15 de junio de 2009

El valor de las cosas

Todos nos hemos sentido escandalizados a raíz de la jugosa entrevista que el otrora Alcalde de Marbella ha concedido a una cadena de televisión. Muchos se preguntan si es ético pagar 350.000 euros a un delincuente para que cuente cómo se encuentra. Ético no debe ser pero imagino que será muy rentable y la cadena cosechó más del 10 por ciento de la audiencia de esa noche. Matizando que la televisión, en el mundo de Internet, cada vez tiene menos importancia, no dejan de ser muchos millones de españoles contemplando boquiabiertos la brillante oratoria de ese sujeto. Que por otra parte no respondió, al parecer, a ninguna de las grandes cuestiones que me hago cada día. A saber: dónde está el dinero y si sigue con la Pantoja. Esta última incertidumbre es la que, ciertamente, me atormenta y no me deja dormir.

Y hay una tercera pregunta que se me ocurre y es cómo se le ocurre a unos empresarios de la comunicación pagar esa pasta a Muñoz, o los 50.000 euros que le atizaron a Luis Roldán, aquel personaje tan imaginativo que se inventaba títulos y que se dedicó a apropiarse del dinero de los contribuyentes en lugar de dirigir a la Benemérita, como era su deber.

Uno de los principios que parecían intocables en la sociedad de nuestros días era que las cosas valen lo que una persona esté dispuesto a pagar por ellas. El brutal estallido de la burbuja inmobiliaria, o los misterios que se ciernen sobre el verdadero valor de los novedosos productos que han provocado la crisis financiera, nos ha demostrado que ese dogma no era tan real. El mercado se comporta en ocasiones como un colegial inocente al que cualquier avispado puede timarle. La justicia es ciega pero el mercado, a veces, es un poco tonto, o por lo menos bastante incauto.

Pero no sólo se pagan barbaridades a delincuentes y famosos que se pasean por las televisiones desentrañando los misterios del Universo sino que hay muchísimas cosas que cuestan mucho más de lo que valen. Sin entrar en los salarios de futbolistas, actores y especies afines resulta absolutamente escandaloso que grandes directivos de nuestro país tengan retribuciones de varios millones de euros anuales. O que, se me ocurre, la sociedad Intermoney, que asesora a la Junta en el proceso de fusión-integración de las Cajas de Castilla y León, tengo una minuta de 1,5 millones de euros por su trabajo. Si a esta consultora le abonan esa millonada (con el dinero de todos) me pregunto cuánto debería haber cobrado Mozart por componer el Concierto nº 21, Mankiewicz por dirigir Eva al Desnudo o Vargas Llosa por escribir “La Tía Julia y el escribidor”, por poner unos ejemplos. No me respondan ahora, háganlo después de la publicidad.

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