28 de noviembre de 2008

El Justiciero

El Juez Baltasar Garzón, que llevaba algún tiempo sin pasearse por los titulares de los periódicos (demasiado tiempo lejos de los focos parece que perjudica seriamente su salud) nos ha sorprendido a todos abriendo una investigación sobre los muertos y los desaparecidos en la Guerra Civil Española y en la represión de la dictadura franquista que siguió al final de la contienda.

El asunto tiene varias frentes y hurga en uno de los episodios más dolorosos y dramáticos de nuestra reciente Historia. Tuve en su día algunas dudas sobre la “oportunidad política” de la Ley de la Memoria Histórica abanderada por Zapatero. Siempre es necesario recordar la Historia pero no estoy muy convencido de que una norma jurídica dirigida a resucitar los fantasmas del pasado sea lo que necesita la España de hoy.

Conviene precisar, no obstante, que lo que en tiempos se denominó la Cruzada fue una sublevación militar contra un sistema legalmente constituido, encabezada por siniestros personajes que violaron el juramento de lealtad a la República que habían otorgado. Pero muertos y represaliados los hubo en los dos bandos, en muchas ocasiones por venganzas personales que nada tenían que ver con las ideas, y todos tenemos antepasados que fueron asesinados o que sufrieron la cárcel o el exilio. Y la idea que sostuvo y animó nuestra Transición –modélica por otra parte- fue la “reconciliación nacional” que permitiera cerrar las heridas abiertas por la Guerra Civil y por la represión de la dictadura de Franco. Ése era el compromiso, asumido por todos: olvidar el pasado para construir un futuro en el que todos los españoles pudiéramos vivir en paz.

Me parece natural, humano y respetable que las familias quieran saber donde están enterrados sus muertos y que puedan llorarles en paz. Quiero que mis hijos conozcan nuestro pasado y que vean, por ejemplo, esa hermosa y terrible película que es “Las Trece Rosas” sabiendo que esos hechos desgarradores sucedieron realmente en España. Pero lo que me parece excesivo es que el Juez Garzón, con el dinero de los contribuyentes, se dedique a abrir esta macroinvestigación y no soy capaz de vislumbrar cuál es el objeto. La justicia está para resolver los conflictos que puedan surgir entre nosotros, de la forma más correcta y equilibrada posible, no para enjuiciar la Historia. Quizás todo tenga que ver con la particular personalidad del Juez Garzón, y así mientras los jueces “de a pie” se dedican a administrar justicia, con escasez de medios y con su mejor criterio, él se cree investido de una misión divina dirigida a imponer la justicia universal de la qué él se cree el único depositario. Hay una diferencia entre Juez y un “Justiciero”.


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