24 de febrero de 2008

Ojalá que te vaya bonito

Lo cierto e incontestable es que, en un día como hoy, un “tribuno” aficionado como yo, podría hablar, disertar e incluso divagar sobre multitud de temas que asaltan nuestra vida cotidiana y salpican la actualidad política de nuestra provincia. Así, sobre las listas electorales que han alumbrado los que serán los cabezas de serie en la contienda del mes de marzo, sobre la eterna disputa entre el Palacio de los Guzmanes y el Ayuntamiento de la capital sobre la promoción turística de León, sobre la Alta Velocidad que llegará pero no se sabe cuándo ni sobre todo cómo, sobre la polémica histórico política acerca del 24 de abril, que la mayoría de nosotros percibimos como un “hermoso puente” en el que podremos alejarnos, temporalmente por lo menos, de nuestras preocupaciones diarias, y sobre tantas otras cuestiones que a veces nos preocupan, otras nos inquietan y la mayoría de las veces nos dejan absolutamente indiferentes.

Pero, elevándome a la esfera de la política nacional, me gustaría hablar sobre esas grandes decisiones del líder del Partido Popular que han llenado las páginas de los periódicos y los minutos de los informativos. Me refiero, claro está, al fichaje de Pizarro (el que fuera Presidente de Endesa, no al conquistador del Perú) y al “desahucio político” (por decirlo de una forma suave) de Alberto Ruiz Gallardón. Gallardón que, le pese a quien le pese (y a algunos y algunas les pesa más que otros) es percibido por muchos como la “gran esperanza blanca” del Partido Popular para reconquistar la Moncloa. Cuando el otro día el mariachi de “Caiga Quien Caiga” interpretaba ese gran tema de José Alfredo Jiménez que es “Ojalá que te vaya bonito” al Alcalde de Madrid, era inevitable reflexionar sobre el sentido de los planteamientos estratégicos del PP.

Quizás estas decisiones de Rajoy (si es realmente Rajoy quien las toma, cuestión que entra en el campo de la especulación metafísica) no tengan un efecto decisivo en las elecciones del 9 de marzo y es posible que la marcha de la economía incida más de lo que yo creo en ese momento crucial. Podemos también pensar que todas las polémicas de la pasada semana quedarán en el más absoluto de los olvidos y que nadie se acordará de Gallardón cuando llegue la primavera, pero sí me gustaría reflexionar sobre el trasfondo, si es que lo tiene, que se esconde tras estos acontecimientos.

Lo primero que hay que preguntarse es por las razones reales que han llevado a la marginación (definitiva, parece) de Gallardón de la vida política nacional. No vamos a ser tan ilusos de creer que el PP lo que quiere es que sus alcaldes no vayan al Parlamento para que así puedan dedicar todo su tiempo y sus energías a gestionar con eficiencia sus municipios (más que nada porque hay Alcaldes que optan al Congreso de los Diputados, desde el de Ponferrada hasta el de Cádiz). El motivo fundamental, y todos lo sabemos, es enviar al competidor lo más lejos posible, y evitar así cualquier tentativa sucesoria. Lógicamente, si el PP pierde las elecciones muchos se preguntarán si no sería el momento de elegir otra persona para que desarrolle desde el Parlamento la labor de oposición que siempre es necesaria para recuperar el Poder. Lo cierto es que sería la primera elección porque, no lo olvidemos, Rajoy no fue elegido sino designado por la gracia de Aznar, y aquí reside sin duda la raíz de los problemas.

Me parece un grave error. Aplicando una metáfora del mundo de fútbol un equipo tiene que llevar en la convocatoria a los mejores jugadores, los más en forma, vayan a jugar o no. Porque si el delantero centro se lesiona (es decir, si pierde las elecciones) hay que mirar al banquillo y decidir quien puede jugar en su lugar. Por lo menos, para intentar meter algún gol que permita que en el partido de vuelta (que son las siguientes elecciones) exista alguna posibilidad de remontar la eliminatoria. Y, siguiendo con el símil futbolero, quizá Pizarro pueda ser un brillante extremo o un mediocentro de corte ofensivo (por ejemplo, Ministro de Economía) pero no le imagino fajándose en tareas defensivas, esto es, en la dura y a veces ingrata labor de la oposición.

Sinceramente creo que el Partido Popular ha perdido una gran oportunidad, no sólo de poder disputar la victoria en las elecciones, sino sobre todo de acercarse a una gran parte del electorado que hoy por hoy le es esquivo. Se supone que los tuyos te van a votar y se trata de encontrar candidatos que puedan seducir a aquellos electores que pueden parecer más lejanos. Porque, y hasta ahora siempre ha sido así, las elecciones se ganan en el centro, en ese filón de indecisos que son los que, paradójicamente, siempre deciden.

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