15 de junio de 2009

La burbuja

Esta semana me llamó la curiosidad el vaticinio de un experto, que responde al nombre de José García Montalvo y es Catedrático de Economía en la Universidad Pompeu Fabra. Decía este buen hombre, que imagino que será una autoridad en la materia, que el precio de la vivienda debe caer hasta un 50 por ciento para lograr el ajuste del mercado. Lo que sucede, cosa habitual en economía, es que los análisis van por un lado y los datos se empeñan a veces en llevarles lo contraria. Porque, a pesar del supuesto estallido de la burbuja inmobiliaria, ni los precios bajan de forma sensible ni parece que lo vayan a hacer en los próximos meses.

La vivienda ha sido el aceite que engrasaba todo el sistema y del que todos se enriquecían: los propietarios de suelo, los promotores, los Ayuntamientos, la Hacienda Pública (o sea todos, que no deja de ser un consuelo), los encofradores y un largo etcétera. Cierto que algunos ganaban bastante más dinero que otros pero esa es una de las rarezas que tiene el mercado. La cosa fue bien hasta que nos encontramos con dos hechos que nos enfrentaron a la dura realidad: un stock de más de un millón de viviendas sin vender y el cierre del grifo del crédito hipotecario. Es decir, los Bancos dejan de prestar dinero porque la vivienda, en diez minutos, pasó de ser la mejor inversión del mundo a convertirse en eso que llaman ahora un activo tóxico.

En el crecimiento desaforado del negocio del ladrillo han intervenido una serie de mecanismos mentales que operan en la naturaleza humana y que llegaron a crear una serie de “verdades oficiales” que a la postre se han revelado como parcialmente inexactas. Por ejemplo, que la vivienda siempre da más rentabilidad que la Bolsa, que es mejor comprar que alquilar, que la vivienda es una inversión segura o que su precio es imposible que baje. También ha tenido algo que ver la codicia, pecado consustancial al sistema aunque lo llamen visión de negocio, que indudablemente queda como mucho más poético.

Yo sí creo que el precio de la vivienda bajará, aunque algunos se resistan o no lo quieran ver, de la misma manera que los ordenadores cuestan hoy la mitad que hace cinco años. Al fin y al cabo sólo se trata de que la oferta se encuentre con la demanda. Y eso lleva su tiempo.

No hay comentarios: