15 de junio de 2009

La movida del agua

La movida del agua ha servido para animar los Plenos del Ayuntamiento de León. También contribuye a hacer extraños compañeros de cama, como el Grupo Popular y los ecologistas, coincidencia que evoca la pinza Aznar-Anguita en versión cazurra. Pero ésta es una buena ocasión para reflexionar sobre cuestiones de cierto calado. Por ejemplo, sobre si las privatizaciones son buenas o necesarias o, por lo menos, relativamente imprescindibles.

En principio debo confesar que no me gustan las privatizaciones, entre otras razones porque sólo se privatiza lo que da dinero. En España, con ese cuento de que había que entrar en el euro, nos dedicamos, en los tiempos de Aznar, a vender y liquidar todo el patrimonio que tenía el Estado. Ya casi nadie recuerda que, en tiempos pretéritos, Telefónica o Repsol, o una parte del actual BBVA llamada Argentaria, eran empresas públicas, de todos los españoles.

Nadie privatiza porque quiere, sino porque no le queda otro remedio, de la misma manera que nadie cierra su empresa porque haya sido atraído por el lado oscuro de la Fuerza, sino porque la situación económica se vuelve insostenible. Las matemáticas tienen la terrible virtud de ser increíblemente testarudas y, si las cuentas no salen, hay que buscar soluciones. Dos precisiones importantes: en el caso de León se privatiza el 49% y un servicio no deja de ser público porque se gestione privadamente.

La movida del agua ha servido también para elevar a los altares a la Concejala cesada o dimisionaria (el matiz no me parece decisivo) Humildad Rodríguez, convertida en la Juana de Arco de la escena leonesa. Aplaudo su decisión de renunciar al acta de Concejal, me parece esencial la discrepancia y el debate pero la política, como el fútbol, es un juego de equipo. Me pueden deslumbrar los destellos de Messi, pero soy un apasionado del fútbol colectivo. Quien decide la estrategia, y quiénes juegan, es el entrenador, es decir, el Alcalde. Y será la afición, o en su caso los electores, quienes tendrán la última palabra.

Se me objetará que la metáfora es muy forzada, y quien pensará que el fútbol es más importante –o por lo menos más divertido- que la política, pero mi sincera opinión es que una cosa es ser independiente y otra muy distinta ir a su bola.

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