11 de octubre de 2010

La huelga de Gila

Esta conversación es tan imaginaria como verosímil y sucede el día 29 de septiembre: ¿Oiga, es el empresario?, preguntan al otro lado del teléfono. Sí, aquí es, le responden. Verá, expone el interlocutor, somos el piquete, que estamos tomando un café pero vamos a ir para allá. Es para que bajen la trapa un momento, nos hacemos unas fotos y nos vamos. ¿No habrá problema? No, hombre, -le contestan- pero aprovechen para comprar algo, que tenemos el pollo a muy buen precio. Bueno, otro día- se despide el piquetero-, que hoy tenemos mucho trabajo.

Casi todos, excepto los convocantes, coinciden en que la huelga general ha sido un paro de baja intensidad, y ni siquiera UGT y Comisiones confían en que el Gobierno rectifique su política. Hay temas diversos para el debate, si los sindicatos han quedo debilitados, si la huelga general es un mecanismo correcto de presión social, si son necesarios los piquetes en la sociedad del conocimiento, etc. Pero resumiría diciendo que la huelga ha sido un ‘puro teatro, estudiado simulacro’, como cantaba la Lupe con su desgarrada voz. A los organizadores les preocupa más que el Corte Inglés cierre unos minutos de forma simbólica (y que Laura Pastoriza, con su demostrado talento, lo saque muy bonito en leonoticias) que el seguimiento real del paro. Es como la huelga de Gila, vamos.

Otro aspecto curioso es que, para los sindicatos, el malo de la película no es el Gobierno, sino los mercados financieros, que dominan a Zapatero y se apoderan de su voluntad, forzándole a tomar decisiones que no quiere. No sé si Méndez y Toxo se imaginan a unos tipos gordos con chistera fumándose unos habanos mientras cavilan de qué artera manera pueden recortar sus derechos a los españoles, pero esa visión es surrealista. Los mercados no son las huestes de Darth Vader, sino los que prestan el dinero con el que España cubre su déficit, y quieren algunas garantías. Por ejemplo, que no haya más parados que trabajadores, porque entonces lo van a tener crudo para cobrar. Asunto distinto es que la reforma solucione algo; sé que me repito, pero el fondo del problema no es el precio del despido sino el coste del empleo.

Y en León, ha quedado demostrado, nos preocupa mucho más el futuro de la minería que la reforma laboral.

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