19 de agosto de 2011

El chocolate del loro

La frase el chocolate del loro no era de uso común hace unos años y ni siquiera en el imprescindible ‘Cuento de Cuentos’ del maestro Néstor Luján –gran estudioso del chocolate, por cierto- se recogía el origen de la expresión. Pero la alusión al chocolate del loro se ha puesto de moda últimamente y la escuchamos casi tanto como esas invocaciones enigmáticas e inquietantes a la prima de riesgo o a la presión de los mercados.
El dicho popular que se refiere al chocolate del loro para hablar de un ahorro insignificante procede de un viejo chascarrillo sobre una mujer de clase alta que se encontraba al borde de la ruina a causa de sus enormes gastos. Cuando la señora tuvo que pasar la tijera a su presupuesto no se le ocurrió otra cosa que privar al loro de su ración diaria de chocolate, gesto que, por muy simbólico del fin de la opulencia que fuera, resultaba nimio y, desde luego, no le iba a librar de la bancarrota. Debe anotarse que en los años en los que se acuña esta leyenda urbana el chocolate era un producto caro, signo de poderío y reservado a las clases más pudientes.
La historia enlaza con la decisión del Alcalde de León, Emilio Gutiérrez, de prescindir del Audi asignado a los desplazamientos oficiales, medida que supondrá un ahorro de doce mil euros al año para el erario público. Desde las filas socialistas, enredados en unas peligrosas maneras de mal perdedor, se tacha el gesto de demagógico pero a mí, personalmente, me encanta esta clase de demagogia.
Se podrá decir que la medida no resuelve la dramática situación de las arcas municipales. Quizás, pero no deja de resultar poco edificante que el Alcalde, que a fin de cuentas dirige la empresa más morosa de la ciudad, se pasee en un coche de alta gama mientras las facturas de los proveedores duermen el sueño de los justos. En política los gestos tienen relevancia, sobre todo si ahorran dinero.
Hace unos días la prensa se hacía eco de que los diputados valencianos se gastaban una media de 650 euros al mes en teléfono móvil. La clase política, en general, cuando les recuerdan sus gastos y dispendios, suele despacharse con la socorrida frase de que es el chocolate del loro. Pero al loro también se le puede alimentar con alpiste, que es más barato que el chocolate



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