18 de octubre de 2010

Aeropuerto 2010

Corría el año 1977 y España se preparaba, entre la ilusión y la incertidumbre, para celebrar sus primeras elecciones democráticas -cuándo me pongo nostálgico me asemejo a Sofía, la de las Chicas de Oro- y el PSOE de León esperaba la llegada de Felipe González para cerrar la campaña con un mitin en la Plaza de Toros. Por inclemencias climatológicas el avión del entonces candidato no pudo aterrizar y, en un telegrama al auditorio, Felipe incidía en que era una vergüenza que una ciudad como León tuviera un aeropuerto tercermundista que se cerraba cuando caían cuatro gotas. Más de 30 años después, su sucesor en la Secretaría General del PSOE inauguraba, como Presidente, la nueva terminal del aeropuerto de León. Un pedazo de Aeropuerto, las cosas como son, pero al que le falta un pequeño detalle: no hay aviones.

No voy a repetir lo que he escuchado esta semana sobre si es mucho aeropuerto para tan poco avión y que caben todos los pasajeros de Castilla y León. Tampoco voy a reparar en el consumado arte del escaqueo entre las instancias políticas, que se pasan la papeleta una a otra. Sólo quiero fijarme en un punto que percibo ligeramente oscuro, y es si las Administraciones tienen que subvencionar a las aerolíneas o no.

Partiremos de dos premisas. La primera, que las compañías aéreas van donde obtienen beneficios, aspecto básico en la economía de mercado. La segunda, que en León somos muy pocos y es complicado atraer viajeros. Sobre todo cuando existen otros tres aeropuertos en la Comunidad y otro en Asturias. Luego la única fórmula de que existan vuelos es subvencionando parte del billete. Y me pregunto si resulta lógico financiar, con los impuestos de todos, los viajes de algunos. Quizás sería más razonable bajar los impuestos y que nos gastáramos nuestro dinero en vuelos o en cañas, según nuestro libre albedrío.

Pero esta idea choca con una de las constantes del político, que es decidir –ellos- en qué hay que gastarse el dinero –de todos-. No sé si porque nos ven como unos irresponsables o porque piensan que somos unos manirrotos, o si se creen más listos que nadie. Presiento alguna mente preclara que, desde su habitáculo administrativo, ya está diseñando dónde nos podremos ir en avión. Es que no se nos puede dejar solos.

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