27 de febrero de 2008

Los idus de marzo

Según creía recordar, y he podido cerciorarme gracias a ese gran invento de la era Internet que es wikipedia.org, en el calendario romano los idus de marzo caían el 15 del mes de Martius. Según la tradición romana los idus eran días de buenos augurios que tenían lugar el 15 de los meses de marzo, mayo, julio y octubre y el día 13 del resto de los meses. La fecha ha pasado a la Historia porque Julio César fue asesinado en los idus de marzo del año 44 antes de Cristo por un grupo de senadores que veían en él un peligro para la República. Según nos cuentan, César había sido advertido del peligro, tanto por los sueños premonitorios de su esposa Calpurnia como por las palabras de un adivino que le había aconsejado “Cuídate de los idus de marzo”. Ese día, o sea el idus, César caminaba hacia el Senado, se encontró con el adivino y le dijo riendo: “Ya han llegado los idus de marzo”. El adivino, serio y compasivo, le respondió “Sí, César, pero no han pasado”. Aunque el calendario romano forma parte de la historia la expresión “cuídate de los idus de marzo”, rescatada por William Shakespeare en la obra que dedicó al gran romano, ha llegado hasta nuestros días.


Y viene este título porque, no el 15 pero sí el 9 de marzo, todos los españoles vamos a tener nuestros idus de marzo. No hablo de consecuencias trágicas pero sí decisivas no sólo para el país, sino también para los dos candidatos, Zapatero y Rajoy, que ese día se juegan su futuro político. Si gana ZP abrirá un segundo mandato en el que, sin duda, querrá pasar a la Historia (lo que no sé es cómo le sentará eso a la Historia, pero eso es materia de otro artículo). Y la derrota de Rajoy abrirá eso que llaman el “melón sucesorio” en el seno del Partido Popular, porque a nadie se le escapa que ésta es la última oportunidad del candidato investido en su día por Aznar. Por el contrario, un triunfo de Mariano Rajoy hará perder a los socialistas una eliminatoria que siempre han pensado que tenían en el bolsillo, y las consecuencias de esa derrota se me antojan imprevisibles. Cierto es que, con el estrecho margen que separa a día de hoy la intención de voto de los dos partidos (un 2,6 de ventaja del PSOE, según la encuesta que este fin de semana anticipaba este diario), cualquier cosa puede suceder y cabe especular sobre todos los escenarios posibles.


Así que los dos candidatos protagonizan un intenso duelo al sol en el que se están empleando a fondo. Asistimos así a un capítulo más de la eterna historia de promesas, regalos, apoyos e inauguraciones. Ya empezamos mal con aquello del chequé-bebé y las subvenciones al alquiler, pero en los últimos días han entrado en una espiral frenética. Si uno promete 400 euros el otro dice que plantará 14.000 árboles a la hora, y así sucesivamente, de manera que la “fiesta de la democracia” se acaba convirtiendo en una tómbola.

Como mis títulos no son caprichosos aunque alguno pueda parecerlo volvemos a los idus de marzo y a la muerte de César. Es muy conocido el discurso fúnebre que, en la obra de Shakespeare, Marco Antonio dedica a César, conocido sobre todo a través de la recreación que para el cine hizo el gran Joseph L. Mankiewicz, con Marlon Brando en el papel de Marco Antonio y James Mason como Bruto. Discurso que comienza con las famosas palabras “amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención”, que para algunos es un ejemplo de la más brillante elocuencia y para otros de la más sutil demagogia. En todo caso el texto nos habla del poder de las palabras para convencer a los ciudadanos y llegar a sus corazones, sin recurrir a promesas o regalos.

Acabando con los idus de marzo, cuando César está a la puerta del Senado, recibiendo peticiones de los ciudadanos, un amigo quiere entregarle un mensaje para advertirle que Bruto y el resto de los conspiradores planean su muerte. Le dice que lo lea, porque el mensaje atañe más de cerca a César. Y éste responde que lo que concierne a César debe atenderse en último lugar, y no lee ese escrito que podría haber salvado la vida. Mucho han cambiado las cosas desde entonces, y ahora los políticos, en su primera reunión, abordan temas como dedicaciones exclusivas, sueldos y prebendas. Pienso que éste debiera ser el lema de todo gestor de los asuntos públicos, que lo que a uno interesa debe ser examinado en último lugar, que lo primero son los ciudadanos. Quizás nada de eso existió y todo se deba al talento y a la pluma de Shakespeare, porque ¿se imaginan ustedes a un político español haciendo un testamento como el de César, legando a los ciudadanos sus jardines a la orilla del Tíber para que los disfruten como parques públicos? Sinceramente, a mí no me alcanza la imaginación.

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