos.

Para que quede claro que no solo critico voy a hacer una sugerencia: que el dinero que las familias españolas se gastan todos los años para que sus hijos estudien en el extranjero (unas semanas o todo el curso escolar) se considere gasto deducible en la declaración de la Renta. La propuesta no es descabellada aunque lo parezca. Si las aportaciones a los Planes de Pensiones reducen la base imponible del IRPF por qué no puede tener un trato similar la formación de nuestros hijos, que es el verdadero futuro de nuestro país. Me pregunto si llegará esta mi propuesta a los cuarteles generales de los partidos políticos, esas “colmenas burocráticas” (la expresión es de mi admirado Vargas Llosa) donde se alumbran los programas electorales y se diseñan las grandes líneas de la política nacional.

Probablemente los 2.500 euros de R. Zapatero –y el contraataque de Mariano Rajoy prometiendo menos impuestos y más ayudas a las familias- sean reclamos electorales. Es su naturaleza, como el escorpión de la fábula. Lo mismo que algunos jugadores de fútbol cuando se acercan al área ya piensan en tirarse, los políticos, cuando se aproximan las elecciones, empiezan a prometer como verdaderos posesos. Pero bienvenidos sean los anuncios y las promesas si se hacen la realidad y, sobre todo, si consiguen que los hijos estén, aunque sólo sea unos por unos días, en el centro del debate político.

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