14 de enero de 2011

Cuento de Navidad

Casi todos recordamos ‘Cuento de Navidad’, la célebre narración de Charles Dickens, y a su protagonista, el avaro y misántropo Scrooge, siniestro personaje que no cree en la Navidad y ni siquiera la celebra. Pero aunque, al final de la novela, Mr. Scrooge se reconcilia con el espíritu navideño y con sus semejantes, algunas notas de su primitiva personalidad diríase que han persistido a través de los tiempos.

Y han llegado hasta el equipo de gobierno del Ayuntamiento de León, que no parece muy ilusionado con esto de las fiestas navideñas. Una hipótesis que barajo es que se han vuelto ahorradores –o avaros- como Scrooge, y han decidido no malgastar el dinero en celebraciones y eventos. Pero, como hay datos que desmienten esta suposición (el tranvía, el Palacio de Congresos, el sueldo de Abel Pardo y un largo etcétera), mis pesquisas caminan en otra dirección. No creen en la Navidad porque la consideran una celebración trasnochada y reaccionaria, poco acorde con la nueva moral que nos anuncia el Profeta de la Moncloa.

¿En qué baso mi tesis? Pues, sin ir más lejos, en las luces que adornan la ciudad, que lo mismo que anuncian la Navidad podrían ser el reclamo de una verbena o de un club de carretera, o en la Cabalgata de Reyes, asunto que requiere un breve apunte. En la Cabalgata subsisten algunos clásicos, como la payada del Belén -que decía mi abuela-, las ovejas o los propios Reyes, pero el resto es una mezcla de casi todo: zancudos, elefantes, dragones, bailarines en bicicleta, odaliscas, mineros, vehículos municipales, Bob Esponja, comparsas, etc. Hay sitio para todo, y uno no sabe si estamos en Reyes, en Carnaval o en las Fiestas de San Juan y San Pedro. En mi opinión, y más allá de las creencias de cada uno, la Navidad tiene sus señas de identidad, que deberían ser respetadas. Bastante tienen que soportar los Reyes con la competencia de Papá Noel para que, además, les organicen una Cabalgata-romería. Y hay que estudiar algo, queridos, que nos habéis colocado una vaca en lugar de un buey.

Por último, ¿dónde están los romanos, imprescindibles en toda Cabalgata de Epifanía que se precie? Preguntaré en el correspondiente Negociado del Ayuntamiento, aunque ya sé lo que me van a responder: paparruchas, que diría Scrooge.

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