16 de junio de 2008

Gaudeamus igitur

Gaudeamus igitur es una canción estudiantil de valor musical ciertamente discreto que ha sido adoptado por muchas Universidades como su himno propio. La letra (que comienza con “alegrémonos pues, mientras seamos jóvenes, tras la divertida juventud, tras la incómoda vejez, nos recibirá la tierra”) es un canto al carpe diem que suena muy bonito y casi solemne. Pero nunca he entendido muy bien qué tiene que ver su texto con el esfuerzo intelectual, la calidad de la educación y el ansia de conocimiento que deben tener como principios directrices las Universidades. Pero hay muchas cosas que no comprendo. Ya se lo decía Hamlet a su amigo: “ello es, Horacio, que en la tierra y en el cielo hay más de lo que pueda soñar tu filosofía”

Me ha sorprendido, no tanto la victoria de Hermida como lo aplastante de la misma, en la primera vuelta y con el apoyo de todos los estamentos de la Universidad. Se percibe, aunque quizás -como Hamlet- yo también vea fantasmas, un deseo de cambio y un cierto “voto de censura indirecto” a la gestión de Ángel Penas durante los dos mandatos en los que ha ocupado el edificio del Albéitar. El hecho de que uno de los valedores del Rector electo haya sido el ideólogo del leonesismo Abel Pardo me puede causar un cierto desasosiego, pero el voto de confianza que la comunidad universitaria ha otorgado a José Ángel Hermida ha sido incontestable y en el nuevo Rector y en su equipo recae la responsabilidad de asumir los retos que la Institución tiene planteados en esta nueva época.

Uno de los principales retos es la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). No tengo muy claro que nos traerá el EEES, pero recelo de esa salvaje obsesión que postula que la Universidad debe forzosamente amoldarse a la realidad del mercado. La Universidad existe para que los alumnos reciban unas enseñanzas, y probablemente en esa educación el componente práctico sea fundamental. Pero sobre todo, creo, la Universidad debe perseguir que los jóvenes adquieran disciplina y método. Disciplina, que implica que el estudio no es necesariamente algo grato o divertido, sino un sendero –tortuoso y oscuro en ocasiones- que exige trabajo y constancia. Y método, un procedimiento, que permite responder con solvencia a los desafíos intelectuales a los que se enfrentan que los graduados.


Con esta historia de las “titulaciones a la carta” corremos el riesgo de que la Universidad deje de ser un centro de conocimiento y se transforme en una factoría de cursos empaquetados para su inmediato consumo por el mercado. El conocimiento es algo más que buscar, copiar y pegar, que tiene que ver con la Universidad lo mismo que el Gaudeamus Igitur. O sea, muy poco.

No hay comentarios: