12 de septiembre de 2010

Candidatos

En el Bierzo, que en ocasiones son más adelantados, o visionarios, que en León, han decidido que el candidato del PSOE a la Alcaldía de Ponferrada sea un arquitecto, Samuel Folgueral que, entre otros méritos y características, tiene el de no ser afiliado al partido. Probablemente lo que se busca con un independiente es alguien que aporte una experiencia, una visión distinta –más cercana a la realidad- o un conocimiento del que puede carecer el político profesional, aclimatado únicamente a subsistir en ese extraño ecosistema que son las estructuras de los partidos políticos. Pero endosar a alguien, que no deja de ser un extraño, la responsabilidad de encabezar una lista electoral puede ser una estrategia cercana al despropósito. Es como si, a la hora de lanzar un penalty, el entrenador prescindiera de sus delanteros y encomendara a un simple aficionado que contempla el partido la delicada tarea de ejecutar la pena máxima. Una cuestión es que los políticos se percaten de que los ciudadanos no confiamos en ellos y otra que ni siquiera ellos se fíen de los de su propia especie.

Pero esos extraños movimientos no sólo suceden al otro lado del Manzanal sino que en León, al parecer, el Partido Popular anda buscando desesperadamente el candidato de oro que pueda aglutinar sus huestes de cara a los comicios municipales del año 2011. Ayer mismo Nuria Alonso preguntaba lúcidamente en estas páginas si es que no existían afiliados en el PP que pudieran asumir ese papel. Pero a nadie se le escapa que el mejor candidato que pueden presentar, y el de mayores posibilidades de éxito, tiene nombre y apellido y se llama Cecilio Vallejo. Alguien que despierta simpatías (es decir, votos) incluso en ciudadanos ideológicamente alejados del PP, la tierra de nadie donde se ganan las elecciones.

Otra historia distinta es que, con tal de excluir de la carrera electoral a Vallejo la cúpula del PP -esto es una metáfora- sea capaz de resucitar a Kennedy. Pero los experimentos pueden tener resultados insospechados y, con frecuencia, peligrosos. Aconsejo la lectura del Frankenstein de Mary Shelley. Y, como interpela el Monstruo, Robert de Niro, al Doctor Frankenstein en la película de Kenneth Brannagh: ‘¿meditaste alguna vez sobre las consecuencias de tu acción?

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