28 de noviembre de 2008

Garzón cabalga de nuevo

Hace un mes ya había hablado en esta misma columna de Garzón y afirmo solemnemente que no me gusta repetirme, pero esta luminaria de la Magistratura, merced a sus dislates, parece que se ofrece. La semana ha sido pródiga en acontecimientos, entre los nubarrones económicos y el “coñazo” de Rajoy, pasando por asuntos más domésticos, como el incierto futuro de nuestra navegación aérea o la historia interminable de la fusión de las Cajas. Pero Garzón vuelve a sorprendernos a todos, que ya no sabemos si escandalizarnos o reírnos a mandíbula batiente.

La noticia que abría ayer este diario era ciertamente surrealista, cuando nos contaba que Garzón daba diez días al Registro Civil para que certificara si Franco había muerto. Lo surrealista realmente no era la noticia, sino el Auto, y parece que Garzón vive en un mundo paralelo, donde sólo habitan él y su vanidad porque no queda sitio para nada más.

La Guerra Civil, y la represión franquista que siguió a la sublevación, es uno de los episodios más dramáticos de nuestra Historia. Ya dije que me parece digno de respeto que las familias quieran saber dónde están enterrados sus muertos y que la sociedad española de nuestros días no puede hacer como si aquello nunca hubiera existido. Pero convertir una tragedia en un procedimiento judicial pilotado por un Magistrado deseoso de encontrar su lugar en la Historia me parece, por decirlo suavemente, un disparate. Y mientras, como reseñaba certeramente Santiago González en estas páginas, más de dos millones de casos tienen al borde del colapso a la justicia española, incluyendo algunos sumarios instruidos por este moderno Guerrero del Antifaz.

Donde Garzón ya rebasa los límites de lo tolerable y entra directamente en el delirio es cuando se permite extender una sombra de sospecha sobre todas las instituciones de la democracia, afirmando que “el silencio otorgado hasta la fecha no sólo ha otorgado de facto la extinción de la responsabilidad penal sino la impunidad”. Ciertamente uno no sabe si lee un Auto o una tesis, con notas a pie de página en las que el Juez incluso llega a citar una obra llamada “Cuento de Navidad. Es posible un mundo diferente”, de un tal Baltasar Garzón. Lo que lamento es no tener más datos sobre esta referencia clave de la literatura contemporánea.

Rajoy fue traicionado por los micrófonos cuando confesaba su opinión sobre el acto del doce de octubre. A mí, personalmente, me encantan los desfiles y “se me pone la gallina de piel”, que diría Cruyff, cada vez que escucho “La Muerte no es el Final”. Pero el que me parece un “coñazo” es Garzón. Un “coñazo” que, por cierto y esto es lo grave, pagamos todos los contribuyentes.



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