28 de noviembre de 2008

Citius, altius, fortius

Mi primer recuerdo de unos Juegos se remonta a Munich 1972, Olimpiada tristemente célebre por la masacre perpetrada por el grupo palestino Septiembre Negro que acabó con la vida de once atletas israelíes. Desgraciadamente, el terrorismo sigue estando presente, más cercano y sanguinario que en los 70, pero mucho han cambiado las cosas en el olimpismo. Seguimos con el citius, altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte) pero se ha añadido el elemento comercial (más dinero) y mediático (tenía ganas ya de meter este palabro en una columna). Un dato: Mark Spitz, ganador de siete medallas de oro en Munich, se retiró ese mismo año porque en aquel tiempo no se podía vivir de la natación. Hoy, Michel Phelps, el Tiburón de Baltimore, que ha superado la gesta de Spitz al obtener ocho metales dorados, ingresa unos cuantos millones de euros al año.
A mí la verdad me encantan los Juegos. Entre otras cosas porque no sólo veo deportes que el resto del año ignoro, sino otros que ni siquiera recordaba que existían. Así cada cuatro años me hago la misma pregunta: ¿alguien conoce a alguien que practique la lucha grecorromana? Yo particularmente no, pero llegan los Juegos y me veo unos cuantos asaltos, que por cierto no sé si se llaman asaltos. Y aprovechas la ocasión para hablar de cuestiones técnicas, como la dificultad de los tirabuzones en el salto de trampolín o la perfecta definición de Maya Isinbayeva al ejecutar el salto con pértiga, con la misma naturalidad y soltura que comentas el culebrón de los huertos solares o las tempestades que se avecinan de cara al Congreso del PP.

No ha quedado claro cómo ha quedado España. Unos opinan que mal, lejos de Barcelona 92, cuando asombramos al mundo y sobre todo a nosotros mismos, y de las expectativas que algunos habían proclamado. Otros que somos el número catorce del medallero, y eso tiene mérito, aunque sin ir más lejos Italia haya conseguido el doble de medallas que nosotros. Lo cierto es que nos mantenemos en aquellos deportes en los que nos hemos especializado olímpicamente (piragüismo, ciclismo), hemos obtenido buenos resultados en deportes de equipo (hockey, balonmano y esa dulce medalla de plata frente a los chicos de la NBA) y hemos fracasado estrepitosamente en natación o en atletismo, el deporte rey de los Juegos.

Mención especial merece la natación sincronizada. Que en un deporte tan exigente, tan duro, hayamos conseguido colgarnos dos medallas de plata me parece simplemente admirable. Y mi admiración es mayor cuando veo lo que esas chicas hacen en la piscina y llego a la conclusión de que pertenecemos a especies diferentes. Yo es que, lo reconozco, no me sincronizo ni con mi sombra.

No hay comentarios: