28 de septiembre de 2008

Martinsa o el fin de una era

La crisis de la inmobiliaria Martinsa-Fadesa ha sacudido los cimientos (nunca mejor dicho) del sector y algunos ven en la suspensión de pagos de la empresa un aviso de los tiempos tenebrosos que se avecinan, tras casi una década de frenesí constructor que a todos, analistas o profanos, nos tenía un tanto desconcertados.

Ahora todo el mundo dice que se venía venir, que se hacían –y se vendían- demasiadas viviendas, a pesar del incremento de los precios por encima del 10 por ciento cada año, y otros sesudos análisis -a toro pasado, claro- para explicar las causas que nos han llevado a una situación extremadamente delicada. Yo, particularmente, debo reconocer que me equivoqué en mis predicciones. Pensaba que el cambio de ciclo llegaría antes (hacia 2.005) pero también que el aterrizaje sería bastante más tranquilo, y no una caída en barrena.

Intentaré explicarlo con una metáfora. Aunque todos hablaban de la burbuja inmobiliaria (que nunca estallaba) yo veía la escalada del sector de la construcción como un globo. Cuando estuviera bastante hinchado, empezaría a desinflarse suavemente hasta alcanzar las proporciones que el mercado exigía. Pero en lugar de ir soltando aire poco a poco alguien (¿esa mano invisible de la que hablaba Adam Smith?) decidió seguir soplando. Y claro, todo tiene un límite. Un dato: durante los primeros años de la década se iniciaban unas 500.000 viviendas anuales. En 2.005 ya existía un stock de viviendas suficiente para que el sector levantara el pie del acelerador. Pero no fue así, y en 2.006 y 2.007 proseguía la irresistible ascensión de la vivienda, en número de viviendas construidas y en precio. Resulta escalofriante pensar que en 2.006 se iniciaron más de 900.000 viviendas, cuando la demanda se estima entre unas 300.000 o 400.000 anuales. El mercado dijo basta.

Ciertamente en esta crisis influyen otras muchas causas. Las tensiones inflacionistas o la escalada de los tipos de interés (los tipos bajos son la verdadera clave del boom inmobiliario), pero existen con dos hechos muy claros: hay muchas viviendas y son demasiado caras. También inciden otros factores que tienen que ver con la propia condición humana, o con mecanismos que podemos llamar de ingeniería social. Me explico: mucha gente no compra porque presiente que el precio de la vivienda tiene que bajar (otros no compran porque simplemente no pueden).
Quizás la suspensión de pagos (ahora llamada concurso por esos caprichos literarios del legislador) de Martinsa se deba también a la compra de Fadesa y en efecto gran parte de su deuda procede de esta operación. Pero todos sabemos que los años dorados de la construcción quedan ya en el recuerdo.

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