13 de agosto de 2009

Y así son las cosas

Y ASÍ son las cosas (’and that’s the way it is’) era la frase con la que Walter Conkrite cerraba su programa de noticias en la CBS. Desde 1962 a 1981, el informativo del Tío Walter, también conocido como el hombre más fiable en Estados Unidos, fue el más seguido en América y convirtió a Conkrite en una verdadera leyenda del periodismo y en una de las personas más influyentes de su país. Su rostro, el dolor contenido al dar la noticia, quedará asociado para siempre a ese día de noviembre en que mataron a Kennedy.

Walter Conkrite fallecía el pasado día 17 de julio a los 92 años. Llevaba tiempo retirado pero seguía estando en el corazón de los americanos y su ejemplo sirve de guía a los que se dedican al oficio de contar las cosas. La razón es sencilla: Walter Conkrite tenía credibilidad, la única virtud que es imprescindible en un periodista. La gente confiaba en él y en lo que decía y, por eso, sus opiniones pesaban en la sociedad. Johnson lo dijo en algún momento de su presidencia, cuando la pesadilla de Vietnam era ya una tragedia nacional: ‘si he perdido a Conkrite he perdido a la clase media norteamericana’.

Mucho han cambiado las cosas desde los años dorados de Conkrite. Hoy, una cascada de información (o de manipulación) circula por Internet a velocidad de vértigo. Hoy, muchos medios de comunicación se han convertido en plataformas al servicio de intereses empresariales muy concretos. Hoy, la publicidad institucional que soporta las cuentas de resultados de muchos diarios hace que algunos periodistas se olviden de una función que la sociedad les otorga y es ser el ojo público que vigila a la Administración. Hoy, surgen personajes que se amparan en el anonimato de la red para dedicarse, con poca picardía y menos talento, a la difamación y al chismorreo. Hoy, más que nunca, echamos de menos a profesionales como Conkrite.

No soy tan ingenuo para creer que los medios tengan que ser que ser independientes y ni siquiera objetivos. Cualquier línea editorial es perfectamente legítima y los que escribimos en los medios no estamos obligados a ser neutrales. Pero sí debe existir una clara línea divisoria entre la información, la opinión y el simple bulo. Forma parte de ese compromiso que el Tío Walter nos ha enseñado.

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