26 de junio de 2007

FRANCISCO FERNÁNDEZ Y SU PARTIDO DECISIVO

Todo el mundo en León, incluso muchos de los que en su día se atrevieron a despreciarle, es consciente que Francisco Fernández ha obtenido un éxito sin precedentes en las pasadas elecciones municipales. El hecho de que el Partido Socialista sea la lista más votada, a un concejal tan solo de la deseada mayoría absoluta, abre una nueva época en la vida municipal de la capital leonesa, en la que, sinceramente, existen razones para un moderado optimismo, matizado –eso sí- con algunas reservas.

Y todos, en mayor o menor medida, también reconocemos que Francisco Fernández ha sido un buen candidato, un político cercano, accesible, que ha sabido conectar con una ciudad que, más allá de las ideologías, quería un cambio de estilo, una mirada más próxima, un planteamiento más cercano a los problemas reales de los ciudadanos. Pero ahora tiene que demostrar que es un buen político y, sobre todo, un gestor eficiente. Escrutados los votos, finalizadas las ceremonias, recibidas las felicitaciones –más o menos sinceras- hay que ponerse a trabajar. Comienza la temporada o, en un símil más cercano al Alcalde, comienza el partido de tenis. Sirve Francisco Fernández.

Ciertamente los primeros juegos de este interesante partido han estado marcados por cuestiones que van más allá de lo municipal, concretamente eso que se llama la cuestión leonesa y la reivindicación de la autonomía para León. En esta polémica que se ha abierto coincido en una cosa con los “autonomistas”: nada debe considerarse cerrado. Soy partidario de abrir un amplio debate sobre eso que pomposamente se llama la “estructura territorial del Estado”, pero un debate en el que pueda sopesarse incluso la posibilidad de intentar arreglar (o parchear) el desaguisado que supuso aquella “idea genial” del “café para todos” que ha acabado convirtiendo España en 17 reinos de taifas que no se ponen de acuerdo ni a la hora de decidir la letra del himno nacional. Y en este debate habría que saber qué terreno pisamos, y son inevitables algunas preguntas: ¿cuánto nos costaría la autonomía leonesa, con sus Consejerías, su Parlamento, su Consejo Consultivo, etc.? ¿León aporta a la Comunidad Autónoma más de lo que recibe, o es al revés? Y una de las preguntas del millón: ¿quién decide, solo los leoneses, todos los españoles, también los castellanos?

Dejando a un lado las cuestiones territoriales estamos ante un momento decisivo, que puede ser un punto de inflexión para que en León –en la capital y en toda su área de influencia- se empiece a creer en nuestro futuro y nos liberemos de una vez por todas de esa tristeza y este victimismo que se está convirtiendo en una seña de identidad de nuestro carácter. Y es una gran oportunidad, en lo personal y en lo político, para el Alcalde, que se encuentra ante la Final del Torneo de Wimbledom que todos los tenistas sueñan disputar en alguna ocasión.

Quisiera identificar las tres grandes prioridades que, en mi particular criterio, tiene el Ayuntamiento de León: la primera es sanear el Ayuntamiento, la segunda es empezar a pensar en términos de área metropolitana y la tercera es articular una política que favorezca la implantación de empresas y, por ello, la creación de empleo que evite que nuestros jóvenes tengan que abandonar León. Las tres cuestiones están muy relacionadas entre sí y me permitirán una reflexión sobre la primera prioridad: el gran problema en León –y en muchos sitios- es que, desde hace tiempo y parafraseando a Top Gun, el ego del alcalde extiende cheques que el bolsillo de los ciudadanos no puede pagar.

Creo que el punto fuerte del nuevo alcalde (aparte del apoyo de ZP y de los Presupuestos del Estado, y de su carácter accesible y dialogante) es que ha sabido analizar lo que León necesita y tiene un proyecto claro del León del futuro, una idea de ciudad. Y el flanco débil es que detecto un exceso de autocomplacencia, de creerse (más su equipo que él quizás) los Amos del Universo, poseedores de fórmulas mágicas que nos traerán desarrollo, riqueza y empleo. Porque la única receta eficaz, no nos engañemos, es el estudio sereno y riguroso de los problemas y la gestión eficiente y austera de los asuntos públicos.

Es decir se impone un trabajo duro desde el fondo de la pista, y no empeñarse en subidas alocadas a la red, no sea que nos cuelen un “passing-shot” que nos haga morder la pista. Aunque la integración del ferrocarril, el Palacio de Congresos y el desarrollo del Inteco son sin duda voleas ganadoras. Así que suerte, Sr. Alcalde, y sobre todo buen criterio. La confianza de los electores puede ser una gran responsabilidad pero éste es su partido decisivo. Y detecto buenas vibraciones en la cancha.

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