16 de junio de 2008

Los fines y los medios

Esta semana los miembros y miembras (que diría la ministra Bibiana) de esta Nación llamada España nos hemos visto sacudidos y afectados por el paro de los transportistas que ha provocado algunos problemas de abastecimiento, bastante psicosis, pérdidas millonarias para la economía española (empresas que suspenden la producción y trabajadores que se van a casa), violentos enfrentamientos, detenciones, heridos y un camionero muerto.

La situación me suscita algunos interrogantes. Primero ¿por qué se habla de huelga o paro cuando la mayoría de los que secundan ese paro son autónomos (es decir, empresarios, pequeños pero empresarios)? En rigor estamos ante un cierre patronal. Segundo, al parecer esta “inmovilización” está convocada por tres Asociaciones que representan, se comenta, el 20 por ciento del sector. ¿Y con ese porcentaje logran paralizar el país? Y aquí enlazamos con la tercera cuestión, no menos importante. Deberíamos terminar de una vez con esa leyenda urbana que habla de piquetes informativos. En la era de las comunicaciones globales y de Internet no concibo cómo alguien no se ha enterado de que hay un paro y hace falta que vayan unos sujetos a explicárselo. Si de paso te pinchan las ruedas o queman el camión, con un trabajador dentro, debe ser eso que llaman daños colaterales.

Seamos claros: si los transportistas que siguen esta “huelga” simplemente no fuesen a trabajar los efectos no serían tan contundentes. Pero lo que se trata no es de protestar, sino de paralizar un país recurriendo a la coacción, a la amenaza e incluso a la violencia. No es una huelga ni un paro, es un bloqueo.

Puedo compartir muchas de las reivindicaciones de las organizaciones convocantes. Me parece escandaloso que el litro de gasóleo haya pasado en un año de 0,95 euros a 1,30 y el Gobierno no tome medidas (por ejemplo, regular un gasóleo profesional o rebajar los impuestos que gravan los combustibles). Pero pierden toda la razón cuando para ejercer su protesta vulneran y lesionan los derechos de los demás: el derecho al trabajo y el derecho a la libre circulación. Los fines nunca justifican los medios y un principio básico de la democracia es que mi libertad termina donde empieza la de los demás. Aunque lo cierto –pero también muy triste- es que, en España, para que te hagan caso hay que armarla. ¿Somos una sociedad madura? ¿No existen otros mecanismos para analizar y resolver los problemas antes de que la situación se haga insostenible? Porque ahora hay que arreglar dos problemas, el de los transportistas y los que han creado los transportistas. Somos únicos y lo que sucede es que sólo nos preocupamos del colesterol cuando nos da el infarto.

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