4 de agosto de 2011

La maldición del talento

El mismo día que la tragedia de Noruega sacudía nuestras conciencias y desgarraba nuestros corazones, y nos percatábamos con horror de lo vulnerables que somos, la magnética y portentosa voz de Amy Winehouse se extinguía para siempre. Ese mismo día la cantante británica entraba en la leyenda de las estrellas fugaces de la música que dejaban el mundo a los veintisiete años. Amy se unía así a Janis Joplin, Jimy Hendrix, Jim Morrison y Kurt Cobain, artistas revolucionarios en su momento y en los que coincidían un enorme talento y una trayectoria vital marcada por los excesos del alcohol y las drogas.

El talento es caprichoso. Los que no hemos sido tocados por su magia quisiéramos saber qué extrañas leyes del azar hacen que algunas personas lo reciban y que muchos otros, por mucho qué se empeñen o trabajen, no son ni siquiera rozados por esa varita. También uno se pregunta si los elegidos para la gloria son siempre capaces de gestionar de forma adecuada–que dirían los economistas- ese inmenso capital. Y cuánto hubieran podido dar al mundo si hubieran estado más tiempo entre nosotros y no hubieran seguido el lado salvaje de la vida, que diría Lou Reed.
En la película Amadeus, Antonio Salieri, magistralmente interpretado por ese actor soberbio que es Murray Abraham, se pregunta por qué las bendiciones de Dios han recaído en Mozart, un hombre infantil y sin modales que, sin embargo, es el mayor genio de la historia de la música, Amadeus, el amado por Dios. La película no responde a los hechos que efectivamente ocurrieron (Salieri no envenenó a Mozart aunque resulte poético imaginarlo), pero plantea ese tema eterno que es la mezcla de admiración y envidia que los mediocres siempre sentiremos por los genios, y la terrible certeza de que –por mucho que nos esforcemos- nunca llegaremos a su altura.
No sé si el talento lleva consigo alguna responsabilidad, pero sí que es una pesada carga. Quizá exigimos demasiado a las estrellas. No sólo que nos regalen su música, su arte o sus goles, sino también que sean ejemplares. Pero todos, genios y mediocres, queremos y necesitamos lo mismo. Amy Winehouse, en una de sus canciones más famosas –Rehab- lo dejaba bastante claro: ‘no quiero volver a beber, lo que necesito es un amigo’.

No hay comentarios: