8 de noviembre de 2010

El baile de los apellidos

Con frecuencia uno se queda pasmado ante las iniciativas absurdas –y por ende superfluas- que las Administraciones nos endosan cada cierto tiempo. Inquieta, además, la cantidad de funcionarios o políticos ociosos que vegetan en el Ministerio de Justicia, y que deben dedicar su tiempo –y el dinero de todos- a imaginar reformas legislativas a cual más peregrina. La última ocurrencia de estos iluminados versa sobre los apellidos, y básicamente consiste en que, si hay desacuerdo entre el padre y la madre, o si no nada declaran, los apellidos del hijo se colocarán alfabéticamente. El sistema vigente parece correcto: los padres señalan el orden pero, si nada dicen, el primer apellido es el del padre, aunque el hijo, al alcanzar la mayoría, puede alterar el orden. Pero al parecer se trata de construcciones jurídicas de épocas pasadas, según ha apostillado orgulloso y feliz el Ministro del ramo, autor de esta proeza jurídica.

Ciertamente, si los padres no son capaces de ponerse de acuerdo sobre el orden de los apellidos, puede ser tremenda la que se organice cuando tengan que elegir la tapicería del sofá. No auguro mucho futuro a ese matrimonio. Pero este cambio normativo producirá una verdadera revolución en las relaciones personales. A partir de ahora, cuando los enamorados mediten sobre el decisivo paso de unir sus vidas para siempre, no sólo se preguntarán sobre las afinidades, los gustos comunes, la familia política y todos los elementos colaterales del matrimonio. Tendrán que fijarse, además, en sus apellidos. Me imagino la escena: te amo desesperadamente, princesa mía, pero como te apellidas Álvarez y yo Cañón, no puedo comprometerme. Si lo hago, mis apellidos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia, que diría el replicante Roy Batty en Blade Runner.

Lo próximo que van a anular desde el Ministerio es el contrato de compraventa, otra construcción que procede del pasado, más o menos de las Doce Tablas del Derecho Romano. No obstante, algunos Ayuntamientos ya se han adelantado por la vía de los hechos, ya que compran y no pagan.

Algunos lectores pensarán que me he vuelto un ultraconservador y me he enrolado en el Tea Party. Pero no, mis motivos son otros. Me apellido Suárez, y por eso me discriminan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Bloguero no estoy de acuerdo en eso ya que para algunas personas no serán ni absurdas ni superfluas, no seras del Tea Party pero si que eres en este caso de pensamiento único.
Antes en caso de desacuerdo siempre prevalecia el apellido del Padre y punto.... y ahora la Madre tiene algo que decir, puede ser a cara- cruz, pares-nones etc.
No se si han acertado con el abecedario (eso lo dejo a tu elección) pero por lo menos en los pocos casos en que no se pongan de acuerdo uno de los dos será discriminado por su apellido( el hombre o la mujer) y en el sistema anterior siempre la mujer será la discriminada y sus apellidos valen igual que los de él.
Estoy de acuerdo con que no daría mucho por la duración de estos matrimonios pero esto es una china en el zapato dentro de las relaciones en pareja.
Si tienes una hija, tu nieto no podrá llevar tus apellidos en primer lugar( hablamos claro esta de no ponerse de acuerdo).
Hay que ir cambiando la sociedad para que nuestros hijos no sean como sus abuelos machistas en temas de pareja y se parezcan a ellos en temas de educación y trabajo.
Un saludo.

Bio.