6 de septiembre de 2010

Un tranvía con vida propia

El otro día leía, entre el estupor y el asombro, que las Juventudes Socialistas de León iniciaban una campaña para convencer al pueblo soberano de las ventajas del tranvía. Y digo esto porque, en mi profunda ingenuidad, barruntaba yo que las preocupaciones de los jóvenes socialistas iban más por el paro, la precariedad en el empleo o la maldición del mileurismo. Pero no, parece que el tranvía de León, a modo de bálsamo de Fierabrás, es capaz de curar todos nuestros males. Y algunos, parece, están perdiendo los papeles. Así, un frente común de asociaciones de vecinos denuncia una conspiración de la Junta para hacer fracasar el proyecto-estrella, o estrellado, de Paco-tranvías. Pero, sinceramente, no me imagino al Delegado Territorial tomándose una Coca-Cola mientras medita como torpedear ese invento de la posmodernidad.

Se me ocurre la hipótesis de que el tranvía, por algún hechizo misterioso, ha tomado vida propia y consigue apoderarse de las voluntades de los ciudadanos y alterar sus comportamientos. Es decir, como las espadas legendarias que aparecen en las Memorias de Idhún, el libro de Laura Gallego que estoy leyendo por recomendación de mi hija Julia.

Y hay un tema de importancia que conviene precisar. Los defensores del tranvía pregonan que, si no se ejecuta, perdemos los fondos con los que contribuye el Gobierno. Pero el argumento es falso: si el Gobierno aporta 70 y los leoneses el resto hasta 150, nos sigue costando dinero algo que no necesitamos, y eso con independencia de que hay que sufragar el mantenimiento y arrasar Santo Domingo. Es lo que se conoce como la teoría de la subvención de lo inútil o la rebaja del producto superfluo. Como me pagan la mitad de algo lo compro, aunque no lo necesite. Es como si me voy a las rebajas y me endosan un aparato para cazar leones en Las Médulas, aunque en Las Médulas no haya leones pero, claro, estaba a mitad de precio y no podía dejar pasar esta oportunidad de adquirir el artefacto.

Me temo que lo próximo que nos dirán desde el Ayuntamiento es que Herrera se ha aliado con Ashram el Nigromante (uno de los villanos de Memorias de Idhún) para dinamitar el Titanic ese de la Azucarera conocido como Palacio de Congresos. Es que son muy malos, y nos tienen envidia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

cazurrismo en estado puro, o lo que es lo mismo, quedarse como estamos, que se está muy agustín tomando vinos en el húmedo.