12 de abril de 2008

¿Qué es un nombre?

Proclama Julieta, en el jardín de los Capuleto y en pleno éxtasis amoroso, lo siguiente: “¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre ¡Oh, sea otro tu nombre! ¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación.” ¿A qué viene rescatar a Shakespeare, en la luminosa traducción que hace años nos ofreció Astrana Marín? Pues a esta absurda polémica surgida sobre la denominación que debe tener el Estadio Municipal de Fútbol de León. Nuestros más esforzados duelistas ya se pronunciaban sobre el tema el pasado jueves en estas páginas, y yo quisiera tan solo trasladar algún comentario o sugerencia.

Opino lo mismo que Shakespeare hace tantos siglos: ¿importa realmente el nombre? Lo esencial es el Estadio sirva para algo, por lo menos para que juegue un equipo con algo de futuro y un poco de ilusión. En el fútbol hay principios básicos: uno, inspirado por Valdano, dice que el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y en el que siempre gana Alemania (que se lo digan al valeroso Getafe). Otro, que comprobamos cada temporada, es que la Cultural es un equipo que huye del ascenso. Éste, y no el nombre del Estadio, es el problema.

La propuesta parece una cortina de humo, y quiere evitar que pensemos en los problemas reales: la deuda municipal o el despido de trabajadores, por ejemplo ¿Por qué se discute ahora? Según recuerdo, cuando se construyó el Nuevo Estadio, el Pleno del Ayuntamiento decidió que siguiera llevando el nombre de Antonio Amilivia, que presidió el equipo en sus años más gloriosos, y nadie se opuso. Personalmente me parece un signo de vanidad y autocomplacencia que los campos lleven el nombre de un Presidente y prefiero nombres como El Molinón o La Puentecilla, más cálidos y cercanos, pero es mi opinión. Los Presidentes pasan (algunos tardan más que otros en pasar, ciertamente) pero las instituciones permanecen.

Hechas mis indagaciones me muevo entre dos hipótesis. La primera, que el tándem PSOE-UPL quiere borrar todo lo que recuerde a Amilivia, en una maniobra que puede ser hábil pero que no es muy elegante. La segunda, que Francisco Fernández y Javier Chamorro aspiran a dejar una huella imborrable en la ciudad. Y ya que no se construye nada (el Palacio de Congresos queda lejos) habrá que cambiar el nombre de lo que se edificó en mandatos anteriores. En esa línea propongo que el campo de fútbol se llame Nuevo Estadio Municipal Paco y Javier. Ya sé que suena como Andy y Lucas, pero no me negarán que queda tremendamente posmoderno.

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