7 de abril de 2011

Vértigo

Como Kim Novak en la fascinante y perturbadora película de Alfred Hitchcock. Así regresa el tranvía a la actualidad leonesa, de entre los muertos. Muchos pensábamos que esa pesadilla era ya algo del pasado y que el equipo de gobierno había recapacitado y puesto fin a su desvarío. Pero no. Una sentencia, que revoca la suspensión cautelar sin entrar en el fondo, devuelve el artefacto a la primera plana de los diarios. Y ya tenemos al Faraón Fernández y a Pacotranvías, el flamante e inefable Concejal de Urbanismo, a lomos de sendas retroexcavadoras dispuestos a arrasar la Plaza de Santo Domingo en nombre del progreso. Y los que no pensamos como ellos, y creemos que es inmoral despilfarrar dinero público en esa barbaridad, somos unos paletos y unos enemigos de la modernidad.

Algunos de los argumentos del Alcalde en su rueda de prensa rozan levemente lo absurdo. Afirma nuestro gobernante que León ha estado a punto de perder 71 millones de euros que el espléndido Gobierno de España destinaba a esta maravilla. Lo que me preocupa no es que lo diga sino que alguien, que aspira a gobernar nuestros destinos y pilotar un proyecto de ciudad, se crea una tontería semejante. Seamos serios: con el tranvía no ganamos 71 millones, ya que el bicho cuesta –creo recordar- unos 150, y lo que no aporte el Gobierno lo pagaremos los leoneses. Salvo que resulte que estos chicos en verdad sean unos visionarios, y el Ibertren sea una brillante inversión que nos reportará pingües beneficios a los leoneses de hoy y a las generaciones venideras.

Pero las matemáticas no deben ser lo suyo, me temo. Los cerebros grises que han alumbrado este invento calculan que lo usarán al año nueve millones de leoneses. Es decir, el doble que en Vitoria, que es el modelo a seguir pero que es una ciudad un poco distinta de León: tiene casi el doble de habitantes, un término municipal siete veces más extenso y es la capital de la Comunidad Autónoma.

No obstante doy las gracias al equipo de gobierno. Con el despropósito del tranvía me proporcionan suculento material para mis columnas. En justa reciprocidad, me permito darles un consejo: hagan más números y menos experimentos. Ya sabemos cómo acabó Kim Novak en ‘Vértigo’ por culpa de las extravagantes ocurrencias de James Stewart.

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