15 de junio de 2009

El Musac

Hoy podríamos hablar de muchas cosas, desde el entusiasmo que despierta el nuevo Presidente de los USA hasta la ascensión a la primera línea de la política local del nuevo vocero del Partido Popular, Julito Maravilla. Pero pongamos una nota cultural en esta columna. No solo de política vive el hombre.

Me gustaría hablar del MUSAC, que se asoma a las primeras páginas por la noticia de la sustitución de quién ha sido su Director, Rafael Doctor, desde que la criatura comenzó a andar allá por el año 2.005. La propuesta socialista de que el nuevo Director sea elegido por concurso parece bastante lógica, sobre todo si tenemos en cuenta que el MUSAC tiene para este año un presupuesto de 4,7 millones de euros. Es más, volviendo a Obama, me gustaría importar el modelo americano, y que el nuevo Director fuera “examinado” por el Parlamento regional antes de comenzar a ejercer sus funciones.

Debo comenzar reconociendo mi incapacidad casi congénita no sólo para apreciar, sino incluso para comprender el Arte Contemporáneo. Para mí, hasta Gauguin me parece exageradamente abstracto. Es verdad que el MUSAC se ha convertido en un referente cultural y turístico de León y la gestión de Rafael Doctor ha servido para ponernos en la vanguardia. Ahora bien, el hecho de que se dedique a programar el Arte que se produce en este momento me plantea la duda de si es un Museo o más bien una Galería de Arte. Una Galería que vive de espaldas y algo desconectada de la sociedad leonesa.

Hace unos meses visitaba con mi familia una de las exposiciones del MUSAC. En una pared se proyectaba una película (igual era una performance pero hasta ahí no llego) y mi hijo Andrés, llevado por la curiosidad, se acercó a contemplar la obra y tocó la pared. En ese momento un divulgador cultural de los que controlan el Museo se acercó alarmado y con cierta rudeza me dijo si no podía tener controlados a los niños. Mi reflexión es que el sujeto quizás supiera mucho de las nuevas tendencias en las que se mueven las expresiones culturales de nuestro tiempo, pero desconocía por completo la naturaleza humana. Y mi hijo, con seis años, quedó asombrado y perplejo ante el Arte Contemporáneo, porque lo que había tocado era una pared (o sea, un trozo de cemento) no La Venus del Espejo.

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